Yuuji despertó con un grito ahogado, jadeando, con la ropa pegada al cuerpo, debido al sudor que cubría su piel.
Su pesadilla sólo había sido un recordatorio de todo lo que acontecido.
El recuerdo fresco en su memoria, comenzaba poco a poco a invadirlo de culpa.
Se levantó apresuradamente, buscando la salida de aquella casa, más una presencia lo detuvo.
—¿A donde vas con tanta prisa, chico? — Toji preguntó, mientras se encontraba acostado de lado, semidenudo, en el tatami, bebiendo.
— Yo, ¡necesito volver a la aldea!, tal vez alguién aún éste con v-vida, — Mencionó con tristeza en su voz.
—¿ Creés qué existe un rastro de lo que alguna vez fue tú aldea?, — Se carcajeo. — Sukuna debió arrasar con todo, olvídalo.
— Ellos...., — Susurro, cerrando los ojos.
No quería creer que todo estaba perdido.
Más su ceño se frunció, pensando en las palabras mencionadas por el mayor, por lo que apretó los puños y se trago el nudo que se formaba en su garganta.
— Fue mi culpa, lo rechace y lo golpee, no pense en lo que haría, por eso t-todos están muertos, —Miró el suelo, mientras las lágrimas se deslizaban lentamente por sus mejillas, sus nudillos se tornaron blancos.
Toji frunció el ceño y se puso de pie, acercándose al Omega.
— Mi abuelo se sacrificó por mí, no pude ayudarlo, yo debí haber muerto en su lugar, — Susurro, su mirada se torno vacía, sus feromonas nadaban en el aire, tornándose agrias.
—Escúchame, no sé del todo, lo que sucedió ahí, pero no fue tu culpa chico, nadie debería ser tomado en contra de su voluntad, — Suspiro colocando su gran mano en la cabeza del pelirosa.
Yuuji asintió, aferrándose al hombre y acurrucandose en su pecho desnudo, buscando su contacto y consuelo.
Toji se sorprendió ante las acciones del Omega, más apretó la mandíbula y su mirada se torno fría, llevo sus manos a los hombros del menor y lo alejó.
— Ve a la cocina, hay comida, estuviste dormido por dos días, — Le dio la espalda y decidió ir en busca de más leña, dejando sólo al pelirosa.
Yuuji suspiro, limpiándose las lágrimas con el puño de la camiseta, camino buscando la cocina, encontrándose con una olla que contenía sopa de vegetales con carne y un plato con arroz blanco.
Su estómago gruño al visualizar la comida, por lo que agarró un tazón de porcelana, para servirse algo del caldo.
Tomó una cuchara y llevo los platos a la pequeña mesa, para acomodarse en el suelo, en el tatami, cerca de la chimenea.
Agradeció por los alimentos y comenzó a comer lo que el Alfa le había dejado.
La comida sabía bien, pero algo le faltaba, tal vez le pediría al hombre que lo dejará usar la cocina. Debía pagarle de alguna manera, la estadía y su ayuda.
Mientras comía, observó a Toji cargar leña, la cual depósito en la chimenea que estaba cercana a el, un suspiro de alivio brotó de sus labios, al visualizar las llamas expandirse, sentía tanto frio, a pesar de las pieles que el mayor le proporcionó.
Pese a que la casa no era tan grande, según lo que había observado, estaba muy bien equipada, se preguntaba si el hombre la había construido.
Puesto que había observado troncos cortados y algunas herramientas.
Aunque no podía dejar de lado, el aura que desprendía el mayor, como también su postura tensa. Por mucho que reflejará la imagen de un hombre frío y desinteresado, su mirada por momentos se tornaba nostálgica.
Podía percibir la tristeza en su aroma.
Tampoco olvidaba lo sucedió anteriormente, al tocarlo, se había vuelto muy tosco, alejándolo con un brusco empujón.
El ambiente estaba rodeado de pesadez, haciéndolo sentir incómodo, mientras comía.
Suspiro, nada volvería a ser como antes, solo esperaba que los meses transcurrieran con rapidez y así poder alejarse de Toji.
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Los siguientes tres días, se sentía ansioso.
Su celo estaba llegando, podía sentir su temperatura corporal aumentar, el flujo de su lubricación natural intensificarse, acumulándose en su entrada y descendiendo lentamente por sus muslos.
Su olor se intensificó, causando que la habitación en la que solía dormir, perteneciente a Toji, se llenara de vainilla y flores.
Su aroma mezclándose con el perteneciente al hombre.
Un gemido brotó de sus labios y apretó las piernas.
En el fondo tenía miedo.
Temor de que aquel Alfa lo tomará, aprovechándose de la neblina de su calor, que lo tenía lo ansiando algo duro, que llenará el vacío en su interior.
Notó que el pelinegro se acercaba y apretó su agarré en las sabanas.
—Toji, — Susurró, gimiendo mientras que las lágrimas descendía por sus mejillas.
El mencionado observó el estado del menor, sus pupilas se dilataron y su mandíbula se tensó. Sabía que era peligroso quedarse cerca del chico, pero tenía el suficiente autocontrol para no lanzarse a él o lastimarlo.
Apretó el collar de cuero, que llevaba en su mano y lentamente cerro la distancia, entré él y el Omega que se encontraba en su cama. Paso el accesorio por su cuello, colocándoselo.
Posteriormente lo tomó en brazos y se lo llevó, ignorando el chillido ansioso que brotó de los labios del Omega.
Cuando le preguntó al pelirosa por su celo, solo quería asegurarse de proporcionarle una habitación en la cual el niño se sintiera seguro.
Lo bajo con cuidado y se alejó.
— Dejé comida y agua, además de ropa y pieles, — Mencionó saliendo del cuarto, para posteriormente cerrar la puerta de madera y apoyar su espalda en ella. — Le hice una cerradura, asegúrate de colocarla chico.
Yuuji quien había tomado la ropa, comenzando a hacer un nido para estar cómodo durante su celo, se aferro a una camisa del hombre, al escuchar sus palabras.
A pesar de aquello, aun no podía confiar del todo en él, por lo que se aseguro de cerrar la puerta, tal como le sugirió Toji.
—Gracias, — Mencionó esperando que el Alfa lo escuchará, su corazón latía ferozmente en su pecho.
Toji escucho su voz y suspiro, cerrando sus ojos.
— Como un día soleado de primavera, donde las flores de cerezo abren sus pétalos, — Susurro, inhalando el aroma de Yuuji.
Necesitaba mantener distancia del Omega.
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Sana mi Corazón | TojiIta
RomanceToji es un alfa que lleva una vida solitaria, trata de lidiar con el dolor que le dejo la muerte de su esposa omega y el cachorro que portaba. Anhela morir, pero el destino tiene un regalo para él, un muchacho de ojos color miel y una sonrisa brill...