¢αηтσ XVII

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La noche no fue la mejor, y su día tampoco lo sería, como no durmió pudo ver como un sirviente entraba a dejar un traje de gala para el evento de hoy, no quería interactuar así que se hizo el dormido.

Salió de la cama y se lo puso de inmediato, lavo su cara y se preparo para salir, unos guardias lo dirigieron al lugar donde esperaría hasta que el evento comenzará.

Había sido el primero allí, así que pudo ver a los sacerdotes hablando con las personas que traían los sacrificios, así como veía los adornos ser puestos, los altares ser decorados y la escultura del dios Zeus ser puesta en el centro.

Estaba demasiado ocupado mirando al rededor que no noto la presencia del joven de Mileto, el muchacho se sentó a su lado y observó lo mismo que el príncipe.

    — Nervioso? — el joven hablo asustando al príncipe que lo miro enseguida, el muchacho de grandes ojos negros se disculpó por haberlo asustado.

    — Un poco... Abrumado.. eso es todo. — lo miro, su cabello era más largo que el suyo, y al igual que el ateniense tenía las piernas muy largas.

    — También es mi primera competencia.. Parece que no para el ateniense, parece ser popular, quisiera ser como él. — hicieron contacto visual, le sonrió pues necesitaba tener una plática tranquila con alguien, se sorprendió cuando el muchacho se puso muy rojo, se asustó por no saber que le pasaba.

    — Estás bien? — este asintió rápidamente y volteo su mirada hacía delante, tratando de cambiar de tema se presentó aunque el ya sabía su nombre y quién era. — Soy Jacinto de Esparta.

    — Es un placer, soy Bagoas de Mileto, espero ser un buen contrincante. — parecía tomar valor para mirarlo y sonreírle.

    — Igual.

Luego de tener ese pequeño momento de tranquilidad todo volvió a ser igual de ruidoso que antes, el dios del viento se escabulló para sentarse al lado del príncipe, comenzó a animarlo para que no se sintiera igual de nervioso que antes, ayuda que fue bien recibida.

La ceremonia comenzó unos instantes después, parecía verla pero su mente estaba en otro lado, tratándose se calmarse, recordando que no fue a visitar al ciervo, queriendo ver al dios que amaba, salir de allí, entre otras cosas.

Al concluir todos fueron al comedor pues debían desayunar antes de comenzar con los calentamientos antes de la primera competencia que seria al día siguiente, al pasar enfrente de los demás participantes parecían hablar de el, incomodo trato de no pensar en eso.

Fue bueno para él que al menos uno de los participantes no fuera como los demás, pues el joven de antes lo acompaño todo el día, parecía ser una agradable persona, aunque bastante tímida, pues cada vez que le hablaba se ponía rojo, eso asustaba al espartano.

Al salir al calentamiento fue lo mismo que en el desayuno, gruño, no quería estar allí, el dios trato de animarlo, juntos practicaron con el caballo, sorprendiendo a todos los presentes pues el cuadrúpedo era hermoso.

Ya no le gustaba ser el centro de atención, nunca le gustó, volvió a ignorar ese hecho y siguió con lo suyo, sin darse cuenta que parecía tan enojado y serio que hacía que todo mundo lo mirara más que antes.

Gracias a que el dios era igual de llamativo no los dejaban muy solos, y mucho menos el ateniense que no era del agrado de ninguno de los dos. Todas las veces que se topaba con él parecía burlarse de él, o pretender parecer mejor, trato de ignorarlo, pero de verdad estaba apunto de golpearlo si seguía así.

El entrenamiento no fue muy duro, solo fue para pasar el rato y no dejar que los músculos se enfriaran, pues no era recomendable hacer esfuerzos pues podía causar algún accidente.

Flor de Jacinto. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora