XI: Dark Hunters

27 9 67
                                    


Nunca había estado dentro de un edificio tan ostentoso como en esos momentos. El lugar, no solo resplandecía por lo limpio que se encontraba, sino también por lo nuevo que era cada material con el que fue construido; baldosas metálicas que te devolvían la mirada, ventanales blindados con resistencia a grandes impactos, muebles costosos de alta gama, y demasiado equipo de tecnología, que, sin duda, a Conann le hubiera parecido un paraíso.

Veía sin ver, pasábamos entre los pasillos, subiendo elevadores con aroma a limpio, Shinoby nos abría paso a través de las recepcionistas o los guardias de seguridad pesados, que le daban excusas, queriendo frenar con las manos la tormenta.

El final de su ajetreada, e imparable marcha, resultó en una puerta de metal dorado al final del piso más alto; el detector de movimiento nos sintió, y para cuando ella estiró la mano, una pantalla táctil se desplegó, Shinoby le dio una mirada rápida, tecleando con desinterés un pin que consiguió el acceso, produciendo un sonido agudo al brindar la confirmación.

— ¡Imoan! — fue lo primero que dijo Shinoby a toda voz apenas entró a la oficina; constituida por un espacio amplio, pulcro, que no escatimaba en detalles y lujos. Froté mi nariz. Podía ser que odiara a los Ivern, pero no por eso iba a negar su buen gusto en interiores, y exteriores también.

— Un gusto verte de nuevo, hermana. — Imoan bajó la taza de té que sostenía con cuidado. Sus palabras se oyeron como un mensaje dulce, sin embargo, el tono y la falta de sonrisa y luz en su rostro, indicaban que el momento no le resultaba tan grato. Giró en mi dirección, cambiando la neutralidad gélida por un suave amanecer. — Nessa, ven aquí.

Bajé la cabeza, mis pies se armaron de fuerza, queriendo avanzar, cortando la distancia que había entre ambas. Shinoby me tomó del cuello de la chaqueta y tiró hacía atrás, cortándome por segundos el aire y la posibilidad de reaccionar y defenderme a tiempo.

— No irá a ningún lado, y menos contigo. — sentenció. Imoan le sostuvo la candente mirada, derritiendo el fuego con hielo y escarcha. 

Suspiró. 

— Veo que tu temperamento no ha cambiado nada, una pena. 

— He venido a traerte, regresaremos a Austria. — Shinoby soltó su agarre, tropecé al perder el equilibrio y tuve que sostenerme de la pared, jadeando en busca de aire. — Ahora Imoan.

— No. — La puerta se abrió por segunda vez, dando paso a Valentine, quien caminaba junto a una mujer alta y delgada, con porte recto, estoico, cabellera castaña, matizada en tonos dorados, lacia y bien peinada en una coleta baja, la cual se ataba con un sencillo listón dorado puro con bordados en blanco. 

No era Ivern.

Su vestimenta consistía en un traje con sobretodo color arena. Pulcra, sin duda podía ser descrita así, y delicada a la vez. Sus movimientos representaban ligereza, soltura y coordinación absolutas, ni un fallo, aunque fuera espontáneo se veía planeado.

Por un momento me sentí parte de un montaje, irreal, fantasioso.

El ambiente cambió bruscamente con su aparición, Shinoby perdió la máscara que ocultaba levemente la hostilidad que sentía por estar ahí, el ardor de du odio se disparó recto a las dos personas, en especial a Valentine, siguiéndola con recelo, cazándola y preparándose para atacarla en el mejor momento.

— Imoan no volverá a Austria. — la mujer se detuvo delante de Shinoby, sirviendo de mediadora entre su explosividad y la pareja que esperaba en calma. — Ya deberías saberlo bien Shinoby, tu hermana ya no es más tu marioneta.

IbrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora