28. Los amigos no...

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Hay un lugar de esta casa que nadie conoce.

A primera vista pareciera que la mansión sólo tiene dos plantas. Y en realidad, así es. Excepto que si tomas la última puerta del pasillo más alejado en el segundo piso encontrarás que da a unas pequeñas escaleras que llevan a un baño. Es enorme; tiene una bañera de hidromasaje y este gran espejo que abarca toda la pared. No ocupa una tercera planta de la mansión, más bien es una extensión de ella. Y es ahí donde precisamente me llevan mis pies después de murmurar una excusa en dirección a Adrien. Primero, porque no puedo soportar mirar a Cress sin que la sonrisa nerviosa en mi rostro se sienta sucia y falsa. Segundo, porque de verdad voy a llorar si veo de nuevo las expresiones compasivas de los chicos.

Basado en mi afirmación sobre que nadie sabe de la existencia de este lugar no espero encontrarme a alguien allí. Pero lo hago. Y la expresión asustada es lo primero que logro enfocar en cuanto cierro la pesada puerta a mis espaldas. El sonido es pesado y nos deja en un silencio incómodo hasta que lo rompe.

—Joder, Hendrix. Casi me das un puto ataque al corazón.

Lo miro. Está observándome debajo de las pestañas oscuras ligeramente mojadas lo que hace que sus ojos resalten. Ahora son de un gris azulado que me recuerda al cielo despejado. Tiene la camiseta que llevaba antes arremangada en un solo hombro. Es probable que llevara tiempo intentando quitarse la ropa mojada sin éxito antes de que apareciera por la expresión molesta que tiene.

Mi boca se abre y se cierra una, dos, tres veces. ¿Eso que veo ahí es un aro en...?

—Lo siento. No sabía que estaba ocupado. Supongo que ahora estamos a mano —No puedo evitarlo, de verdad que no puedo evitar preguntar—: ¿Tienes un piercing en el pezón?

Parker parpadea divertido en respuesta. Se encoge de hombros como puede y un vistazo rápido a su pecho desnudo me deja claro que no debería estar aquí. Joder. ¿En qué rincón del mundo debo esconderme para no cruzarme con ninguno de los Holt?

—Fue culpa de Denver —responde. Sus dedos siguen intentando tirar de la tela de su camiseta y nunca había visto a alguien tan frustrado por quitarse la ropa.

Pongo las manos en mis caderas.

—¿Cómo? Si llevan menos de un día aquí.

Se mira el pecho de nuevo y resopla entre dientes. También quiero echarle otro vistazo, pero me contengo. Dios mío, sueno como pervertida. Pero es que está ahí, en todo su esplendor cincelado y duro, lo cual es una sorpresa a medias. Parker nunca se mostró interesado en el fútbol como su hermano, sin embargo, era un excelente nadador y surfista. Su cuerpo está construido de una manera más... elegante y atractiva. Y ese aro brillante...

—¿Eso puede infectarse? —Duda. Mis ojos pervertidos vuelven a concentrarse en su rostro. Cierto. Apesta a cerveza y el olor me hace fruncir la nariz sin querer. Veo algo de ropa en el borde de la bañera y ato los cabos rápidamente.

Siento como la vergüenza me enrojece el pecho y sube por mi cuello. Parker me mira allí de pie en el centro del baño apenas vestido y con el cabello desordenado. Empiezo a retroceder sobre mis pies para escapar nuevamente.

—Yo... —mi voz sale en un balbuceo y estoy segura de que un niño de tres años habla excelente a comparación del vómito de mis palabras—, mejor me voy... de igual manera... yo...

—Espera. —Y no sé si es por el tono suplicante de su voz o porque las luces amarillentas del baño dan el efecto de que sus ojos brillan más pero obedezco como si él fuera el príncipe Aladdín y yo el genio a su merced.

Me detengo súbditamente.

—¿Sí?

—¿Tú...? —Parker me gruñe. Su manzana de Adán se mueve ligeramente con el movimiento de su garganta al tragar. Señala su camiseta medio subida y arrugada mientras me enseña su mano herida—. ¿Me puedes echar una mano? Necesito tomar una ducha.

Entre besos y olas✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora