Me mira, con la mano apoyada en el marco de la puerta.
—¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estabas castigada.
Trago la bilis que me sube por la garganta. No vomites sobre él, Indigo. Ni se te ocurra hacerlo.
—Lo estoy. Quiero decir, lo estoy. Me queda una semana más de castigo. ¿Qué hay de ti?
—¿Me preguntas si sigo castigado o que hago en mi propia casa?
Sonrío porque es inevitable. Internamente me pregunto qué hace en su casa, con jeans desgastados y manchados de harina al igual que su camiseta azul claro. Tiene lo que parece ser mermelada de fresa en la mejilla y es extraño que eso me parezca adorable. Pero lo hace. Mi pobre corazón sufre un cortocircuito que no puedo parar.
—¿Tú que crees?
Su respuesta es un leve encogimiento de hombros. Hombros que son tan anchos que casi abarcan todo el espacio de la puerta. Darme cuenta de ese hecho no hace nada por trabajar en el cortocircuito de mi corazón, la verdad.
—Sigo castigado hasta nuevo aviso —dice, resignado—. Tampoco tengo trabajo ahora por el incidente con mi mano. Los chicos están en Boston y no vuelven hasta dentro de unos días... así que estoy ayudando a mi madre a hornear muffins de fresa.
—Eso explica el desastre en tu mejilla. —Le señalo.
—¿Qué? Oh. —Me dirige una mirada desconcertada antes de pasar su mano por su mejilla. Cuando se da cuenta de que está sucio, levanta el dobladillo de su camiseta y se limpia. Algo de la piel de su torso se expone y en serio, de verdad, quiero apartar la mirada. Simplemente no puedo.
Humedezco mis labios inconscientemente y su mirada me atrapa. Mierda. Trago saliva como puedo con mi lengua pesada y no me pierdo la sonrisa de medio lado en su rostro.
Siento que lo último del cóctel de cerezas de Holly es el empujoncito para volver a preguntar:
—Entonces —me balanceo en mis pies y me doy cuenta de que están desnudos. Se me ha olvidado ponerme las sandalias—. ¿Está tu hermano casa?
Parker se ríe entre dientes. Pero no hay un ápice de diversión en su voz. Casi quiero que me diga que no está. Casi quiero preguntarle por qué demonios insiste en llamarme por mi nombre cuando nadie más lo hace. Y por qué seguimos compartiendo notas todas las noches, como si fuera algo puramente de los dos, algo precioso e importante. ¿Por qué hace que todo se sienta tan... real?
Casi quiero preguntarle, pero no lo hago. En su lugar, me muerdo la lengua tan fuerte que seguramente me sangrará pronto. Y él tampoco dice nada. Solo me estudia atentamente mientras cruza los brazos sobre su pecho. Algo en sus ojos grisáceos casi azules ahora me dice que esto no ha terminado.
Ni siquiera ha comenzado, para variar.
—Necesitas a mi hermano. —No es una pregunta, es una afirmación. Aprieta la mandíbula y llama detrás de él, con la cabeza girada hacia el interior de la casa. Un minuto después, Cress aparece a sus espaldas—. Los dejo, chicos. Los muffins de fresa me necesitan.
—Adiós, Parker.
—Adiós, Indigo.
Parker nos deja solos y lo observo hasta que desaparece de mi vista. En fin. Cress ocupa su lugar en la puerta, claramente no esperando visitas, porque solo lleva unos pantalones de pijama de cuadros azules y grises. Tiene el cabello revuelto y aplastado, pero sonríe enormemente mientras me ve. En su estado medio adormilado me muestra lo feliz que está de verme. ¿Eso debería ser una señal, no?
—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estabas castigada.
¿A los gemelos les encantaba repetir lo que decía el otro?
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Entre besos y olas✔️
Novela Juvenil¿Alguna vez has dado un beso inolvidable? Indigo Hendrix puede decir tres cosas sobre ella con seguridad. Le gusta el océano. Le gusta su mejor amigo desde qué eran pequeños. Y haberlo besado en la fiesta de cumpleaños de su hermana ha sido un compl...