Capitulo 7

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ADVERTENCIA CONTENIDO +18: Autolesión.

Natasha se arrastró hasta su cama en la oscuridad de su habitación decidiendo que pasar siete horas en la esquina del suelo había sido suficiente.

Con enojo se quitó la chaqueta verde del uniforme y la lanzó con fuerza hacia la silla de su escritorio.

Tomó su reproductor de MP3 y se puso los auriculares y escuchó la versión acústica de 'Don't let me down' La canción melancólica invocó todo lo que sentía. Ella golpeó su rostro contra la almohada y sollozó.

— Me odio tanto... — Natasha sollozó cerrando los ojos con las lágrimas corriendo por su rostro. — Me odio tanto, y soy tan, tan tonta. — Natasha continuó. — Y soy una mierda de persona.

Levantó la cabeza de golpe, jadeando. No. Tenía que detenerse. Repasó lo que generalmente lo calmaba cuando se sentía ansiosa: comenzó a recordar todas las películas de Disney que le generaban tranquilidad.

Natasha sostuvo el reproductor de MP3 con fuerza mientras se perdía en las canciones: Don't let me down, bubblegum bitch, washing machine heart, something in the way, god must hate me y nobody.

Su mente se llenó de posibilidades en las cuales volviera a vivir el infierno del año pasado.

Con rapidez intentó volver a los pensamientos de las películas. Y era una tontería, sí. Pero solo necesitaba pasar la noche, sin recaídas ni tentaciones.

Tenía que mantenerse alejada de los cuchillos y las cosas filosas. Pero sobretodo, necesitaba alejar los pensamientos de ellos.

Natasha puso su cabeza entre sus manos, clavándose las uñas en el cuero cabelludo.

«La perdiste. No la mereces.» Sus manos fueron a su brazo y clavó sus uñas en la piel rascándose a si misma.

«Deja de rascarte y simplemente házlo.»

El pensamiento resonó por encima de la música, tomando el lugar de las películas.

En éste momento, ella estaba luchando.

Estaba luchando contra una oscuridad de la cual había salido desde hace más de tres años.

Natasha se levantó de un salto. Su mano se dirigió instintivamente hacia las cicatrices casi invisibles e inexistentes en su brazo. Habían comenzado con rasguños y pellizcos cuando tenía trece años evolucionó hasta convertirse en cortes. Ella se sentía avergonzada de sus cicatrices, era la mayor parte de la razón por la cual siempre utilizaba chaquetas de cuero. Pero toda inseguridad se había ido el día en que Wanda las descubrió, ella ni siquiera le había dicho nada, simplemente mantuvo su rostro en blanco y las besó aliviando el corazón de Natasha que latia con fuerza.

No podía volver a eso.

Se sentó en su escritorio agarró el bolígrafo de su cuaderno de dibujo y dibujó corazones por todo su antebrazo en el lugar que había estado rascando antes. Ese había sido el consejo de su padre cuando la descubrió, le dijo que cada vez que sintiera la necesidad de hacerlo simplemente comenzará a dibujar en él cosas bonitas.

El bolígrafo contra su piel se sentía como caricias. Se sentían como amor.

— Me amo a mí misma. — Natasha inició la rutina que creó cuando comenzó a hacerlo. — A veces me odio, pero todavía me amo.

Estos pensamientos se entrelazaron en las marcas de tinta en su piel. Eran como una armadura o una protección. Pero Natasha todavía podía sentir los ecos de la oscuridad en su mente. Ya no confiaba en el silencio. Ya no confiaba en sí misma.

TODAVÍA LA RARA | Wandanat. #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora