Capítulo 10: Una niña llamada Jesilet.
Los primeros recuerdos de Jesilet eran de ella corriendo, el sol en el cielo con toda su fuerza, un campo sin césped, el orfanato de ladrillos podridos, y su respiración agitada mientras perseguía a los otros niños. Jugar en tardes calurosas que te secarían la garganta, o en días tan húmedos que el barro se esparcía por todos lados. No recordaba las comidas, el rostro de sus amigos o las hermanas que los cuidaban, tampoco el rostro del sacerdote Lomer que tanto se esforzó por ellos. No, solo estar en movimiento y como se sentía.
Los recuerdos vividos vinieron después de ella, Ardelia Mappther.
Cabello tan blanco y suave como las nubes de algodón, ojos redondos grises como el metal, una sonrisa amable, tenía la voz incluso más bonita que la hermana que les leía cuentos en las noches, y sus vestidos de telas tan finas. Nunca había sentido vergüenza, a sus apenas tiernos tres años esa palabra era de muy poco peso, pero en frente de esa niña tan bonita, tan limpia y educada, de rasgos tan inusuales y a la vez tan perfectos, se sintió tan mal presentada. Sus zapatos eran heredados quizás por quinta vez, incluso olían, lo que antes no importo, pero ahora estaba asustada de que la niña noble que sano sus rodillas lo notara. Intento ocultar sus pies tanto como pudo. Sabía que tenía piojos, era molesto y picaba, pero todos los otros huérfanos también tenían piojos, ¿Por qué debía preocuparse tanto? Pero el cabello de la niña noble lucia limpio, brillante por razones ajenas a la grasa. Si uno de sus piojos le saltaba a la cabeza como había visto entre otros niños, lloraría.
Pero la niña noble, a pesar de verla tan sucia y plagada de alimañas, le sonrió dulcemente, le pidió poder revisar sus raspones, le hablo con paciencia, la trato como si de verdad la quisiera ahí, incluso vendo sus heridas, una mariposa de alas blancas manchadas con algunas gotas de su sangre. Ese simple trozo de tela llegaría a ser tan importante.
Ardelia Mappther, como se presentó, le pregunto si quería ser su amiga.
Nunca nadie le había preguntado algo como eso, en el orfanato solo debías acercarte a los otros niños y unirte a jugar, lo demás era ser perseguido o perseguir, no tenía idea que para ser amigos debías preguntar. Fue la distinción lo que la hizo sentir tan especial.
Ardelia le prometió que la llevaría a casa con ella, y cumplió.
En cuanto subió al carruaje con Ardelia sintió de repente un rizo de aprensión en el pecho, sus piernas y brazos estaban más pesados. Tenía miedo, de repente se estaba marchando del único lugar que durante toda su muy corta vida fue su hogar. Estaría lejos de sus amigos, del sacerdote Lomer, de las hermanas del orfanato. Tenía miedo.
Pero Ardelia fue dulce con ella, la abrazo mientras le decía que estaba bien sentirse como se sentía, le prometió que todo estaría bien. No pudo evitar creer que así seria.
La casa de Ardelia era como un sueño, enorme, el orfanato entero cabria solamente en el jardín, lleno de césped y muchas flores, con un bosque y un lago que parecía hecho de cristal. Muchas personas estaban ahí para recibirlas y atenderlas.
Ardelia la atendió como si ella fuera un preciado tesoro, la guio con cuidado, lavo su cuerpo y cabellos, le entrego ropa limpia y suave, pudo comer su primer y más delicioso plato, solo una sopa con pan y chocolate caliente, simple al recordarlo en el presente, pero fue lo mejor que había probado en la vida. Ardelia cortó su cabello del antiguo daño para que se viera bonito, acaricio sus mejillas y le sonrió orgullosa, después la subió a su propia cama y la abrazo como si sol perteneciera ahí. Nunca había dormido mejor, cálida, protegida, querida.
A partir de esa noche Ardelia convirtió a Jesilet en el centro de sus atenciones. Dormían juntas, comían juntas, jugaban y leían juntas, Ardelia siempre mimándola, entregándole ternura y atención únicamente a ella. Para Jesilet pasar de tener que compartir absolutamente todo con los otros niños en el orfanato, desde una manta para el frio, su ropa o hasta lo poco que tenían para comer, de solo recibir la atención superficial de unas muy apuradas hermanas y del sacerdote Lomer que batallaban por cuidar de las docenas de niños bajo el mismo techo, a ser acogida por Ardelia, fue un sentimiento al que no sabía nombrar.
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La venganza más dulce
Random[Historia finalizada] Ardelia Mappther es la persona mas horrible que te puedas imaginar. Una hedonista cruel y que solo vive para su propio placer, capaz de manipular, torturar y asesinar con tal de divertirse. Una terrible villana en una historia...