11. Compañeros

32 3 0
                                    

Ann

Me despierto poco a poco, dormí como nunca. Mi mirada se pasa por toda la habitación, paredes blancas, un mueble con una televisión, una habitación de huéspedes. Estoy tapada con una manta, a través de la ventana veo que ya oscureció y que está lloviendo. Veo la hora en mi reloj, 11 pm. Dios, vaya que dormí. Me siento en la cama, no sé dónde están mis zapatos.

Me paro y busco un baño, había una puerta y bingo. Era el baño, entro y me veo en el espejo, mis ojos están hinchados, recuerdo lo que sucedió.

— Maldito Nick. — susurro, lo odio con todas mis fuerzas, lo quiero ver hundido, lo quiero ver sufrir.

Dejo esos pensamientos a un lado y me echo agua en el rostro, mi estómago gruñe.

Me seco con la manga del suéter y regreso a la cama, le había contado a Zeliel, aún me costaba aceptar lo que había hecho. Tal vez había sido un error pero ya estaba hecho, no podía quedarme por mucho tiempo ahí y....

— Mierda, ¡Rob! — le dije que iría a su casa, me ha de estar buscando, mi teléfono, ¿Dónde está mi teléfono? Busco entre las mantas y nada. De seguro lo dejé en la sala.

Suspiro, tengo que bajar. Me resigno y me palpo las mejillas para darles un poco de color.

Abro la puerta despacio y el pasillo está a oscuras, al fondo hay más puertas, a mi izquierda están las escaleras. Camino sin hacer mucho ruido y bajo con cuidado, no había nadie en el primer nivel. Me dirijo a la sala y nada, no veo ni teléfono por ninguna parte, sé que debe estar por aquí, levanto las almohadas.

— ¿Buscas esto? — salto en mi lugar, me doy la vuelta y un Zeliel vestido con ropa casual me observa desde el marco de la puerta, sus ojos verdes me examinan. En su mano está mi teléfono.

— Sí, eso buscaba. — respondo, se acerca lentamente y me lo entrega.

— Le tuve que contestar, Rob llamó unas 50 veces y le dije que estabas conmigo y que no se preocupara. No muy convencido vino hacia aquí a las 8 de la noche, vino a verte y se aseguró de que estuvieras bien. — la mirada que me lanza no la puedo descifrar.

— Gracias. — agradezco y él asiente, uh, está serio. — Yo... Yo voy a llamar a Rob. — me doy la vuelta y marco su número y en efecto, 50 llamadas.

¿Ann?

Hola Rob...

— ¡Al fin! Por Dios, ¿Cómo se te ocurre quedarte con Zeliel Richter? ¡A penas lo conoces! No sabes lo preocupado que estaba por ti, fui a tu casa y no encontré a nadie, luego Zeliel me contesta y mi sorpresa es que estás durmiendo en una casa de un amigo de Zeliel. — su voz de padre preocupado me hace hacer una mueca de culpa.

— Rob... Yo lo siento en serio. Perdón. No puedo decirte más que eso, fui una total inconsciente e hice preocupar a la persona que más le importo. — digo jugando con el doblés de mi falda.

Y vaya que sí... Solo... Solo quiero que estés bien. ¿Pasó algo más?, cuando fui a verte tú tenías los ojos hinchados... ¿alguna crisis? — pregunta temeroso. Carraspeo y veo de reojo si Zeliel sigue ahí, no hay nadie.

— Yo... Yo le conté a Zeliel. — susurro. No era necesario que especificara qué fue lo que conté, un silencio rotundo se queda entre ambos.

¿Confías en él? — aquella pregunta resuena en mi cabeza, ¿lo hacía?, sí, lo hacía. ¿Tenía razones necesarias para hacerlo?, no, de hecho tenía más razones para no hacerlo.

— Sí... — me aclaro la voz. — Yo estaba aquí con Zeliel, tranquila, luego Nick me llamó y me amenazó. Sabes cómo me pongo cuando él hace eso, me puse histérica y simplemente hablé, Rob, ¿hice mal? — la pregunta se la hice a él y al mismo tiempo a mí misma. Escucho un suspiro.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora