¢αηтσ XI

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Abrió los ojos y a su lado vió la cítara que el aedo le había regalado, sonrió al verla, trató de tocar una cuerda y como resultado produjo un sonido desafinado, le hubiese gustado saber tocar.

Salió de su cama, fue a lavarse la cara y así despertarse, se vistió y salió a entrenar como era lo usual, antes de abrir la puerta de su habitación para poder irse, escuchó el sonido de la cítara siendo tocada, al darse la vuelta vió al dios tocándola un poco.

— ¿Dónde conseguiste una cítara? — la examinó un poco, el príncipe estaba sorprendió por ver al dios en su habitación de nuevo.

— Me la regaló Tamiris antes de irse. — suspiró por recordar que se fue, el dios lo notó y fue hacia él muy alegre.

— ¿Ya se fue? — trató de disimular su felicidad, el espartano asintió entristecido, el dios simpatizo con él — Será que tu... ¿Lo extrañas?

— Sí, fue un buen amigo en el tiempo que estuvo a mi lado. — el dios lo abrazó tratando de consolarlo mientras por dentro estaba aliviado de al fin tener al príncipe solo para él.

— No me gusta verte triste, que tal si viajamos un poco, y así te relajas. — se separa, el príncipe negó rápidamente pues recordó la advertencia de su padre.

— No puedo tardarme mucho pues mi padre no quiere que me distraiga, si me tardo un poco más de lo debido puede que está vez reciba un castigo. — el dios notó la gran preocupación que tenía, parecía que los espartanos se tomaban las competencias muy enserio.

— Tranquilo, yo haré no sé de cuenta de nada, déjamelo todo a mi, tu único trabajo es divertirte. — lo llevó hasta la ventana para llamar a los caballos y subir al carro. — Vamos.

El príncipe dudó un por un segundo, pero decidió hacerle caso al dios y se fue con él, en el viaje le pregunto dónde quería ir, el príncipe no sabía dónde ir exactamente así que le pidió que él eligiera.

El dios pensó en los lugares donde podrían pasar un buen tiempo, pensó en llevarlo al Oráculo de Delfos, sería un buen lugar para empezar, al llegar el príncipe se asombró por todas las cosas que miró, el dios le ofreció entrar al templo donde presenció cosas hermosas.

— ¿Quieres hacer una predicción? — dijo emocionado el dios al ver igualmente emocionado al príncipe, este lo pensó mejor y se negó.

— No, no quiero saber lo que me espera en un futuro, quiero que todo sea una sorpresa para mí. — ambos se sonrieron cuando unos sacerdotes que venían a ellos histéricos y muy emocionados pues no pensaban encontrarse con el dios.

— ¡Dios Apolo! ¡Es un gran honor tenerlo aquí! — se inclinaron ante él, los ayudó a levantarse y los tranquilizó, cuando los sacerdotes se dieron cuenta del príncipe se sorprendieron al igual que este que se asustó por como fueron hacia ellos.

— Ah, el es Jacinto, mi amante, por favor tratenlo como si fuera yo. — ellos asintieron y se inclinaron ante el príncipe también, que cada vez se sorprendía más de lo que pasaba.

Lo atendieron como si fuera un dios más, lo llenaron de frutas y vino, él no había probado el vino, siendo esa su primera vez, al probarlo hizo una mueca divertida, haciendo que el dios soltara una carcajada, el espartano se ofendió un poco por haberse burlado de él.

— No es gracioso. — el príncipe agradeció por la bebida pero no le había gustado, el dios se disculpo tratando de calmarse.

— ¡Perdón! ¡Perdón! No fue mi intención, sólo que me resultó muy gracioso. — el dios pidió el vino que dejo el chico y se lo tomó él para que no lo desperdiciaran.

Flor de Jacinto. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora