Capítulo 8: Yo prefiero la soledad

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Clara Miller:

Dios...si había una asignatura que odiaba era Artes Escénicas. También odiaba a la profesora y mira que yo adoraba la escuela, pero esa maestra siempre obligaba a sus alumnos a formar parte de sus obras de teatro y... bueno como ya ustedes saben; el público y yo no nos llevamos muy bien, bastante voy a hacer cantando en ese programa.

— Entonces, queridos alumnos de mi corazón, la próxima semana haremos la obra de teatro La Bella y La Bestia — nos informó la profesora con las ganas de sonreír que le faltaban a sus alumnos. — Ahora les diré quién va a representar a cada personaje.

Hasta ahora había tenido bastante suerte de que no me había tocado participar en ninguna obra, pero claro, soy Clara Miller, mi suerte no puede durar demasiado.

— Clara Miller, será Bella; Jayden Western, será Bestia, Valeria Jeffs será la bruja... — y así fue torturando las mentes de sus alumnos hasta que tuvo los personajes completos.

Luego de dar un montón de explicaciones que nadie pidió, procedió a entregar los guiones, por suerte era solo un fragmento de la obra. Lo bueno era que no tendría que hacer mucho esfuerzo por aprendérmela ya que me la había leído bastantes veces.

Lo que quedó de clase, se basó en pequeños ensayos de la obra y esas cosas. Para cuándo sonó la campana avisando que era hora del recreo media aula dormitaba, pero no duró mucho cuando la voz de la directora se escuchó a través de los altavoces pidiendo a no sé que alumno de último año que se presentara en su despacho.

Hoy, la verdad, no tenía muchas ganas de salir al receso, por lo que decidí quedarme en el salón deleitándome con la lectura de Antes de Diciembre. No sé cuántas veces había leído ese libro, pero cada vez que lo volvía a abrir me envolvía como la primera vez. Luego de unos pocos minutos ya estaba tan sumergida en las letras que casi di un respingo cuando alguien me saludó. Al levantar la vista me quedé en shock.

Aiden se encontraba frente a mí con sus manos en los bolsillos de los pantalones y con esa sonrisa encantadora que había visto muchas veces en él, pero que por primera vez era para mí.

— ¿Aiden? — pregunté como toda una idiota.
— Ese soy yo, a menos que el Aiden que quieras ver sea otro — se encogió de hombros divertido.
— Eh...n-no, el único que conozco e-eres tú — y ahí estaba yo, tartamudeando con la cara roja de la vergüenza.
— Tranquila, era broma.
— ¿Qué... qué haces aquí?
— Ah, vine a verte.

Y con esas tres últimas palabras mi crush logró acelerar mi corazón a una velocidad que ni yo misma sabía que existía.

— ¿A verme a mí? — interrogué, creo que este chico saca mi idiotez muy seguido.
— Em... Creo que no hay nadie más en el salón — se rió dulcemente y descubrí un nuevo melifluo.
— Pe-perdón, es que soy medio idiota — reí nerviosa.
Medio, yo diría que completa.
Conciencia ¿te puedes callar?
— No digas eso — espetó Aiden  devolviéndome a la realidad — veo que estás mal acostumbrada a que nadie que no sea tu amiga te busque.
— ¿Por qué mal acostumbrada?
— Porque nadie debería estar habituado a estar solo.
— La verdad es que yo prefiero la soledad.
— Pues lástima que a partir de ahora yo no te permitiré estar sola — agregó Aiden y me volvió a sonreír.

Cómo siga sonriéndome de esa forma mi corazón va a explotar.
Para no mostrar mis nervios, hice un intento de risa dulce que espero y haya funcionado porque la vergüenza ya grande como para agregar una cara de espanto.

— Bueno ¿Quieres ir a la cafetería a merendar algo? — sugirió él.
— Em... Si, no me parece mala idea — me encogí de hombros con una sonrisa.
— Entonces vamos.

El resto del recreo me lo pasé con Aiden que para sorpresa mía parecía encantado. Luego del descanso tuvimos que ir a nuestros respectivos salones y creo que por primera vez era de las últimas en llegar. Dimos un par de clases y luego tuvimos que ir a ensayar La Bella y La Bestia. Estando solo los personajes y la profesora me salía todo a la perfección, pero estaba segura de que no sería así en el escenario la próxima semana y sumándole los nervios que tenía por las audiciones el sábado creo que iba a salir muy mal esa obra.

— Todo va a salir bien, no te pongas nerviosa. — me animó Vale como si me leyera la mente.

Le regalé una sonrisa agradecida y continuamos con el ensayo.

Esa tarde no hice mucho. Luego de hacer mis tareas hablé con Valeria sobre las audiciones y ella parecía más entusiasmada que yo.

— Oye, te puedo preguntar por qué no me has obligado a cantar para ver cómo lo hago — pregunté a mi amiga.
— Confío en ti y además quiero que me sorprendas en las audiciones.
— Pero si las audiciones no las van a transmitir¿Cómo las vas a ver?
— Amberly, crees que tu mejor amiga te va a permitir ir sola a audicionar.
— Oh Vale, gracias — le sonreí ampliamente.
— Nada de gracias, a cambio tendrás que responder algunas preguntas.
— Ya sabía yo que estabas siendo demasiado amable —negué con diversión — a ver ¿qué quieres saber?
— Para empezar ¿Cuando pensabas hablarme de lo que hay con Aiden?
— ¿Eh? — ya empezaba con mi idiotez.
— Clara, vi que hoy se pasaron todo el recreo juntos.
— Ah, eso... — sentí como el rubor recorría mi cara — es que... mmm...
— Clara, habla de una vez, soy tu mejor amiga no una extraña — frunció el ceño.
— Bueno, es que... ¿Te acuerdas de que el domingo fui al cine con Jay y unos amigos suyos?
— Ajá... — me incitó a continuar.
— Pues entre ellos estaba Aiden... y...
— ¿Y...?
— Y... puede que se me haya insinuando un poquito.
— ¡Ahh! — chilló Vale entusiasmada — ¡Por fin tengo un cuñado!
— Valeria, creo que deberías bajar tu emoción, porque Aiden y yo no somos nada — aclaré.
— Aún — señaló ella.
— Vale, él está con Jessica, o se te olvidó.
— Clari, él dejo a Jessica, o no te has enterado.
— ¿Qué? ¿De veras?
— ¡Ah! Mira como te brillaron los ojos — sonrío aún más emocionada — pero no te culpo, es tu crush desde hace cinco años y tienes una oportunidad con él, es que hasta yo estaría irradiando alegría si me pasara algo así.
— Vale, creo que te estás excediendo porque nunca ha dicho que le guste.
— Clara Amberly, para ser una cerebrito eres demasiado idiota.
— ¿Por qué dices eso?
— Hora de dormir, hasta mañana.

Y así muy descaradamente la muy perra se acostó cubierta de pies a cabeza y se durmió o eso aparentó. Luego de unos minutos de meditación conmigo misma opté por imitar a Vale y me dormí.

LOS COLORES DE TU VOZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora