CAPÍTULO I

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Hoy es el tercer día asistiendo al hospital en compañía de Margaret, siento que algo no anda bien en ella, por lo que tuve que convencerla de asistir a un doctor, es una mujer bastante terca que rechaza la idea de estar enferma, afirma que en unos días luego de haber descansado lo suficiente estará mejor, sin embargo, los médicos contradicen esa idea, señalan que para detectar la enfermedad causante de su abrumante malestar es necesario realizarle más pruebas, por lo tanto, aunque a Margaret no le agrade la idea, es necesario seguir asistiendo al hospital.

—Creo que estas exagerando con respecto a mi estado de salud, cariño—mencionó Margaret mientas acariciaba mi rostro.

No, no estoy exagerando ¿Acaso no te has visto cómo estás? Ya no tienes apetito, pasas la mitad del día en el baño con cólicos y tu fiebre no ha disminuido en lo absoluto ¿En serio crees que estoy exagerando? —pregunté entre sollozos.

Lo lamento tanto, Lucas, no es mi intensión causarte tanta angustia y dolor, pero, siento que estos síntomas se me escapan de las manos y en ocasiones siento que la muerte me abraza

El quinto día ha llegado y finalmente hay un diagnóstico oficial, Margaret padece de una enfermedad mortal llamada fiebre de Marburgo, causante de sus aterradores y preocupantes síntomas como: fiebre elevada, cefalea intensa, fuertes dolores musculares y un gran malestar ¿Cómo es posible que algo tan peligroso como eso no ha sido detectado en días anteriores? Me encuentro abrumado, intento convencer al doctor que se me permita ver a Margaret, no obstante, ella todavía se encuentra bajo observación médica, por lo tanto, mi petición es inútil.

Observo a mi esposa tras el cristal en la sala de observaciones, ella gira a verme tras notar mi presencia, clava su mirada en mí y lanza una cautivadora sonrisa, es como el confortante abrazo de una madre, cálido y lleno de paz. Me pregunto ¿Margaret tiene conocimiento alguno de su enfermedad? Y de ser así ¿Por qué continúa sonriendo? Después de todo, esa es su forma de ser, sonreírle a la adversidad y a la tempestad, sin importar que tan oscura sea la noche, ella siempre mantendrá una brillante sonrisa, sin embargo, por su forma de reír puedo deducir que no se ha enterado, al menos eso quiero creer.

—Señor García, me gustaría tener una plática a solas con usted—murmuró el doctor encargado de examinar a Margaret.

—Seguro, doctor Rivera—afirmé y nos dirigimos hacia su consultorio para nuestra charla privada.

—La enfermedad que está afectando la salud de su esposa se encuentra terriblemente avanzada, aunque la sometamos a un riguroso tratamiento este solo extenderá su vida una semana más, de verdad lo lamento—comentó el doctor seguido de un desalentador suspiro.

En ese caso exigiré darles un vistazo a los requisitos para dicho tratamiento, por favor doctor Rivera, proceda a ejecutar el tratamiento en Margaret—dije con seriedad mientras sostenía el llanto.

—Me temo que no será posible, la decisión debe ser unánime entre su esposa y usted, y lo que me está solicitando es todo lo contrario a lo que ella dijo—añadió el doctor Rivera con algo de nerviosismo en su tono de voz, como si le temiera a algo o alguien, sin embargo, no suena como un miedoso, más bien como alguien que no sabe ocultar un secreto.

—Me está tratando de decir que....—me es imposible continuar hablando debido al impacto de la noticia.

—En efecto, su esposa está enterada detalle a detalle de su enfermedad. Lo lamento tanto, creo que no debí mencionar eso, le prometí a su esposa que usted no se enteraría, a pesar de saber que eso es inútil y que tarde o temprano lo descubriría, ella mantuvo esa decisión por miedo a su sufrimiento—mencionó el doctor.

—¿Miedo a mi sufrimiento? Tiene idea de lo mucho que ya estoy sufriendo con el hecho de que mi esposa pueda morir ¿TIENE IDEA DE COMO SE SIENTE ESO? —pregunté con un fuerte tono de voz.

EL CADÁVER DE MARGARETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora