Zeliel
Me recuesto en la cama, llevaría a Ann a un buen lugar y compensaría lo que pasó el sábado en la fiesta y también mi alejamiento las últimas dos semanas.
Cierro los ojos y vienen a mi mente los de ella, ¿que si me recordaba del beso? Malditamente sí. Sus labios sobre los míos y luego su mirada llena de nerviosismo. Tenía fresca esa imagen en mi cabeza y vaya que quería repetirlo.
Me dispongo a tomar un baño pero antes recibo la llamada de Spencer y contesto.
— ¿Qué pasó? — contesto y me empiezo a desvestir, aún recuerdo la vez que mi madre nos trajo a mí y Lilian a la playa, no me gustaba viajar porque a mi madre sí y no me gusta hacer cosas que me recuerden a ella, tal vez era inhibir el dolor de la pérdida como cobarde pero así lidiaba yo con las cosas.
— Lo que me pediste ya está. — sonrío ladinamente.
— Gracias Spencer. Dile a Joshua que luego me paso a darle las gracias a él personalmente. — digo, ríe.
— Claro hermano, pasa felices vacaciones con tu compañera Ann. — se burla con sarcasmo y cuelga. El maldito no me va a dejar en paz con eso, de eso estoy seguro.
Entro a la ducha y veo mi rostro, el ojo ya se veía normal casi por completo. Sonrío, al maldito lo dejé peor.
El sábado que pasó no pude estar con Ann por cuestiones del negocio, Russell es hijo de Louis Pearce, la mano derecha de mi padre. Y crecí con él por esa relación entre nuestros padres, me metía en problemas con él y ese tipo de cosas, luego conocimos a Spencer, Lucien, Joshua y Arnold, que llegaron ser por mera casualidad hijos de personas pudientes que tenían negocios con mi padre, todos teníamos algo en común a excepción de Spencer, aborrecíamos a nuestros padres, cada uno tenía sus razones. Mi amigo era la excepción porque él no odiaba a su padre, odiaba a su madre y a lo que les había hecho, los dejó en la ruina a su hermana y a él.
Cuando yo me fui fue difícil mantener lo que queríamos hacer, nuestro propio negocio. A penas tenía 16 años cuando empezamos a planear todo, soy el menor entre todos puesto que Joshua, Arnold y Lucien tienen 21 y Spencer 20 y no querían arriesgarme a salir perjudicado. Con el tiempo de amistad me dí cuenta de lo que se sentía formar parte de una familia de hermanos que te protegían.
El sábado no fue más que una reunión para ponerme al corriente de todo, bebimos y charlamos y yo salí a fumarme un cigarrillo cuando ví al tipo que había empujado a Ann.
Estaba sólo y el muy depravado estaba insinuándose a cada chica que veía pasar. Yo no contradecía a las casualidades, si la vida me lo volvía a poner en el camino era por algo y esta vez le podría romper la cara. Y lo hice.
Lastimosamente no estaba solo y sus amigos llegaron luego a darme una paliza, la pelea no era justa ya que ellos eran 3 contra mí, lograron darme un puñetazo y hacerme caer un par de veces antes de que llegaran Russell y Joshua a ayudarme. Sin duda quedé satisfecho al patearle el trasero al tipo ese.
Me meto a la ducha y me doy un largo baño, por fortuna no tuve que pedirle a Ann que investigara sobre algunos negocios de Roman. Yo mismo entré a su casa aprovechando que no había nadie más allá de quienes trabajaban ahí y nadie me vio. Vaya falta de seguridad, ni siquiera habían cámaras.
Al entrar a la oficina de Roman todo parecía pintar bien y normal pero mientras hurgaba entre unos papeles encontré varias cosas, no las suficientes para librarme de mi padre pero sí algo para mantener tranquila su ansia de información. Roman tenía tratos con policías de la ciudad y algunos vocales de la mesa redonda porque había una carpeta llena de cheques con cifras altas, dirigidos a las personas correctas le daba libertad de hacer lo que quisiera en la ciudad, eso sin contar que es íntimo amigo del alcalde.
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Sálvame
PuisiAnn sufría mucho, desde pequeña todo lo que su vida implicaba eran lágrimas, sabía que necesitaba algo de dónde agarrarse para no caer de nuevo y quebrarse. Y no se imaginaba que esa mirada fría teñida de verde sería su salvación, sin embargo, con l...