Capítulo 27

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—Juancho, ¿llevas todo?

—Que sí, hombre.

—¿Pero todo, todo? —Juan se tocó el bolsillo y asintió con la cabeza una vez comprobó que el anillo siguiera ahí. Oscar le dio unas palmadas en la espalda sonriendo.

—Juan, es mejor que salgas ya. Norma se está poniendo inquieta —dijo Franco entrando por la puerta de la cocina. Cuando vio a sus dos hermanos sonriendo de oreja a oreja, no pudo evitar sonreír también.


Juan había organizado un picnic romántico para Norma con la ayuda de sus hermanos y Quintina. Desde hace días planeaba pedirle matrimonio y por supuesto que Oscar y Franco lo primero que propusieron fue hacer reservas en un fino restaurante, pero sinceramente, eso no era su estilo. Sabía que en un sitio como ese iba a sentirse incómodo y era muy probable que terminara metiendo la pata. Así que él sugirió un paseo a caballo mirando el atardecer, pero sus hermanos rápidamente lo hicieron desistir de esa idea. Sí, Norma había crecido en una hacienda y se desenvolvía lo suficientemente bien con los caballos, pero claramente no era fanática.

Así fue como los tres acordaron que lo mejor para ambas partes sería un almuerzo en la laguna que colindaba con los terrenos de las Elizondo. Algo sencillo, pero muy al estilo de Juan y Norma. De ahí en adelante, sería tarea del mayor de los Reyes de hacer aquella tarde en una inolvidable.


—¿Qué tanto cuchicheaban ustedes en la cocina?— preguntó Jimena una vez Franco y Oscar se unieron a ella y Sarita en la sala.

—Ay, morenita. El amor ronda en esta casa —Las hermanas lo miraron aun sin entender algo—. ¡Juan se le propondrá a Norma como Dios manda!

—¿Tú no puedes guardar secretos, cierto? —le preguntó Franco, pero fue totalmente ignorado.

—Noo. Esto hay que celebrarlo. ¡Norma de seguro le dice que sí! Ay, estoy tan feliz por ellos. Vamos esta noche a cenar afuera. ¡O a beber!


Y así lo hicieron. Juan y Norma no alcanzaron a cruzar la puerta cuando Jimena ya estaba revoloteando a su alrededor pidiendo ver el anillo y una vez su curiosidad estuvo saciada les propuso ir a cenar a algún lugar sencillo para el alivio de Juan. El día había sido perfecto para todos de una u otra manera.

Hasta que dejó de serlo.

Ya era de noche cuando empezaron su regreso a la hacienda. Norma y Juan iban en el jeep rojo de Franco, quien amablemente se lo había cedido a su hermano ante la falla que había tenido el vejestorio que solía conducir Juan. Unos kilómetros más atrás venía el resto en el todoterreno de Sarita con Franco al volante quien conducía más lento de lo normal para que Jimena no tuviera un accidente estomacal. La morena había bebido más de lo normal y ni cinco minutos después de echar a andar el vehículo se empezó a quejar por sentir náuseas.

Al menos las risas no faltaron.


—¡Ya, Jimena! No quiero saber detalles de tu vida sexual, por favor.

—Sarita, escúchame. Te estoy dando consejos para que no te vuelvan a pillar —balbuceó la morena asomando su cabeza entre los dos asientos de adelante.


La carcajada de Oscar casi ensordeció a la pareja que iba adelante, mientras que Sara solo frunció el ceño muy confundida. Estaba segura que si la hubiesen pillado en algo con Franco se acordaría de la pura vergüenza. Por su parte el ojiazul la miró brevemente con las cejas alzadas de sorpresa, pues a él nunca lo han pillado con Sarita, lo que solo significaba que a ella la han pillado con otro hombre. Pero eso tampoco tenía sentido, ¿Jimena no había dicho que pensaba que su hermana aún era virgen? Decidió aclarar la situación de inmediato.

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