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La sentencia tenía día y hora. Ya no había vuelta atrás.

Julia lo había decidido en una reunión, tras el nuevo conocimiento sobre lo poco (y nada) que sabía sobre la información que necesitábamos, y que no podíamos perder más tiempo sobre el tema. Enzo y Anna no habían estado contentos con no matarla, con no terminar con su vida a su gusto. Fue Julia la que se opuso a último momento, entendiendo que brindarle un fin a su vida significaría darle un último gusto. Supuse que el Doc fue quien la había convencido, porque nosotras concordar en algo era más un milagro que una casualidad.

Iba a ser a la medianoche de un domingo, cuando nadie iba a estar deambulando por las calles y nos daba la libertad que ningún integrante presenciara dicha sentencia. Tendría que sacarla de la ciudad, incluso alejarla unos cuantos kilómetros para perderla, y ahí hacerlo. No estaba ansiosa para que llegue el día, la verdad era que trataba de no pensarlo mucho, y logré distraerme esos pocos días en el medio con el despertar de los caídos que me quedaban. Eso hizo que todo fuera más rápido, meterme en las mentes de otras personas, con las malas y buenas sensaciones, me hacía perder la noción del tiempo.

Empecé a sentir el peso de mis futuras acciones cuando estábamos cenando ese domingo, Morgan dándome miradas de costado, Tom pinchando con más fuerza su ensalada y Claire escondida detrás de demasiados vasos de agua. Un silencio anormal rondaba por el departamento, todos sabiendo que cada tic tac del reloj, significaba que la hora se acercaba.

Comí poco esa noche, mi garganta tensa y cerrada. Copié a Claire al tomar como mi cuarto vaso de agua, lo que hizo que mi hermana se animara a inclinarse sobre la mesa y estirar su vaso para que le sirviera también.

Fue la primera en romper ese silencio.

—Ya que nadie va a hablar del tema, voy a romper el hielo —ojeó en broma a Tom, que relajó sus hombros al soltar una risa suave. Una vez que su vaso estuvo lleno, lo dejó en su lugar después de un trago—, ¿No hay otra cosa que hacer con ella? ¿Antes que... esto?

Fue Tom el que agitó la cabeza.

—No tiene nada que pueda brindarnos y es un estorbo mantenido por nosotros. Gran parte de los ciudadanos la quieren fuera, muerta más que nada. Con sentido, claro está —dijo, tratando de suavizar su tono al hablar de Marla. Usualmente, parecía hasta escupir su nombre—. Y la realidad es que, no merece la piedad que le estamos teniendo. Es una segunda oportunidad.

Mi hermana parpadeó un par de veces—: Van a borrarle la mente por completo.

—Agradece que no van a arrancársela —interrumpí yo, empujando mis cubiertos sobre el plato—. Por más que eso es lo que verdaderamente merece, pero no vamos a rebajarnos a algo que haría su gente camuflada.

Apreté la mandíbula, la imagen de ella en la correccional, de Noah corriendo por sus órdenes, todavía quemada y tallada en mi memoria. Tuve que respirar hondo para relajar mi rostro, analizando la reacción de mi hermana que se había dejado caer en la silla. Parecía desconforme con la decisión desde el día uno, no quería asesinarla tampoco, ella no le deseaba eso a nadie, pero parecía ver más tortura en el olvido que dejándola encerrada en su propia locura en una celda. Era la empatía natural de ella en personas que no lo merecían.

Se notó más al preguntar:

—¿No te sientes culpable por lo que tienes que hacer?

En mi mente, me reí. Estaba lejos de sentirme culpable con tal de terminar con su sonrisa victoriosa que lucía cada vez que me veía y pensaba en lo que había perdido. No podía decirle eso a Morgan, la espantaría, así que decidí verle el lado positivo para tratar de relajarla.

NOVA STAR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora