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— Desde hoy seré tu pretendiente. — Fue la frase final de un dios rubio que no podía apartar su vista del chico frente a él.

De un momento a otro un príncipe de cabello castaño se encontraba en una situación que no es cotidiana, ya que de repente, ante él, la presencia del dios solar Apolo se hizo presente, como era de esperarse no tenía ni idea de que era lo que él hacía frente suyo, o si quiera como reaccionar ante tal sorpresa.

Todo comenzó cuando una noticia llegó al palacio, una propuesta para una competencia, siendo más claro, querían organizar una competencia de carreras; además de otros ejercicios que los participantes deberían realizar.

Buscaban la aprobación y el financiamiento del rey, a él le pareció una buena idea que su hijo, el príncipe, participara en la competencia, por parte del príncipe le pareció bien ya que lo encontraba como una oportunidad para demostrar su potencial ante su padre, quería ser digno para el reino al que pertenecía.

A la competencia vendrían invitados de otras naciones a competir, así que debía estar muy preparado para el evento. A partir de ese día hasta ahora salía todas las mañanas a correr para la carrera, no era tan difícil ya que desde muy pequeño se había acostumbrado a hacer ese tipo de entrenamiento, es normal siendo Esparta.

Decidió descansar un poco y explorar  el lugar, allí se encontró con un gran templo abandonado, las ruinas estaban a mitad de un bosque tenebroso, mirando a su alrededor recordó como de pequeño solía ir a recorrer los alrededores junto a su hermana, solo para que saliera corriendo a los brazos de su madre, la reina, por los constantes sustos que su hermana provocaba en él. Se estremeció al recordarlo.

Apesar de ya estar en ruinas, aún se podía apreciar su hermosura, los restos parecían mantener su color original, lucía como una constante lucha contra la naturaleza para no terminar cubierto completamente de esta. Con la palma de sus manos tocaba lentamente estructuras hechas pedazos; adentro estaba completamente vacío, parecía haber sido saqueado, pero la pregunta que naturalmente venía a la mente... ¿A qué dios esta dirigido este templo?

Pensativo el príncipe comenzó a indagar acerca de la pertenencia de este templo en ruinas, “como nos encontramos en Esparta lo más probable es que sea un templo dedicado al dios de la guerra Ares, sin embargo, no luce como uno” pensó. “Se ve más abierto, como si el propósito de este es que entrará el sol por las mañanas y verlo salir por el ocaso”, terminó de indagar, curioso quiso mirar más.

La curiosidad le inundaba la mente, las buenas historias siempre fueron del agrado del pequeño príncipe y este templo parecía tener una buena historia que contar, pero lamentablemente los templos en ruinas no hablan.

Una idea que parecía grandiosa había llegado a la mente del castaño, creyó que si el lugar estaba abandonado podría utilizarlo como un lugar secreto, donde podría desestresarse y relajarse cuando ser príncipe espartano le quede un poco grande.

Analizó mejor el lugar y se pudo dar cuenta de la gran iluminación que tenía, de repente una imagen de él junto a alguien se hizo presente en su mente, sintió como el sonido de un instrumento de cuerda se deslizaba por sus oídos, siempre le gusto el sonido que producían estos instrumentos pero era muy malo tocandolos. 

Abandonó la idea de tocar, en su lugar prefiere escuchar a otros hacerlo, imaginaba como tenía a alguien especialmente para él que le pudiese tocar siempre, pero aún no conocía a nadie que lo hiciera por él.

Su sonrisa se hizo presente al imaginar sin fin todas esas posibilidades; pero no tardó en desaparecer cuando se escucho un ruido más adentro en el templo, se asustó por el sonido, pero eso no le quito la creciente curiosidad por ver que era. El templo era muy largo y el príncipe se encontraba en lo que parecía ser la mitad, después de un suspiro fue valiente a ver de que se trataba.

Flor de Jacinto. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora