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El dios fue a los aposentos de las musas, pues en ellas residía su plan, pensó en ellas para completar su venganza incluso si eso implicaba poner palabras que nunca dijo en la boca del músico.

— Buenos días, Caliope, Clio, Euterpe, Talía, Melponeme, Terpsicore, Erato, Polimnia, Urania. ¿Cómo han estado? — comenzó con una pregunta de cortesía, las diosas voltearon hacía el dios y muy alegres fueron a recibirle.

— Saludos Apolo, que gusto verte de nuevo. — saludo la mayor de las musas, Caliope, su bella voz inundó el lugar, alentando a sus hermanas a hacer lo mismo.

— Apolo... — llamó la musa de la historia, Clio, la cuál se dice que introdujo el alfabeto a Grecia.

— Hola Apolo. — distraída la musa de la música, Euterpe, saludó al dios, pues estaba algo ocupada con su flauta doble, de la cuál ella es la creadora.

— ¡Apolo! ¡Te extrañe! ¿Por qué no habías venido? — por ir a abrazar al dios casi deja caer su máscara, la musa de la comedia y la poesía bucólica, Talía, emocionada por ver al dios.

— Talía, ten cuidado... Buenos días Apolo. — logró tomar la marcará antes de que cayera y se rompiera, con el ceño serio habló, la musa de la poesía sacra, Melpómene.

— También me alegra verte, Apolo. — delicada fue hasta el dios la musa de la danza y la poesía corporal, Terpsicore.

— ¿Cómo te va? Haz conseguido una buena historia romántica la cuál contarme. — la musa de la poesía amorosa, Erato, se acercó hasta el dios el cuál negó.

— Un gusto en verte de nuevo. — Polimnia, la musa de la retórica habló, dejo el órgano que siempre lleva consigo y fue a encontrarse con el dios.

— Coincido con mis hermanas, pero, ¿Qué es lo que te trae por aquí? ¿Hay algo importante que debas decirnos? — aún si es la más pequeña de todas no deja ser la más sabía, la de la poesía didáctica y la astronomía, Urania, fue al punto, pues no le gustaba vacilar.

— Debo informarles acerca de lo que escuché decir a un humano hacía ustedes. — todas se callaron pues parecía no ser algo bueno. — Me retó al decir que su música y su canto es mejor que el de las musas y el mío, así que antes de proceder con cualquier castigo en su contra pensé en comentarles y oír su opinión.

Todas se miraron con el ceño fruncido, al parecer los humanos no dejarían de querer rivalizar con los dioses.

— Debemos hacer algo, esta falta no puede quedar sin un digno castigo. — replicó Melpóneme al escuchar la noticia.

— Fue muy grosero de su parte, no lo creen. — esta vez habló Talía, se encontraba enojada por el reto del humano.

— Eso no es muy romántico. — lamentó Erato, pues ella buscaba una historia romántica no triste.

— Fue claramente una agresión hacía nuestra integridad. — mencionó con cierto descontento Clío.

— Que humano tan descortés. — con su típico semblante sombrío habló Polimnia.

— Yo puedo competir con ese humano insolente! Estoy segura que ganaré. — Euterpe apretó su instrumento, pues se encontraba enojada al saber que no respetan su música.

    — Yo apoyo a Euterpe. — respondió con enfado la musa de la danza.

    — Hermanas, relajarse es la mejor opción por ahora, debemos pensar en un buen castigo por su insolencia. — la mayor de todas habló calmando un poco la situación, al estar todas en silencio dió paso para que la más pequeña opinara al respecto.

Flor de Jacinto. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora