1. Punto de quiebre - Omnisciente

113 8 12
                                    

—Deja de hacer eso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Deja de hacer eso. — la niña de catorce años dejó de menear los espárragos de un extremo a otro en el plato cuando su madre le reprendió, dejó salir un suspiro como tantos otros. Sus dedos tomaron el cubierto y comió sintiéndose pequeña e insignificante. Siempre se sentía así desde que su madre le veía con desaprobación.

—Tranquila, tal vez no tiene hambre. — su padrastro Roman tranquilizó a su madre que seguía despreciando con la mirada a la pequeña.

—Pfff, pues tiene que tragar algo, es la única noche que se ha dignado a bajar a cenar, quién sabe cuándo la veremos después. — no quería lloriquear enfrente de su madre pues sabía lo que le esperaba si eso pasaba.   

Saltó en su lugar cuando sintió la mano de la persona que menos quería ver en ese momento, su hermanastro había puesto su mano por encima de la pierna de la niña mientras éste le sonreía con afán. Y algo más.

—Tal vez está cansada. — interviene Nick, su hermanastro.

—Oh, mi querido Nick, no te preocupes por esa mocosa, es una malcriada. — le dolía saber que su propia madre demostraba más aprecio e incluso amor a alguien más que a su propia hija.

Terminó lo más rápido que pudo para librarse de esa incómoda cena que sólo le recordaba las muchas razones de no haber bajado toda esa semana a cenar.

Su madre era una mujer bella, muchos decían que se parecían, pero ella misma sabía que no era así, su madre guardaba mucho rencor, más de lo que se imaginaba, en cambio ella, no había sentido dicho sentimiento hacia alguien, aunque empezaba a sentir eso por su hermanastro Nick de vez en cuando, cuando se comportaba feo y le miraba con ojos oscuros.

Se retiró de la mesa a tropezones y con la voz de su madre a su espaldas diciéndole montón de insultos que a ella ya no le afectaban, o eso quería creer.

Se echó en su cama y habló con su padre contándole cosas que se le ocurrían, aunque ella sabía que él sabía todo lo que pasaba, porque estaba en el cielo.

—Sé que no me responderás, ¿Pero, por qué mamá es así? — la pregunta se la había hecho a ella misma y al aire infinidad de veces desde que entendió que su padre no regresaría.

—¿Puedo? — calló cuando la voz de Roman la distrajo, tímida asintió.

—Hablé con tu madre sobre su comportamiento, pero está en una etapa que le tiene mal. — vaya etapa entonces, que ha durado desde que tengo memoria; pensó Ann.

—Entiendo... — susurra tranquila, el hombre le sonríe y le da un beso en la frente antes de marcharse, es un buen hombre, su hijo no.

Se apresuró para cerrar la puerta con pestillo pero unos pasos se escucharon y su puerta no cerraba, odiaba que su madre le hubiese dado la habitación más descuidada de la casa, era prácticamente una mansión y su madre ni en eso quería que ella se sintiera bien.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora