11. Sumergirse en aquel placer

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Un mes había transcurrido tras aquella noche problemática.

Yuuji había permanecido algo cauteloso y temeroso ante la idea de volver a encontrarse con aquellos hombres.

Pero Toji lo tranquilizaba, lo dedicaba suaves caricias y su ronroneo causaba que se sintiera adormilado en los fuertes brazos del hombre.

Con el comienzo de la primavera, el Alfa le había propuesto ir al bosque con las intenciones de tener una comida al aire libre.

Yuuji se maravilló ante la idea y se dispuso a preparar algunos bocadillos para que ambos degustaran.

Mientras empacaba todo, Toji le había mencionado que un pequeño regalo se encontraba en la habitación para el.

Curioso, se encaminó a la recámara.

Sus ojos se abrieron de golpe al visualizar un hermoso kimono de seda de color coral con flores rosadas, el obi de un blanco perla con detalles de pétalos bordados.

Con manos temblorosas acarició la prenda y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

— ¿Te gusto el regalo Omega?, — Toji mencionó satisfecho con la emoción que desprendía el menor.

Su Alfa se pavoneó al ver a su pareja feliz con el regalo de cortejo.

— Y-yo, — Susurró sin poder evitar que la emoción fuera notoria en su temblorosa voz, sabía que aquella prenda era carísima.

La última vez que llevo un kimono tan bonito fue cuando aún vivía con su padre, luego sus prendas se convirtieron en telas parchadas y desgastadas.

— ¡Me encanta Alfa!, — Se volteo para observar al hombre y acercarse para abrazarlo, —  gracias.

Se colocó de puntillas para besar a Toji en los labios y depositar algunos besos por todo el rostro del mayor.

Ante aquella acción el hombre se rio entre dientes, sonriendo ante la imagen de su Omega tan feliz.

— Póntelo, quiero verte con el puesto, — Susurro ronco en su oído.

Yuuji gimió y retrocedió para observar al hombre que se había vestido con un kimono negro.

El pelirosa sonrió y ante la mirada de Toji se desnudó, podía sentir sus ojos recorrer con adoración y deseo su cuerpo.

Un sonrojo decoró sus mejillas al verse tan expuesto, pero sonrió ante su propio atrevimiento.

Lentamente se vistió con el kimono, disfrutando de la sensación de la tela en su piel, por último tomó el obi.

— ¿Me ayudas Alfa?, — Le dedicó una sonrisa tímida.

— Por supuesto cariño, —  Respondió con un tono meloso, acercándose para tomar la prenda y atarla en su espalda en un bonito nudo.

Dedico pequeños besos en el cuello de Yuuji, maravillándose con lo hermoso que se veía el chico.

El pelirosa suspiró, cerrando sus ojos, en su interior su Omega disfrutaba de la atención del Alfa.

Toji posó su barbilla en el hombro del menor y rodeó su cintura con sus brazos.

Se quedaron disfrutando del cálido contacto de sus cuerpos.

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A pesar de los tropiezos por parte de Yuuji debido a sus sandalias geta, llegaron al lugar.

Posteriormente colocaron una manta en el suelo y se dispusieron a comer los bocadillos que el pelirosa había preparado.

Se encontraban en un prado de flores no muy lejos de su hogar.

El suave viento golpeaba sus mejillas y el atardecer le otorgaba romanticismo a la instancia en la que ambos se encontraban.

Yuuji yacía sentado, apoyando su rostro en el pecho del mayor, se sentía algo acalorado y sudoroso.

Toji lo rodeaba con sus brazos, acariciando lentamente sus caderas.

En un momento el calor fue demasiado y el aroma del Alfa más que relajarlo, lo tenía ansioso.

Ansioso por sus besos.

Levanto su rostro y con prisa beso aquellos labios que lo tentaban, mordiéndolos y ganándose un gruñido ronco por parte del hombre.

Gimió e introdujo su lengua en la cavidad bucal del mayor, podía sentir sus grandes manos apretando sus caderas.

Yuuji ansiando más, se monto a horcajadas en Toji, suspirando de placer al sentir su erección contra su trasero.

Podía sentir sus muslos pegajosos, por el aumento de su flujo y el aroma de este presente en el aire.

La ansiedad y la excitación invadían su sistema, se dio cuenta que que su celo había llegado antes de lo esperado y si bien se sintió algo acalorado durante la semana, además de algunos calambres, no le tomo importancia.

Gimió y movió sus caderas, solo quería a Toji.

Las pupilas de Toji se dilataron cuando las feromonas de Yuuji lo invadieron, su Alfa se puso ansioso al reconocer el celo de su Omega.

— Alfa, — Gimió, quejándose ante la necesidad que lo invadía.

Toji gimió ronco, para ponerse de pie sujetando al Omega por el trasero.

El pelirosa se aferró a su cuello y rodeó su cintura con sus piernas, a pesar del kimono que lo cubría.

El mayor se apresuró a agarrar todo, para dirigirse a la casa, antes de que la primera ola de calor invadiera a Yuuji.

Su boca salivaba ante el delicioso aroma que desprendía el menor, ansiando por arrancarle la ropa y tomarlo.

Debía darse prisa.

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Al momento de llegar, no perdió más tiempo y se dirigió a la habitación, depositando a Yuuji en la cama, admirando lo sonrojado y jadeante que se encontraba.

— Alfa por favor, — Gimió, mostrando su cuello y abriendo sus piernas.

Toji gruñó y se acercó para besar la piel desnuda de su cuello, lamiendo la zona donde iría su marca.

A pesar de la excitación, el calor y la necesidad que sentía, quería que la primera vez de Yuuji fuera especial.

Quería tomarse el tiempo para adorar y besar cada rincón de su piel.

Saborear su dulzura.

Le quito el obi, para abrir el kimono que vestía, admirando sus pezones rosados que se encontraban erectos.

Los lamió lentamente, sonriendo ante los jadeos que brotaban de la boca de Yuuji.

Acaricio su abdomen, pasando la yema de sus dedos suavemente desde el cuello hasta la pelvis del menor, admirando como se derretía ante su toque.

Sus bonitos ojos color miel, dilatados lo observaban atentamente.

— Mírate cariño, tan bonito para mi, — Susurro ronco en el oído de Yuuji, mordiendo el lóbulo de su oreja.

Paso sus dedos por su mancha, rozando el agujero del menor, ganándose un chillido agudo.

— Tan sensible, — Lamió su cuello.

El pelirosa abrió sus piernas, mostrando su agujero totalmente mojado.

— Voy a comerte Yuuji, — Mencionó relamiéndose los labios ante la vista que le ofrecía el Omega.

Le quito el kimono y posicionó su cabeza entre las piernas del menor, mordió su muslo derecho y le dio una lamida lenta a su agujero, saboreando la densa mancha que lo cubría.

Gruñó ronco, aquello era tan delicioso y dulce como la miel.

Se sentía afortunado de probar y sumergirse en aquel placer.

Sana mi Corazón | TojiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora