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Quedarme en la cama se había vuelto casi adictivo. Me escondía de las miradas, de las dudas, de las inseguridades, escondía hasta las sensaciones molestas que los guantes me causaban de vez en cuando. Me aislaba de lo que era mi vida en realidad, todo aquello de lo que quería volverme invisible era lo que más me rodeaba. Lo veía en mis amigos, en los demás ciudadanos; yo era una constante duda. Una incoherencia más.

Por alguna razón, esto duró una semana, donde nadie me buscó, donde la líder no me hostigó, ni su caniche en bajo desarrollo. Mi orgullo hubiera preguntado por qué, y mi corazón agradeció la paz y silencio que venía de estar sola.

Morgan siguió yendo a la escuela en esos días, volviendo siempre en su horario el cual era el único que me tomaba para salir de la cama un rato. Me daba una ducha rápida, acomodaba las frazadas en mi cama como podía y la esperaba en la sala dónde ella me daba un abrazo que me permitía escaparme un poco más de mi realidad. Me centraba en sus tareas, las cuales terminaba esperando a que Tom pasara para que la ayudara, y me distraía con ella escuchando música en la radio o hablando de su día.

Nunca preguntó por el mío, más allá de que estaba interesada. Sabía que iba a evadir la respuesta.

Yo podía ver cuánto le afectaba a ella mi estado, mi ánimo, mi todo en general. Lo que me pasaba, seguramente lo que decía la gente de mí, sus compañeros incluidos. Conocía a mi hermana como la palma de mi mano, no había gesto que ella me pudiera esconder, y por más que no lo dijera, por más que peleara por no demostrarlo; veía el mismo tipo de cansancio en ella como en mí. Por eso me decidí a qué intentaría remontar mi ánimo como podía, que lo haría por ella y mis amigos que se tomaban el tiempo para verme.

Fue un martes el cual me desperté con algo distinto a los últimos días, donde Noah estaba sentado en mi cama y me miraba fijo. Yo me acomodé el nido de pájaros que había en mi pelo y sonreí en una breve mueca. El sol de la mañana se colaba por mi ventana, uno de los rayos cayendo en él e iluminando más sus ojos almendrados.

Tenía uno de sus brazos por el otro lado de mi cuerpo, brevemente inclinado hacia mí, y tuve cuidado al sentarme. No dejó de mirarme en lo que lo hacía, lo cual terminó despertándome del todo.

—¿Pasa algo?

Meneó la cabeza.

—Tú dime. Eres la que pasó una semana entera encerrada y cree que eso va a ayudarla —respondió de vuelta, a mi sorpresa, un tono suave. Al suspirar, él se arrastró más cerca de mí—. Tienes que salir, Tay. No puedes quedarte acá siempre.

—¿Por qué no?

—Porque tienes responsabilidades como tu hermana y no es justo para ella, ¿o sí?

Parte mía sabía que estaba actuando de una forma egoísta; estaba contenida, no podía causar más daño, y de igual manera me estaba escondiendo de los demás como una cucaracha esperando ser pisada. ¿Podrían pisarme? ¿O tener las ganas de hacerlo? Probablemente, y no estaba emocional, o mentalmente, estable para soportar más de aquello. Yo ya tenía la bandera blanca en mano ante cualquier conflicto.

Me acomodé el pelo por detrás de mis orejas al encogerme de hombros.

—Ella no merece ver cómo me tratan los demás —respondí—. Tendrá la edad suficiente pasa seguir siendo sólo una niña, pero no es ciega. Ella sabe cómo son las cosas. Después de lo que pasó... —relamí mis labios, el recuerdo enviándome escalofríos por toda la columna—...no quiero ni saber cómo será.

—No lo sabrás tampoco hasta que lo hagas —Noah soltó, manteniendo su mirada fija en la mía—. No vas a poder evitar el mundo por siempre, es mejor que lo afrontes ahora y vuelvas a tu rutina lo antes posible.

NOVA STAR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora