XVIII: Varlerine, Valentine e Imoan

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— No hay salida. — Ramiro se detuvo, tocando la pared final que nos bloqueaba el paso, reteniéndonos, y sirviéndonos en bandeja de plata para aquellos Ibris que no quedaban muy lejos.

— Crea una. — Valentine golpeó a uno de los Ibris que se precipitaba hacía ella, hundiéndolo en el agua, pisando su cráneo con la bota, corrompiendo las aguas y agitándolas con violencia. — ¡Varlerine!

— ¡Ya voy! — Varlerine retrocedió, dejando de disparar a sus hermanos. Alzó la vista al techo, la luz que manaba de su ojo se apagó, y de nuevo, el rojo ardiente se disparó, cortando metal y tierra. 

Hubo un estruendo estrepitoso, la parte superior cayó, material de construcción y parte de la selva se hundió, abriendo una única posibilidad, una única salida.

— ¡Suban! — ordenó. — Y que no se les ocurra moverse. Valentine, ayuda a que Imoan vaya primero.

— No. — Imoan pasó de un blanco a otro, demostrando su puntería inflexible, incluso sin una gran cantidad de luz. — Que vaya alguien más.

—¡Hazlo!— exclamaron Shinoby y Varlerine a la vez. Al coincidir, ambas se miraron, mostraron los dientes y volvieron a ignorarse, centrándose en la amenaza creciente que se aglomeraba a los lados.

Sin más remedio que obedecer, Imoan se levantó, apoyándose de los hombros de Valentine para alcanzar el borde, tomó impulso y subió. Desde arriba se agachó, estirando la mano para apoyar al siguiente. Vis y Valentine hicieron subir a Connan, Shinoby peleó para que Prada siguiera, Ramiro se veía con prisa de abandonar los túneles de drenaje, así que le siguió, protestando en el proceso, Vis no tuvo problemas en saltar por sí sola, y Valentine se aseguró de apoyarme antes de ir también.

— No temas. —dijo, sujetando mis piernas de gelatina. Yo intenté asentir, pero no lo hice, apenas bajé la mirada, la altura, por muy corta que fuera, causó una sensación de náuseas y vértigo, revolviendo mi estómago. — Con cuidado.

Inhalé profundo, estiré las manos sin volver la vista al fondo, Imoan sujetó con fuerza la extremidad que rogaba por ayuda, porque esa tortura terminara. Tiró de mí, sentí que perdería el brazo, o al menos, se me dislocaría, no ocurrió, pude apoyarme sin problemas en el borde y subir.

— Lo hiciste bien.—felicitó Imoan, palmeando mi espalda.

Me alejé del borde tiritando, Conann se acercó de inmediato.

— Estás pálida. ¿Te hiciste daño?

Negué, incapaz de maquinar palabras con sentido u orden. Me abrazó y temblé más con su contacto, frío y húmedo. 

— ¿El punto de encuentro? — Varlerine bloqueó temporalmente el punto de fuga, activando un campo igual al que salvó la vida de Imoan. 

— Le di indicaciones a Dakyo para que se moviera en cuanto nos fuéramos. — Las palabras de Prada atrajeron la atención de todos. Terminó de vendar el hombro herido de Shinoby y se levantó, alisando las pequeñas arrugas de su sobretodo, que iba por encima del traje oscuro. — No confiaba demasiado en nadie, nos espera en la zona sur, va a tomarnos un día alcanzarla a pie. 

— El problema no es el camino. — Ramiro se quitó los guantes de protección, reemplazándolos de inmediato por un par limpio y nuevo. — El problema son esas bestias que, seguro, van a perseguirnos.

— Puedo ganarles tiempo. — Varlerine sonrió de lado. — Media hora, si corren sin detenerse, llegaran, máximo, a uno o dos kilómetros más allá, no se detengan, a menos que yo haya regresado con ustedes, entonces veremos dónde pasar la noche.

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