XIX: Glorioso rescate

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Irwing.

El nombre, acompañado de una pálida figura blanca me persiguió en sueños. Un sombra nevada que se alejaba, acompañado de un grupo de cultivadores vestidos de verde, lejos, cada vez más distantes de la zona en la que vivieron.

No voltearon aunque los llamé gritando. Por el esfuerzo, mi garganta se rompió por dentro, dejando escapar algo más que palabras.

Sangre.

Su sabor me consumió, sometiéndome groseramente, ahogándome hasta el punto de que nada más existía.

Nada.

Caía en las profundidades oscuras y azules del agua, hundiéndome irreversiblemente, estirando las manos que buscaban una esperanza en aquella luz , que cada vez se volvía más lejana.

Hubo un tirón, alguien se aferró a mi brazo y me sacó del océano. El rostro de Varlerine me dio la bienvenida, transformándose en un monstruo peor de lo que era.

Desperté contrariada, respirando de manera irregular, inhalando y exhalando bocanadas que no lograban su objetivo de oxigenar mi cerebro, mi alma. Las cadenas de miedo y temblores, acompañados de ligeras sacudidas, me ataron a la realidad, a lo que era, y a lo que ocurría.

El verde de las hojas en las copas más altas me tranquilizaron.

Verde.

Verde.

Zhu.

¿Estaría bien? ¿Sus heridas ya estarían sanadas por completo? ¿Y la casa? 

Necesitaba verlo, o hablarle. Había tanto que decir, y por lo qué disculparse también.

Imoan amaba a Varlerine, por eso siempre buscaría defenderla, pero su relación con Zhu, si es que existía alguna, no se parecía en absoluto, por ello, lo que me dijo sin duda debió ser verdad 

Una bomba instala en el corazón de todo el personal bajo el manto blanco de los Ivern, una bomba que se activaba, teniendo un alcance de cinco metros a la redonda, una bomba que se encargaba de callar la información que no debía de ser dicha.

Entendí de inmediato el porqué del silencio de Zhu y las sombras en sus ojos cada vez que abría la boca, cuestionándole verdades que no podían ser dichas, o al menos no por él.

— No lo hace por él.  — Imoan frotó sus manos delante del fuego, tan viva en mis recuerdos como en la realidad. — Sino por ti, Nessa. Si le preguntas algo que la bomba conoce como información clasificada, y él te responde, acabarías hecha pedazos.

Me abracé a la manta, sucia por la tierra y la naturaleza. Todo el tiempo pensé que era terco a que yo supiera, por miedo a mi reacción, o tal vez, incluso, a mis acciones, pero no era así.

Nunca había sido así.

Zhu, él, de verdad lo diría, de no ser por el riesgo de un explosión, de no ser por el miedo de ver su alrededor desmoronarse junto al fuego de la explosión.

Pensando en ello, no pude dormir el resto de la madrugada, permanecía despierta, velando los cuerpos caídos con respiración uniforme. Esperé la llegada del alba, los rayos solares y el calor que de ellos manaban, pero, aunque iluminaban alto, desde muy temprano, por alguna razón ya no podía sentir su calor.

***

Al día siguiente, parecía que la plática en medio de la noche, no había ocurrido nunca. Varlerine lideraba el camino sin voltear. Su tez mostraba un color pálido enfermizo, mucho más gélido que el día anterior, me preocupé porque no estuviera bien, pero no dio señas de flaquear.

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