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—¿Estás nervioso?

—No, ¿por qué lo estaría? —obtuvo Luke como respuesta. Michael sonaba a la defensiva, pero eso era algo común en él, al igual que su cejas fruncidas y su mirada poco confiada cuando se encontraba fuera de su zona de confort.

—Solo confirmo —respondió Luke, encogiéndose de hombros para luego sacar la llave del bolsillo trasera de sus pantalones —. ¿Estás seguro de que Trisha está bien con que hagamos las tutorías en mi casa? —agregó, mirando brevemente hacia el chico de su lado que se mordía impacientemente las uñas.

Él llevaba haciendo eso por un buen rato. Quizá, porque le informó algo sobre los detectores de humo que se encontraban en su casa, y que era demasiado probable que su madre estuviera ahí.

Su madre era demasiado buena captando el olor a tabaco desde que Jack pasó por esa etapa rebelde a los quince.

—¿Acaso prefieres estar en mi casa con olor a alcohol y marihuana? —respondió él con sarcasmo en su tono de voz para luego soltar un bufido. Frunció levemente el ceño, sabiendo perfectamente que Michael sabía que eso no era a lo que se refería. Él blanqueó los ojos —. Sí, seguro. Ella no puede soportar tanto de estar en un mismo espacio conmigo, especialmente cuando las visitas de Joe se están volviendo más frecuentes luego de su... ¿quinceava pelea? —terminó por decir él —. Y, de alguna forma, confía en que me ayudarás, y no escaparé a una fiesta, por ahora.

Levantó una ceja, a lo que Michael simplemente se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de su casaca de cuero.

Aunque, sabía que Michael no sería capaz de hacerlo, porque le había prometido explícitamente poner de su parte en esto de las tutorías, una parte suya le decía que debía asegurarse de que eso pasara.

Otra, realmente se pregunta en qué trabajaba Trisha para tener tanto tiempo libre para pasar estar con su novio, pagar las cuentas de su casa y tener suficiente para comida, alcohol y cigarrillos. Pero, algo le dijo que, realmente no quería saber esa respuesta, y que Michael no se la diría.

Solo sacudió la cabeza, apartando ambos pensamientos para girar la lleve por la cerradura, empujando a la vez la puerta de su casa hacia adentro, notando por el rabillo del ojos cómo Michael se removía en su lugar, mordiendo nuevamente la uñas de su dedo pulgar con esmalte negro.

Estaba nervioso, era claro. Pero, también era claro que él no admitiría estarlo.

No iba a mentir, en su caso, también lo estaba. Un poco. Es decir, era la primera vez que Michael entraba a su casa, usando la puerta principal, y la primera vez que conocería a su madre si es que ella ya no había salido a su segundo turno del día. Algo que, por alguna razón, lo hacía sentir una rara sensación en el estómago.

Intentó controlarlo, y le hizo una seña a Michael con la cabeza para que ingresara primero. Él volvió a meter las manos en su casaca de cuero y mordió su labio inferior, para luego arrastrar sus pesadas botas de cuero con plataforma dentro del tapete de la entrada, inclinando levemente el rostro hacia adelante para poder escanear el lugar.

Lo siguió por detrás, para luego cerrar la puerta. Michael se encontraba a mitad de camino hacia la sala, observando meticulosamente el interior de su casa. Desde el tonto candelabro que su madre eligió como decoración cuando se mudaron, hasta esas caras pinturas que su padre compró porque parecía tener algo con el arte minimalista.

Michael frunció levemente el ceño y arrugó la nariz, haciendo esta mueca adorable, mientras seguía adentrándose al lugar para inspeccionarlo más de cerca. Notó los ojos verdes centrarse en los cuadros encima de la chimenea, frente a esos sofás blancos y minimalistas que iban con la decoración del lugar. Pero, estos apartaron rápidamente la mirada cuando se escucharon unas pisadas acercarse, haciendo que retrocediera casi hasta que su espalda chocó contra su cuerpo.

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