Prefacio

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Sangre...

Eso era lo único que podía ver, sangre, incluso ahora semanas después seguía sintiendo el espeso líquido recorrer mis manos hasta caer al suelo.

Nunca me había considerado una persona agresiva, siempre había tenido mi espacio. Nunca había destacado entre la gente más haya que por mi físico, pero seguía sintiendo las miradas pegadas en mí, y no era para menos.

Recordaba mis años en el colegio con mucha soledad, mi padre siempre decía que era igual de extraña que mi primo y sus padres; mi madre nunca me miraba si no era necesario. ¿Qué culpa tenía de parecerme a mi tía muerta Lily? Recordaba a la gente mirarme por mi pelo, en la calle llorar mientras me veían al recordarla a ella, recordaba compartir cuarto con los juguetes rotos de mi hermano, y vestirme siempre con lo que mamá me daba aunque no me gustase. Recordaba los ricos postres que mi primo Harry compartía conmigo a escondidas, y recordaba la soledad que me embargada cuando se iba. En mi memoria siempre estaría esa mirada de asco que mi padre me daba al hacer algo fuera de lo normal, y como mi madre lloraba mientras mi padre me insultaba por ser como mi primo. ¿No deberían alegrarse de tener una hija bruja?

El último recuerdo que tenía de mis padres y de mi hermano era ellos peleando con Harry, mi primo les pedía mi custodia pues sabía los malos tratos que me hacían pasar por ser como soy. Eso pasó cuando tenía once años, ahora tengo quince.

¡Señorita Dursley!

El primer día que llegué a Hogwarts una chica un par de años mayor que yo empezó a burlarse, por mi pelo, mis ojos, mi tamaño, todo yo era gracioso para ella. Luego descubrí que su padre era un mortifago, un mago malvado que había matado a gente y estaba en Azkaban, la cárcel.

Se metía conmigo hasta el cansancio todos los días, pero un día me harte, ¿de qué me servía ser Gryffindor si no era valiente? Recuerdo golpear su nariz cuando dijo que ojalá los hijos de mi primo se muriesen. Recuerdo no haber parado, recuerdo explotar, arrancarle los pelos, golpear su cara mientras escuchaba los gritos, recuerdo el momento en que dejó de luchar y de respirar. Recuerdo el grito de la directora McGonnagall y cómo me separaron de ella, recuerdo que dijeron que estaba muerta.

No lo estaba, pero no respiraba, la tuvieron que llevar a San Mugno de urgencias. También tengo gravado en la mente cómo la directora me cito unos días después en su despacho, cuando se supo que estaba viva, y me confesó que si mi primo no fuese mi tutor legar y no hubiese salvado al mundo muchas veces, yo estaría expulsada. Recuerdo la cara de mi primo ante eso.

Ahora estaba en el avión rumbo a Seattle para luego ir a Forks, me iría a vivir con mi tío mientras las cosas se calmaban en Inglaterra, la comunidad mágica estaba dividida; había magos que defendían que no me pasará nada gracias a mi primo, y otros que no. ¿Tan aburrida estaba la gente?

Lo que no recuerdo es cuándo me quede dormida en el avión.

MAGIC //Jacob Black//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora