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            Decidí ir a verla a Claire apenas salí de aquella "reunión". Sin pensarlo, con el resentimiento en mi pecho fresco y latente, di largos y duros pasos para dirigirme hacia la enfermería. Necesitaba la "paz" que mi amiga tenía.

Había decidido ir, también, porque tendría la oportunidad de poder hablar con Tom al fin. Quería acompañarlo, como pudiera, y quería que él también me acompañara. Recaer uno en otro. Los dos estábamos pasando por sintonías parecidas y al mismo tiempo en distintos ámbitos. No quería que estuviera sólo, yo ya había sentido eso, y nadie se lo merecía. Menos que menos él.

Mis pisadas eran fuertes contra la grava, todavía ventilando el reciente encuentro con Julia y respirando hondo para tratar de calmarme. Si bien había estado contenta de no estar agobiándome en el vacío que me había atormentado por días, no significaba que disfrutaba de mis mejillas coloradas y la sensación de querer estrangularla. Aparte de que la gente que ya andaba caminando por las callas (la poca gente) me miraba extrañada, lo cual supuse que debería de estar roja o cercanamente a estar destellando una vez más. No hizo falta que me metiera en ninguna cabeza para saber eso, sabía que tenía que recuperar la compostura.

Me acerqué para el lado del acantilado, donde estaban las escaleras para bajar a la playa y me apoyé en las barras metálicas. Seguía siendo la mañana, por la puesta del sol no eran ni las diez, pero la calidez de la luz en mí me hizo cerrar los ojos. Suave, tenue, la misma que disfrutaba meses y meses antes cada madrugada para sobrevivir el día. ¿Por qué había dejado esa costumbre? Hasta parecía tonto no haberme tomado esos minutos de paz todos los días, podrían haberme ayudado o cambiado algo. O por ahí no. No había nada que hubiese evitado todo el desastre.

Me distraje con el ruido del mar, las olas estrellándose en la orilla y de algunas gaviotas a lo lejos en la arena de la playa. El sonido era tan suave que pocas veces los escuchaba, menos cuando había estado entrenando o en guardias, que la gente alrededor hablaba y gritaba, con lo cual tapaba todo tipo de ruido de fondo. Una melodía natural que me hizo dejar caer los hombros y calmar el momento agridulce que había tenido minutos antes.

Para cuando volví a abrir los ojos, debajo en la playa, había una silueta. Me puso los pelos de punta, no habiéndola visto antes, y de no ser por haber reconocido el reflejo de dos mechones blancos en su pelo, me habría puesto ya en defensa. Estaba de brazos cruzados, su postura levemente inclinada, y con los pies en el agua. Empecé a bajar las escaleras con cuidado, peleando contra el viento de la marea que me desacomodaba todo el pelo.

Me terminé poniendo la capucha de mi buzo y dejé mis zapatillas en el último escalón, justo al lado de otro par más. La arena se sintió fría entre mis dedos y peor fue cuando me fui acercando hasta estar pasos detrás de la persona.

Sus sollozos me partieron el corazón.

—¿Luna...?

Me dio una mirada rápida sobre su hombro, sus ojos rojos, y volvió rápido hacia adelante para limpiarse las lágrimas que estaba tratando de esconder. Sentí que me hundía en la arena, un peso en mi pecho que me tiraba hacia abajo al reconocer cierto reflejo de mí que entendía en ella.

Tardó unos segundos antes de volver hacia mí, acomodando sus dos mechones blancos que contornaban su rostro.

—Oh, Tay, que bueno es verte —se acercó para darme un abrazo, tambaleando en la arena y peleando con nariz al sorber una y otra vez. Terminó limpiándose con las mangas de su campera—. Perdón, estoy hecha un desastre-

—¿Quieres hablarlo? —pregunté, antes que cualquier otra cosa. Sabía que el primer tema que saldría entre nosotras podría ser todo el suceso de Marla, sentía la disculpa hacia mí en su tono de voz y en la forma que se había querido acercar. No, no había leído su cabeza, porque había cosas que fácilmente podía detectar en mis amigos. La anomalía era innecesaria. Ella frunció su boca—. No quiero hacerte la pregunta obvia.

NOVA STAR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora