Hubo días que volaron de prisa, perseguidos por nada en concreto, otros más pasaron lentamente, degustando de su caminar y del paisaje. Clamaron lluvias, fuertes vientos y antes de que me acostumbrara a estar de nuevo en casa, la primera ventisca invernal descendió de las alturas, llenando el verde paisaje con un blanco que no añoraba en lo absoluto.
Visité la tumba de mis padres a los pocos días de llegar, y al final del otoño, volví en el comienzo del invierno, caminando con una cubeta enorme, llena de herramientas para quitar la nieve, muchas prendas abrigadoras y una sortija de plata en el dedo. Sabía que el grito que pegaría mi madre al enterarse del compromiso de su hija, si aún estuviera con nosotros, llegaría a ser tan fuerte, y tan potente, que los vidrios y la bajilla de casa estallarían, regando pedazos aquí y allá, obviamente se encargaría de abrazarnos y soltar felicitación y media antes de preocuparse por el desastre, tomar una escoba y ordenarle a su hija que le ayudase con la tediosa tarea de limpiar las esquirlas sueltas, juntándolas en una sola montaña de cristal y porcelana.
Extrañaba a mamá.
Extrañaba a papá.
Terminé de acomodar las piedras redondas que obtuve junto a Dakyo cuando fuimos a pescar en una zona artificial creada dentro del área verde, el contorno de los cajones de tierra, y el círculo que marcaba un área pequeña alrededor del rosal, estuvieron separados, más visibles gracias a la limpieza y el acomodo del pequeño detalle que llevé conmigo.
Satisfecha de que mi arduo trabajo tuviera sus frutos despejé el área de las herramientas y la basura que llevaría conmigo de regreso a casa, dispuesta a alejarla de aquel lugar que comenzaba a considerar sagrado.
— Mamá, papá, me retiro a casa. — dije, juntando mis manos delante, frotándolas para conseguir algo de calor, luego de exponerlas bruscamente al gélido frío. — Prometo regresar antes que termine la semana, o eso espero, la universidad no le da tregua a esta pobre estudiante, y conforme el año avanza el contenido académico igual. Pero no se preocupen, gracias a Zhu llevo un promedio aceptable. ¡Ah! Y también debo agradecer a Dakyo y Conann. A Conann ya lo conocen, hace poco tuvo que viajar de New York a Viena por motivos de trabajo, cumplió su sueño e ingresó a la compañía Slovich, tiene un puesto importante, sirviendo de mano derecha a Shinoby. En cuanto a Dakyo, fue una agente rusa de alto calibre, vive con nosotros en casa, espero que no les moleste porque ocupó el cuarto de la abuela, y la silla de mamá. Es bueno tenerla con nosotros, es animada, y descubrió que le gusta el campo, aunque el cultivo no se le da nada bien, montar, en cambio, lo hace fantástico, dejando en mal incluso a una amazona experimentada como yo. Sabe tanto de armas que puede pasar horas charlando sin cansarse, y adora enseñarme su lengua madre, hay días que amanece de humor y nos habla en ruso, ya he aprendido un poco, y prometió que iríamos a visitar su país natal apenas pase el invierno.
Me detuve, las lágrimas me detuvieron, el frío las congeló, impidiéndoles escurrir, causando que fuese un momento doloroso. Las comisuras de los ojos me ardían, y el agua salada que se almacenaba se volvía un peso muerto que tiraba del párpado inferior con mayor fuerza.
— Yo... Hay cosas que quisiera saber. ¿Por qué nunca me dijeron la verdad? No tendría problema con saberla, incluso si me decían que no eran mis padres no iba a odiarlos. No iba a hacerlo. Tengo una hermana, no sé si lo sepan, su nombre es Varlerine, y, actualmente, se potenció en una heroína internacional, ocupando un lugar privilegiado en la lista de los grandes. De hecho, hace poco sacaron dólares con su rostro. — extraje un billete y lo alcé delante de la tumba, enseñándoles la evidencia aunque ellos no pudieran verla. — Dakyo asegura que está viva, sin embargo no hemos recibido visitas de ella, o de Imoan, o de Valentine. Las únicas que vinieron fueron Prada y Shinoby. Me dicen que debo confiar, y yo no sé, estoy preocupada, no sé qué hacer, no sé como esperar. —suspiré, regresé el dinero a mi bolsillo y le sonreí por última vez a los montículos de tierra, nieve y piedras. — Lo haré de todos modos. Soy una Miller después de todo. Hasta entonces, esperen noticias. ¿Si?
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Ibris
ActionNessa Miller lleva una vida normal, rodeada de gente amable, mientras pasa sus días en una de las áreas verdes, que forman parte de la estrategia internacional, la cual, ayudó a prevenir el desbalance completo y la extinción humana por el calentamie...