13. Fiesta

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Ann

Celine me observa sentada desde el sofá.

— Así que mi primo pasa por ti dentro de 15 minutos. — asiento, termino de ponerme los zapatos, en el transcurso de la semana había estado trayendo mis cosas para no estar ahí ni siquiera el viernes. Ahora estaba en alguna especie de interrogación policiaca con Celine. — Ya veo... bueno, yo iré a desayunar con tu sexy mejor amigo. Bye bye mi bella dama. — me lanza un beso en en aire y yo río por su forma tan divertida de irse.

Me había bañado y puesto un pantalón de mezclilla azul y una sudadera ligera algo floja y unos converse negros, mis zapatos preferidos para todo. El clima pintaba algo de aire, mejor irme abrigada.

Escucho el claxon y por la ventana veo el auto de Zeliel.

Bajo, anoche había hablado con Rob de ir con Zeliel y bueno, él pareció algo extrañado como Celine pero no me dijo nada más, solo que me cuidara.

Salgo y él está recostado en su auto, lleva de nuevo unos lentes negros, esta vez tiene unos pantalones negros flojos, una camisa manga larga blanca y unas botas militares grises, se ve muy guapo.

Me aproximo a saludarlo con la mano pero antes de que pueda hacerlo él se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.

— Buenos días, estrella. — susurra, aquello me deja descolocada, una sonrisa surca su rostro. — Espero te gusten los desayunos de donde te llevaré... ¿O ya desayunaste? — niego. — Bien, vamos. — me abre la puerta y yo entro seguida de él. Aún estaba sopesando lo que él acababa de hacer.

Pone en marcha el auto y yo me limito a ver el paisaje por la ventanilla, la ciudad era muy tranquila y por las mañanas me gustaba ver a la gente pasear con sus cachorros, siempre he querido uno pero mi madre es un caso muy complicado.

El letrero de "Pollo y waffles" de color naranja capta mi atención, a mi mente vienen tantos recuerdos. Mi padre solía traerme a desayunar ahí.

— ¿Te gusta? Si no podemos ir a otro lugar, el que tú quieras... — lo interrumpo.

— ¡Me encanta! En serio, hace años que no probaba esta combinación. — bajamos y me adelanto a entrar al restaurante, el olor y el calor son abrazadores, mi estómago está ansioso por comer. 

Voy y me siento para ocupar una mesa, frente a mí se sienta Zeliel y sus ojos verdes me ven, ya no trae los lentes, me ve como siempre, con intensidad, ya aprendí que su mirada es así, intensa, fría y muy hermosa, siempre que veo sus ojos me recuerdan a un pequeño relato que cuenta la historia de un demonio que por sus ojos era adulado y por ellos fue condenado.

— Me encantaría saber qué es lo que piensas. —  carraspeo vacilante, iba a hablar pero la mesera se me adelanta y pregunta qué es lo que queremos ordenar, yo ordeno el platillo clásico y él hace lo mismo, la mesera le coquetea de principio a fin. 

— Ya te lo traigo, guapo. — apreto los labios para no reír. Zeliel se queda como si nada. 

— Ya te lo trae, guapo. —  digo con gracia, eleva una ceja.

—  Lástima que ella no es mi tipo. —  frunzo los labios. 

—  ¿Cómo es tu tipo? —  se recompone en su asiento y se inclina para acercarse más a mí.

Sálvame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora