—Sara, no te vayas por favor.
—Amor, tengo que devolverme a la hacienda. Mañana tengo mucho trabajo, el veterinario irá temprano y adem- ¿Por qué me sonríes así? —preguntó también sonriendo. El buen humor de Franco era contagioso.
—Me llamaste "amor" de nuevo.
—Bobo. —Sarita aún sonreía cuando se acercó al rubio y lo abrazó por el cuello para atraerlo hacia ella y besarlo. Franco hizo lo suyo, abrazándola por la cintura y profundizando el beso.
—Podríamos hacer esto toda la noche, ¿acaso no te tienta?
—Claro que me tienta, amor. —Sarita lo llamó así a propósito, amando la forma en la que sonreía Franco cada vez que escuchaba esa palabra—. Pero en serio no puedo. Tengo que llevar al abuelo de vuelta, mañana tengo mucho trabajo como te dije, y además tengo que llevar a Infernal a la hacienda Cabello.
—Explícame eso, Sara. ¿Por qué de todos los hacendados escogiste asociarte con el que está interesado en ti? Además de mí, claro. Porque si no es por Norma y Jimena ni me entero que querías empezar tus propios negocios. ¿Acaso mi hacienda no es suficiente para ti?
—Ay, es una larga historia. Te la cuento otro día, ¿sí?
—No, Sara. Me llevo preguntando esto muchos días, y necesito saber.
—No te va a gustar. —Franco solo la miró esperando a que prosiguiera. Sarita se separó de él y se sentó en una banca que había en el jardín y dio palmaditas al puesto que quedaba libre para que Franco se sentara a su lado—. ¿Recuerdas la cena de negocios? —El rubio asintió—. Pues en verdad fue una cita.
—¿¡Cómo así!?
—Te dije que no te iba a gustar. —Sarita tomó su mano para que no siguiera alterándose, y se la acarició suavemente con el pulgar—. Quiero que quede claro que no fue idea mía. De echo, ni sabía que iba a una cita. Mamá planeó todo y llegué al club pensando que Manuel finalmente aceptaría mi propuesta de cruzar nuestros caballos. El asunto es que rápidamente me di cuenta que él no iba a eso, y para acortar la historia, en modo de disculpa, estuvo dispuesto a hacer negocios conmigo. Eso es todo.
—Sara, no sé que decirte. Te advertí que no sabía de lo que era capaz si ese hombre intentaba algo contigo. ¡Te juro que estoy a nada de ir hasta allá para dejarle claro quién es tu hombre!
—Franco. Franco, cálmate, ¿sí? Yo ya le aclaré que no tenía ese tipo de intenciones con él. Y te prometo que solo voy por negocios. ¡Es que me muero de ganas de cruzar a Infernal con su andaluz!
—¡Te compro un andaluz, Sara!
—¿Sabes lo que cuesta uno de esos? No solo en dinero, ¿sino encontrar uno? Son muy escasos.
—Ese no es el punto. ¿Por qué él de todos los hombres?
—Te estás comportando como un niño. ¿Acaso no confías en mi? Además tú no tienes un andaluz, y el placer no se mezcla con el trabajo.
—¡Ya basta con el andaluz! —Franco saltó de la banca, y se agarró la cabeza frustrado. Cuando se dio vuelta para mirar a su novia nuevamente, vio en su rostro perplejidad. Respiró profundo para calmarse, y luego de un par de exhalaciones se acercó hasta la castaña y se arrodilló frente a ella tomándole ambas manos—. Sara, mi amor. Confío plenamente en ti, que de eso no te queden dudas. Del que no confío es de ese hombre. Puedes hacer lo que te plazca, negocios con quien quieras, pero prométeme una cosa: que si se te vuelve a insinuar, te irás de inmediato de ahí. O que le darás una cachetada de esas que bien sabes dar. —Sarita sonrió con eso último, Franco imitando el gesto—. ¿Estamos de acuerdo? —La castaña asintió sin despegar su vista de los ojitos azules que la miraban tan atentos.
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Un poco más cerca
RomanceSara Elizondo no soportaba a Franco Reyes, o eso estaba ensimismada en creer. La verdad era que no se podía resistir a esos ojos azules que le robaban el sueño, o a esos besos que siempre lograba robarle. Pero jamás admitiría eso ni así misma. Porqu...