Capítulo nueve

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Sin darle explicaciones a Kardia, Degel salió del coliseo junto con su discípulo a su lado, si bien nadie comprendía porqué de un momento a otro el caballero de la preciosa urna no pasó a despedirse

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Sin darle explicaciones a Kardia, Degel salió del coliseo junto con su discípulo a su lado, si bien nadie comprendía porqué de un momento a otro el caballero de la preciosa urna no pasó a despedirse.

- ¿Acaso dijimos algo malo? - Cuestionó Sísifo mirando a El Cid quien tampoco comprendía las actitudes del acuariano. Aunque no era un asunto de su incumbencia a más de uno dejó perplejo con sus actitudes, sobre todo porqué Dégel es de los caballeros más respetables, jamás había sido grosero con ellos; para él saludar y despedirse es uno de sus principios infaltables.

- No lo creo - Sugirió Sísifo observando el dulce caminar del joven de cabellos rojizos - Dégel solo habló con el patriarca, le hizo una señal a su alumno y se fue sin despedirse.

- Lo peor es que esta ocasión ni me dijo si se iba conmigo - Añadió Kardia acercándose a la plática con ellos dos - Aunque no me van  negar que es toda una joya ese encanto de hombre pelirrojo.

- Como caballeros de Athena no tenemos permitido mirar a los demás de esa forma Kardia - Respondió Sísifo tratando de ocultar esa pequeña atracción que comenzaba albergar por ese joven de cabellos escarlata.

El caballero de Escorpio no pudo evitar soltar una gran tremenda carcajada - Mira Sísifo, si nosotros no pudiéramos hacer eso... No le hubiera pedido una cita a Calvera ahora que regrese al nuevo continente, iré a darle una visita amistosa - Susurró en un tono de coquetería.

El castaño se llevó una mano a su rostro cuando escuchó los temas de Kardia comenzaba a comentarle; estuvo a unos segundos de querer responderle pero también pasaba por un mal momento sus sentimientos, sobre todo confundido porqué de manera inconsciente quería proteger a la señorita Sasha de cualquier eventualidad que pudiera surgir.

 

El resto de la tarde fue algo tranquilo en el santuario, después de relajarse en la gran tina de piedra que contaba en el templo de acuario, Dégel se la pasó toda la tarde encerrado en su biblioteca intentando despejar un poco su mente.
Le dio  la orden a Camus de sentirse en confianza en el templo, después de todo también era su casa zodiacal aunque estén varios años alejados del tiempo.

Sin embargo por más que intentaba perderse en el mundo de las letras no lograba llegar a la concentración.
Mala idea tomar libros de novelas para despejar sus pensamientos, sin duda era un ávido lector y disfrutaba de cada palabra escrita en esas hojas llenas de sabiduría.
Por más que intentaba leer en sus pensamientos venía ese hermoso color carmín de las uñas de su sucesor.

Molesto aventó los libros que tenía frente a él porqué jamás se imaginó que siendo el caballero más sabio de todos los demás se perdiera muy fácil en el recuerdo de alguien más y ese alguien no era una persona común... Era el sucesor de la armadura de Acuario, ellos no tienen permitido ver más allá de sus sentimientos y por alguna extraña razón sentía como aquella molestia se alojaba en su lado izquierdo de su pecho.

- ¿Qué me está pasando?

Susurró para si mismo mirando el nerviosismo de sus manos, intentó controlarse con ligeras respiraciones y contando hasta el número diez.
No sabía cuanto tiempo la había pasado dentro de su biblioteca, a estas alturas quizá Camus se quedo dormido en su habitación otra vez y por lo tanto Dégel necesitaba pasar una mala noche más en el mullido sillón de la biblioteca.

Salió de ese lugar para poder entrar a la cocina, pero notó que la puerta de su habitación seguía abierta con la luz de las velas apagadas, la cocina de igual manera, todo estaba sumido en un profundo silencio.

- Espero que Sísifo no haya venido por Camus.

Susurró con molestia buscando con la mirada a su nuevo alumno pero no tenía señales de él.
De no ser que por unos ligeros escasos segundos escuchó ante las ondas del sonido un ligero tarareo muy suave y armonioso para sus oídos.

Salió de su templo dejándose llevar por el dulce sonido que lo tenía cautivo como el canto angelical de la sirenas y comenzó a buscar de donde provenía.
Al salir de Acuario pudo escuchar esa suave tonada que lo tranquilizaba a cada segundo.

De manera repentina levantó su mirada y ahí pudo ver al joven de cabellos escarlata mirando al cielo; la brisa podía sentirse suave, cálido, era un época del año favorable para el calor.
Sin hacer mucho ruido subió a la parte de arriba del templo de Acuario para seguir escuchando esa melodiosa voz de Camus.
Al llegar hasta ese punto gracias a las escaleras laterales del templo, con pasos sigilosos se fue acercando a su joven pupilo, tratando de no ser escuchado por Camus se quedó a una distancia considerable.

Con los brazos cruzados terminó de escucharlo, ni siquiera se había dado cuenta de su presencia de no ser porqué Dégel hizo un leve ruido al caminar.
Este crujido alarmó al joven de cabellos escarlata, quien de manera repentina se colocó en posición de batalla, aunque al darse cuenta que se trataba de su predecesor bajó al momento la guardia.

- Siento interrumpir.

- No es nada - Respondió Camus tratando de mirar para otra dirección.

Aunque la verdad para Camus jamás se percató de la presencia de Dégel, se encontraba muy concentrado en esos bellos recuerdos de las veces que salía en compañía de Milo y hasta de Shura disfrutar la llegada del velo de la noche.

- ¿Te gusta observar el cielo? - Interrumpió Dégel intentando tener una mejor cercanía con el joven de cabellos escarlata.

- Me trae recuerdos... - Dejó escapar un suspiro en el aire - Cuando me encontraba en Siberia me gustaba pasar el tiempo mirando el cielo con mis alumnos.

- Pude escuchar tu voz - Susurró Dégel esperando no ser una molestia para el contrario.

Ante esto Camus se sonrojó al instante, algo que no hacía a menudo pero simplemente se dejó llevar por la majestuosidad de la bóveda celeste.

- En ocasiones les cantaba canciones a Hyoga e Isaac cuando eran más pequeños... Les ayudaba a dormir.

Aunque la verdad es que Camus intentaba desviar su mirada para otra dirección, de alguna manera la presencia de Dégel lo hacía sentirse nervioso.
Para el ávido lector esas  nuevas sensaciones lo hacían pasar confusiones, dudas, intrigas y el renacer de nuevas emociones.

Ambos unidos en ese destino del cual jamás podrán escapar.

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