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Eran pasadas la medianoche cuando Luna estiró sus brazos al bostezar, la cabeza de Aiko rozando el hombro de su amiga con sus ojos peleando por quedarse abiertos. A diferencia de ellos, Jacob parecía haber tomado cinco tazas de café quemado en lugar de la única que le habían servido. Ni mi pobre hermana pudo quedarse mucho despierta, escuchaba sus pequeños ronquidos desde la cocina estando ella desmayada prácticamente en el sillón de la sala.

Mientras que los demás estábamos repartidos entre los muebles de la cocina, sentados en la mesada, piso o alguna de las dos banquetas que tenía el departamento. A mala suerte de Luna, el estar sentada en el piso empezó a darle sueño al pasar las horas y que la conversación no cesaba.

Jacob ya estaba por la quinta teoría conspirativa sobre por qué el magnetismo significaba que, en un futuro, podría controlar la sangre de los demás, Tom dejó caer la cabeza hacia atrás:

—Jay, no tenemos la cantidad suficiente de magnesio en la sangre cómo para que nos puedas controlar —se terminó agarrando el tabique de la nariz, escondiendo su risa de su amigo ultra-cafeinado—. Tenemos una cantidad medida en sangre.

Jacob se reincorporó en la banqueta, girándose hacia el gemelo.

—Puedo controlar el mínimo gramo, si me esfuerzo lo suficiente, puedo hacer que levantes la mano sin que puedas detenerme —frunció las cejas con fuerza, sus ojos centrados en la mano del gemelo que soportaba su cuerpo al estar inclinado de espaldas en la mesada. Compartí una rápida mirada con Noah antes de reírme por lo bajo. Fue cuestión de segundos en silencio antes de que Jacob dejara caer su cuerpo al rendirse—. Estoy seguro de que voy a poder. Sólo tengo que practicar.

—Va a estallarte el cerebro si vuelves a probar así con tanta fuerza —se rio Luna, meneando la cabeza—. Tu vena de la frente casi explota en mi rostro.

—Se le llama concentración.

—Tampoco hagas demasiada fuerza después de comer —fruncí mi boca en una fina línea—. Habría un sonido de advertencia, pero el daño ya estaría hecho.

Fui lo suficientemente rápida para esquivar un manojo de migas de las galletas de mi hermana, arrastrándome por la mesada para alejarme del estómago flojo. Me incliné por la apertura que había en la mesada de la cocina, permitiéndome mirar hacia la sala y ver como mi hermana continuaba en su plácido sueño a pesar del desastre de sonidos que éramos incluso al estar hablando en voz baja.

La bandeja vacía de mi hermana estaba del lado de Jacob, las pobres galletas no llegaron a durar ni una hora antes de ser devoradas. Con suerte logré probar algunas pocas antes de que cierto imancito me mordiera los dedos, el sabor en mi boca recordando la receta que mamá nos hacía en las tardes de domingos lluviosos. Se sintió una juntada más familiar después de eso.

Noah a mi lado señaló a Jacob con la cabeza al preguntarle—: Fuera de broma, la pregunta va en serio; ¿crees que puedas controlar hasta lo más mínimo de tu anomalía?

Jacob ladeó la cabeza, pensando la pregunta, antes de encogerse de hombros.

—Supongo que voy a terminar aprendiendo más de lo que ya sé —decidió decir y después se señaló a sí mismo con ilusión—. ¿Tú me ves capaz de lograrlo?

El gemelo levantó las cejas.

—De la manera que lo estabas intentando, claro que no —el cuchillazo que simuló Jacob me hizo reír. Noah rodó los ojos al pelear la sonrisa—. Pero sí concuerdo que hay muchas cosas que todavía no están a nuestro alcance para aprender.

—¿A qué te refieres? —quiso saber Luna. Noah suspiró.

—Va a sonar loco, más loco de lo que ya es... —se mordió el labio inferior al buscar las palabras correctas y respiró hondo—. ¿Alguna vez pensaron que recién estamos como... en el primer escalón de nuestra anomalía?

NOVA STAR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora