Capítulo 4

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Asher

Mire la hora en mi móvil, era tarde, tenía que irme o mi madre iba a matarme. Me hubiera gustado pasar más tiempo con Leila pero tenía que irme.

--Tengo que irme, nos vemos mañana en clase, enana- Entrecerró los ojos en mi dirección, vaale, no le había gustado el apodo. Es cierto que le saco una cabeza, además ahora iba a poder molestarla con ese apodo.

Jeje

--¿Cómo me has llamado?-

--Enana, supéralo, te saco una cabeza--Si las miradas mataran estaría a 10 metros bajo tierra, esa mirada no podía ser legal.--Hasta mañana--La dije acercándome a ella y besándola la mejilla. Eso pareció sorprenderla. Me hizo gracia como sus mejillas adquirieron un leve rubor.

Me gire para irme y cuando estaba cruzando por la puerta me llamo.

--Asher, para--Me di la vuelta y la mire--No debes decirle nada a nadie y tampoco puedes decirle nada a nadie de donde se encuentra esta casa.--

-- Te lo prometo--Me acorde de un pequeño detalle, no tenía su número, no iba poder hablar con ella.-- Oye enana, ¿cómo vamos a comunicarnos cuando estemos en lugares diferentes?--

--Oh, tienes razón, déjame tu teléfono--Se lo doy veo como teclea algo, su número. Cuando me devuelve el teléfono veo que se ha agregado como y lo cambio automáticamente a

--Bueno, me voy, hasta mañana--

--Hasta mañana--La escucho decir mientras salgo de la casa.

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Llevo un mes trabajando con Leila. Mientras ella se va a luchar contra el crimen, como me gusta llamarlo, yo me quedo en la sala de mandos, hablando con ella por un pinganillo. Ya que los ordenadores tienen programas para hackear y permisos que la han dado la policía, podemos acceder a todas las cámaras de la ciudad, tanto las de tráfico como las de los bancos e incluso las de las comisarias. A sí que mientras ella está salvándole el culo a la ciudad yo estoy aquí salvándola el suyo, la aviso si alguien se la acerca por la espalda o le digo por donde han huido los malos, esas cosas.

Estábamos a viernes, acabábamos de salir del instituto he íbamos hacia mi casa. Mi madre me pregunto hace unos días que donde iba todas las tardes desde que terminaban las clases hasta la hora de cenar y yo la dije que iba con una amiga y estudiábamos o hablábamos o íbamos a comer y que algún día íbamos a comprar un helado, no era del todo cierto pero no podía contarle la verdad.

Por eso estábamos ahora de camino a mi casa, mi madre me dijo que quería conocer a esa amiga y después me giño un ojo, mi hermano que estaba con nosotros me dijo "a por ella, fiera" y yo no pude evitar reírme y decirle "es solo una amiga"

Pero eso no te lo crees ni tú.

Cállate.

Oh, vamos, si cada vez que puedes te quedas mirándola embobado.

Bueno, en eso tienes razón.

Yo siempre tengo razón

Ya.

Es verdad

Eso no te lo crees ni tu

¿Acabas de utilizar mis propias palabras contra mí?

Si, supéralo.

--¿Estás bien? Te noto un poco distraído-Me pregunto Leila sacándome de mis pensamientos.

Si, genial solo estaba discutiendo conmigo mismo

Oh, cállate de una vez.

--Sí, sí, estoy bien. Tú también andas un poco distraída - Este mes junto a ella me ha ayudado a conocerla mejor y aprender a descifrarla.

--Sí, es solo que tengo un mal presentimiento...-- De repente se escuchó un ruido extraño viniendo del callejón que teníamos al lado-Quédate aquí-Dijo mientras me daba su mochila y se ponía su mascarilla negra, después se metió en el callejón.

Después oí algo fuerte caerse al suelo y me metí en el callejón despacio. Vi a Leila, digo, Mera en el suelo boca abajo y a un chico de nuestra edad sentado encima de ella. Él se levantó, era de mi estatura, pelirrojo, me daba la espalda por lo que no puede verla la cara, pero lo que sí que veía es que estaba en forma.

Mera se levantó del suelo y al darse la vuelta abrió los ojos incrédula a la vez que miraba al pelirrojo.

-Zack...- Dijo mientras se quitaba la mascarilla.


El chico de ojos verdes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora