Capítulo catorce

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Si algo tenía Camus es que realmente ya estaba acostumbrado a despertar temprano

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Si algo tenía Camus es que realmente ya estaba acostumbrado a despertar temprano. Realmente no tuvo mucho por empacar, salvo algunas prendas que Dégel le dio después de llegar a ese lugar.

Se sentía extraño usar un estilo diferente al que estaba acostumbrado, en el poco tiempo que lleva en esa era pudo conocer diferentes gustos, tales como prendas consideradas elegantes y no precisamente un traje como en su época.
Las mujeres aún usaban largos vestidos y muy llamativos con colores extravagantes, guantes sofisticados y sobre todo era muy común ver a las damas usar abanicos.

Mientras salían del pueblo, mantenía una plática fluida con Dégel, algo que realmente le reconocía era el hecho de que el francés  mantenía un porte elegante al caminar, para acercarse a preguntar sobre el siguiente viaje en barco lo notaba demasiado amable y gentil con la gente; parecía como un hombre de la nobleza de aquellos que tenían un grado aristocrático, su peculiar sonrisa atrapaba de inmediato la confianza de las personas.

Camus desvío un poco su mirada para observar el corbatín que su mentor llevaba puesto debajo de su cuello, esa infinidad de olanes blancos le daba el toque perfecto junto con ese pequeño detalle color verde que sobresalía en las telas.

Ahora su mirada se posaba en la suya, si bien eran las mismas prendas que Dégel usaba para salir a sus misiones, sus prendas elegantes no pasaban desapercibidas ante las damas que pasaba cerca de el.

- Dentro de una hora llega nuestro barco ¿Quieres ir a desayunar por lo mientras?

Sugirió Dégel mientras se retiraba su Pandora box para colocarlo en el suelo, buscaba con la mirada algún sitio abierto para que pudieran tomar unos alimentos antes de tomar su viaje que los llevaría al destino donde ambos disfrutarían únicamente de su compañía.

- Me siento muy raro - Susurró Camus observando su alrededor, no estaba acostumbrado a la mirada de los aldeanos quienes lo observaban desde la cabeza hasta los pies - Aunque digas que con estas prendas es para pasar desapercibidos, la verdad las personas no dejan de mirarme.

Dégel se acomodó sus lentes sin darse cuenta de que sus pensamientos lo traicionaron - Es que te ven demasiado lindo - Murmuró.

- ¿Que? - Cuestionó Camus al no lograr escuchar las palabras de su mentor.

- ¡Que! - Exclamó Dégel al darse cuenta de su error, aunque por fortuna el caballero de Acuario de la siguiente era no logró escucharlo. Ahora con mayor razón reprimía una y otra vez sus pensamientos respecto a ese bello pelirrojo francés.

- Estás muy distraído Dégel Sama.

- La verdad... Aún me siento muy nervioso por qué iremos al lugar donde entrené y también donde te encontré. No es fácil intentar acomodar mis pensamientos, siendo el más sabio de los caballeros de Athena. No sé que carajos me sucede.

Camus dejó su pequeña maleta en el suelo, dirigió su mirada a la derecha y pido divisar a lo lejos un pequeño local que servía como restaurante.

- Mira allá.

La lucha interna que Dégel se debatía sobre Camus comenzaba a ser una presión en su mente. Si bien estos días estuvo relativamente tranquilo por qué estando en el Santuario al menos tenía la compañía de sus demás colegas pero el hecho de imaginar que ahora en Blue Graad sería un momento donde los dos compartirían esos momentos a solas era algo que no lo mantenía sereno.

- C... Claro vamos para allá.

Contestó con timidez, cerró por un momento sus párpados, se colocó sobre sus hombros la Pandora box para tomar su camino rumbo al restaurante.

Contestó con timidez, cerró por un momento sus párpados, se colocó sobre sus hombros la Pandora box para tomar su camino rumbo al restaurante

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El santuario S. XX

Se le había vuelto una costumbre, cada tercer día procuraba llevar una rosa frente a su lápida.

Algunas veces visitaba ese lugar solo, otras ocasiones venía Aioria con él, cada vez que Hyoga tenía descansos procuraba hacerle compañía al amigo de su maestro Camus.

- Creo que cada día que pasa, me hago daño.

Susurró Milo dirigiendo su mirada al cielo, no tenía alguien más, después de perder a varios de sus compañeros en esa absurda batalla sin sentido no le quedaba nada más.
Shaka se había vuelto muy cercano a Aioria, en ocasiones pasaba sus días demasiado solo en su templo y otras tenía el apoyo desinteresado de Aries.

- Tienes toda la razón Milo, estar en este lugar en cada momento no te ayuda en nada.

Milo dirigió su mirada al dueño de aquella voz, nuevamente Mu se encontraba a su lado para no dejarlo solo en este momento. En todo este tiempo los dos se había vuelto más cercanos, después de todo el Santuario ya no era el mismo después de perder a varios caballeros.

- Creí que estarías con Aldebaran - Reprochó Milo con molestia, fingiendo mirar para otra dirección.

- Está ocupado en su templo comiendo... Así que subí a tu templo para visitarte, te busque por todo Escorpio y después supuse que te vería en este lugar.

- Debo resignarme que los muertos jamás regresan - Milo colocó la última rosa sobre la lápida de Camus, desde el día de su muerte, el caballero de Escorpio procuraba mantener ese sitio en orden y repleto de rosas rojas, color característico como el cabello del francés.

- Milo... Me iré unos días a Jamir, quería saber si te gustaría ir conmigo; quizá un cambio pueda hacerte sentir mejor.

En realidad Mu esperaba que Milo aceptara su propuesta, cada día que transcurría le dolía verlo perder la razón cada vez que los recuerdos de Camus atormentaban sus pensamientos.
Pero quién era él para ocupar el lugar que siempre le había pertenecido al francés, Mu jamás podría tomar ese lugar en el corazón del griego.

Sin embargo lo que sucedió a continuación, lo dejó sin palabras...

Cuando Milo se acercó a él, lo abrazó por detrás, el griego recargo su barbilla en el hombro de Mu queriendo disfrutar de esa cercanía con él.

- Acepto tu idea Mu, siempre y cuando me prometas que haremos algo divertido, la verdad detesto la monotonía, espero que no seas tan aburrido como Shaka.

- No me juzgues sin antes conocerme Milo... Verás que salir te ayudará a despejar tus pensamientos.

Sin pensar que Milo se estaba volviendo cada vez más cercano a Mu, dando paso a otra cercanía y no precisamente como un amigo cualquiera.

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