Capítulo 15

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L O C O

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Donghae estaba duchándose cuando Hyukjae se fue. Él solo le gritó un escueto “ya vengo, Hae” antes de abandonar el departamento. Donghae se había puesto a toda velocidad una toalla en la cintura, pero ya no pudo alcanzarlo.

Por la ventana vio las luces de la camioneta avanzar a través del camino de piedra rumbo al portón, como absorbida por la oscuridad. Se llevó las manos a la cabeza, donde su cabello aún se hallaba mojado. Quedarse solo en esa casa le inquietaba, pues sabía que aquella cosa (fuera lo que fuera) no se manifestaría frente a Hyukjae, y si por casualidad lo hacía ¡mejor para él! Así su amigo al fin le creería. Sin embargo, en ese momento no existía ahí alma más que la suya, por esa razón  sus sentidos se agudizaron, alertas ante la sensación de peligro.

Luego de inspeccionar brevemente sus alrededores, decidió calmarse. No estaba seguro, pero notaba que mientras más creyera en El maniquí y más miedo le tuviera, este más se manifestaría. Necesitaba algo para tranquilizarse. Quizá una bebida fría y algo qué ver en la computadora.

Regresó a la habitación luego de quince minutos exactos, con un vaso lleno de jugo de naranja y una película en mente. Se instaló y, como lo hacían antes de que todo ese martirio comenzara, algunos de los gatos corrieron a acostarse a su lado. Eran un poco invasivos, pero Donghae los adoraba. De hecho, le parecía que ellos atraían la tranquilidad y la buena suerte.

Sin embargo, apenas los créditos iniciales de la película terminaron, la lluvía se acrecentó allá afuera, haciendo gala de su característico sonido. Unas gotas violentas junto a pequeñas bolas de granizo se estrellaron contra la ventana y una corriente de aire helado abrazó a Donghae, entonces recordó que no se había vestido al salir del baño. Pausó la película y se levantó torpemente en busca del pantalón de pijama tirado en el suelo.

Casi inmediatamente después de ponérselo, se percató de que aquella corriente había podido entrar a la habitación porque la ventana no estaba del todo cerrada. Quedaba una pequeña ranura abierta, pero con aquella lluvía despiadada cayendo afuera, el aire y el agua se estaban colando con soltura.

Fue a cerrarla, casi como un acto reflejo. Y estuvo a punto de retirarse hasta que vio algo extraño:

Allá, escondida en la más cruda oscuridad, una silueta hacía acto de presencia. Donghae no podía ver mucho de ella, solo que se trataba de alguien alto y delgado, con la mano alzada como saludando. El problema era que no se movía. Parecía estar fija con el brazo arriba y la palma extendida.

—¿Hyukjae? —se preguntó Donghae a sí mismo, pues ciertamente la silueta guardaba cierta similitud con el cuerpo de su amigo. Pronto sacudió la cabeza y recapacitó antes de ir, igual que un tonto, a abrir por completo la ventana: afuera caía una tormenta tempestuosa y no había ni rastro de la camioneta. Nadie… humano podría estar allá totalmente inmóvil a merced de la oscuridad y la lluvia.

Lo mejor hubiese sido alejarse, pero aquella extraña imagen guardaba un encanto peculiar. Donghae era incapaz de sacarle la mirada de encima. Una mala actuación, fue el pensamiento que llegó a su cabeza a la par de un trueno en el cielo.

Con toda la decisión del mundo, levantó una mano y le enseñó el dedo medio. Claro que a los dos segundos se arrepintió…

La silueta se movió por fin hacia adelante, dispuesta a salir de las penumbras. Sin embargo, sus pasos fueron… peculiares. Parecía no contar con articulaciones, pues caminó con las piernas tensas, tambaleándose de un lado a otro. Todo eso, por supuesto, sin haber bajado el brazo.

Al notar esa rigidez, Donghae supo de inmediato que se trataba del maniquí.

Cerró la cortina de golpe justo en el momento que la monstruosidad se acercaba a la luz. Lo único que alcanzó a ver fue su blanquecina y putrefacta piel muerta.

W A L L S [Eunhae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora