CAPÍTULO III

12 0 0
                                    


Ahora: Lucas.

La fuerte lluvia acompañada de una salvaje brisa golpea mi rostro, me está costando respirar y la niebla solo se hace más espesa con cada paso que doy, seguro que pesco un terrible resfriado. Puedo verlo, entre la densa niebla puedo verlo, aquel tétrico panteón que resguarda el cadáver de Margaret, me encuentro frente a sus enormes puertas de acero, listo para hacer mi entrada.

Pude encontrar un modo de acceder al cementerio, tal parece que debido a la tormenta el anciano que cuida las tumbas no estará, sin embargo, tengo que ser precavido, no quisiera activar algún tipo de alarma y luego tener aquí a diez policías rodeándome. Es difícil caminar entre el fango y las tumbas, además que es muy de noche y es difícil visualizar algo, no quiero chocar con alguna lápida o peor aún pisar sus flores. Creo que he perdido el rumbo, ya no tengo ni la mínima idea en donde me encuentro.

—¿Perdiste el rumbo, cariño? —una extraña voz susurró a mi oído.

—¿Quién anda ahí? —volteé con gran fuerza y empecé a repetir la misma pregunta.

Empiezo a retroceder mientras apunto con mi linterna hacia las lápidas, continué retrocediendo hasta que sin previo aviso resbalé y caí en frente de una tumba. Me duele mucho la cabeza ¿Qué carajos es esto? ¿Sangre? Esto no es bueno, necesito encontrar a Margaret antes del amanecer, siento como mi cuerpo empieza a desfallecer, así que no puedo seguir perdiendo el tiempo. Sin embargo, todo empieza a darme vueltas, apenas puedo leer aquella tumba sobre la que caí.

Las letras empiezan a hacerse visibles, de tal modo que pude leer con claridad el nombre de Margaret. Finalmente, la espera ha terminado, te sacaré de aquí a como d lugar y te llevaré a casa, volveremos a nuestra vida de siempre, a nuestra habitación, y te prepararé un chocolate caliente de esos que tanto te gustan.

Continua, sigue así, sigue cavando, sácame de este horrible cementerio—volvió a susurrar esa dulce voz en mi oído, sin embargo, esta vez no me distraerá ni un segundo, porque soy consciente de quien es la voz.

Sigo cavando con gran entusiasmo a pesar del cansancio y el dolor que este conlleva, grandes ampollas en las manos y repentinos mareos son parte de este trabajo, ya voy sintiendo como mis manos se entumecen, perdiendo la poca fuerza que me queda. Sin embargo, aquel momento satisfactorio de sentir el baúl con la pala llegó, y como un ambicioso pirata empecé a delirar de la emoción, la locura y el éxtasis es inexplicable. He hallado mi grande tesoro, no son joyas ni alguna otra piedra preciosa, no obstante, hay algo en lo que se parece a lo mencionado anteriormente, un reluciente y pálido rostro que cautiva más que cualquier montón de joyas.

Removí con mis manos la tierra restante, di un suspiro y con gran nerviosismo abrí el baúl. Mi corazón palpitante cargado de lujuria y pasión pide a gritos que la bese, que vuelva a sentir lo que es amar. Intento resistirme ya que se trata de un cadáver, pero al mismo tiempo me invaden las ganas de volver a sentir esos finos labios rosa, deleitantes y perfectos para embriagarme en locura.

—Adelante, es esto lo que quieres ¿No? —susurró Margaret mientras acariciaba mis mejillas con sus frías y delicadas manos.

No contuve mi pasión desenfrenada y la besé hasta saciarme, nunca antes me había sentido tan cautivado como me siento ahora, simplemente lo describo como una explosión de sentimientos. No volví a dudar más, tomé su cuerpo entre mis brazos y la saqué de aquel oscuro hoyo, sin embargo, no todo es tan sencillo como parece, es necesario cubrir la evidencia y escapar lo más pronto posible.

Tras haber finalizado, tomé el cadáver y como un animal asustado empecé a buscar una salida, la tormenta casi termina, pronto aparecerá ese anciano que custodia el cementerio. Fue en ese momento cuando una luz incandescente me cubrió por completo, seguido de unos feroces ladridos.

EL CADÁVER DE MARGARETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora