1. Ojos de color miel

8.5K 807 91
                                    

Los jadeos y gemidos hacían eco en la habitación de aquella pequeña casa.

Manteniendo un agarre firme en la cadera de la mujer que se encontraba desnuda bajo su cuerpo, la penetraba con dureza y a un ritmo tortuoso, convirtiéndola en un lío de gemidos y llantos de placer.

Llevó su otra mano libre hacía su cuello, piel blanca delicada, un lienzo de mordidas, para sujetarle, haciendo una suave presión en el, sin llegar a lastimarla. Podía sentir sus cálidas paredes apretar su polla, en otro orgasmo liberador que la beta, experimentaba.

Toji no tomaba Omegas.

Pasado un tiempo, se alejo de la mujer, guiñandole un ojo, mientras arreglaba su pantalón y se marchaba del lugar.

Caminando en la oscuridad, dejando todo aquello, tras haber saciado su deseo carnal.

━━━━

Los Zenin poseían mucho dinero y riquezas, siendo dueños de diversas tierras.

Pero eran conocidos por su brutalidad y el mal trato hacía los Omegas, viéndolos tan sólo como una incubadora para sus futuros descendientes.

Al dejar el clan a temprana edad, todo debido a los malos tratos hacía su persona, robó una generosa cantidad de dinero y algunas armas, dejando atrás aquel lugar cargado de abuso y desprecio, sin voltear su mirada, seguro de cada paso que daba.

En su camino sin rumbo, hizo una parada en un pueblo que se encontraba cercano en el sur de las montañas, buscando comida y un lugar para pasar la noche, en un pequeño restaurante, conoció a una Omega, cabellos cortos, tan negros como los suyos, era humilde, bonita. Su aroma cargado de lavanda, le otorgaba aquella calma que tanto anhelaba, su sonrisa amable, causaba que su corazón se acelerara y las palmas de sus manos, sudaran.

Una flor que con el tiempo se convirtió en su esposa y su compañera.

Con el pasar de los meses, el amor dió sus frutos y ella quedó embarazada.

Toji tenía la esperanza de que su cruel destino, cambiará y una luz lo guiará por el buen camino, uno cargado de eterna felicidad.

Tras haber encontrado el amor y el cariño, cosa que jamás espero sentir.

Más el destino seguía siendo cruel con él, porque su amada esposa murió tratando de dar a luz, llevándose al cachorro que con tanto anhelo esperaban, con ella.

El no lo resistió.

El dolor que le causo el rompimiento de su unión y el ardor en la zona donde se encontraba su marca de apareamiento fueron la señal de que todo había acabado. Aquello tan hermoso que alguna vez experimentó, se convertirían en recuerdos y parte de su memoria.

Detuvo sus pasos, por el sendero del bosque, su mirada se encontraba vacía y con un gruñido bajo, llevo su mano hacía su cuello, acariciando la piel, buscando la marca de su amor.

Extrañaba a su compañera.

Recuerdos agrios y dolorosos, además de la rabia y la culpa que sentía , por no cuidar mejor a aquellos que amaba, invadiéndole y nublando su razón.

━━━━

Los días seguían su curso, el invierno estaba a tan solo un paso.

El Alfa vivía en una casa que construyo en el bosque.

Se había alejado del pueblo, al pasar 3 años, puesto que ya no soportaba permanecer en el hogar que con tanto esmero había construido para su mujer y su cachorro.

En aquellos días, cuando el recuerdo doloroso lo invadía, se ahogaba en alcohol.

Ahora, al encontrarse cazando, tras haber cortado leña para la chimenea, un aroma dulce manchado por la esencia metálica de la sangre, capto toda su atención.

Quitó el cuchillo que se encontraba en el cuello de su presa, un ciervo adulto, para posteriormente limpiar la sangre en su pantalón negro y volver a colocarlo en la correa de cuero que se aferraba a su pierna.

Se alejó unos pasos, siguiendo el olor, hasta que sus ojos se fijaron en una cabellera rosa.

En la orilla del río, se encontraba un joven vestido con un kimono azul, desgarrado y sucio. Sus ojos recorrieron su figura, deteniéndose en su rostro, el cual se encontraba herido y marcado.

Por el aroma del chico, pudo deducir, a pesar de los olores de la suciedad que se impregnaban en su ropa y piel, que se trataba de un Omega maduro, olfateó el aire y su ceño se frunció al sentir el aroma de los bastardos de Ryomen en él.

Más gruño, al visualizar uno de ellos, invadiendo su territorio.

Al ver que él intruso se acercaba, además de ser un Alfa, saco su cuchillo, para lanzarlo hábilmente hacía el hombre, logrando perforar su craneo y el cuerpo sin vida cayó con un ruido sordo al río.

Volvió a observar al niño y sin darse cuenta, su mano se encontraba acunando la suave mejilla, manchada por la tierra.

Chasqueo la lengua, decidido a dejarlo a su suerte, pero el recuerdo del amable corazón de su esposa, quien solía ayudar a quien lo necesitara, se interpusieron en sus acciones.

También suponía que el Omega sería buscado por aquel clan y sabía muy bien que Ryomen no era conocido por su cariño hacía los Omegas.

Tenía conocimiento de que el Alfa, se caracterizada por ser un sádico de primera, liderando saqueos a aldeas vecinas, masacrando a niños y mujeres, tomando a los omegas a la fuerza.

El, a pesar de vivir en el bosque, se encargaba de proteger al pueblo que se encontraba a las afueras, puesto que era el lugar donde había conocido a su esposa.

Con su fuerza y destreza, había matado a todo aquel que tuviera la intención de invadir y lastimar a los habitantes de la zona. Su antiguo clan lo convirtió en un guerrero.

Suspiro, sabía que se estaba metiendo en una disputa al llevarse al Omega, pero el recuerdo y el amor por su fallecida esposa, lo incitaban a llevarse al chico con él, puesto que el niño de exótica cabellera rosa, sería masacrado si era encontrado.

Tampoco iba a permitir que esos bastardos invadieran el pueblo.

Decidido, se acerco con cuidado para levantar al chico en sus brazos, observando sus rasgos y el corte profundo entre sus cejas.

Perdiéndose en aquellos ojos de color miel, que se abrieron de pronto, dedicándole una mirada que reflejaba terror.

Sana mi Corazón | TojiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora