Capítulo diecinueve

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Unos escasos días transcurrieron en aquellas tierras heladas; el tiempo se les había pasado comprando todos los alimentos que necesitaran, también en ir a recolectar leña para poder pasar los duros fríos de las noches en ese sitio y hoy era un día muy importante para Camus.

Por más de que Dégel intentaba darle vueltas a sus enseñanzas, no sabía cómo hacerle para mostrarle a Camus algo que el mismo pelirrojo ya sabía.
Es decir, ¿Cómo mostrarle las técnicas congelantes si el mismo Camus las sabía?

Hasta sonaba absurdo si lo veía de esa forma pero no tenía alternativa, quizá a sus enseñanzas podía agregar el hecho de que Camus aprenda a leer las estrellas del firmamento.

Aún el caballero de Acuario permanecía en su mullido colchón cubierto con sus frazadas pero el aroma del café con lo que parecía canela recién caliente inundaba todos los rincones de la cabaña.

- ¡No puede ser! - Exclamó nervioso - Camus fue el primero en despertar y yo sigo aquí como un idiota perdiendo el tiempo.

Rápidamente de levantó de su lugar para poder colocarse un abrigo encima de su ropa de dormir y bajó por las escaleras de madera que crujían con cada paso que Degel daba. Estaba demasiado apenado por el hecho de que él era el maestro, tenía que poner el ejemplo de despertar temprano y mantener el desayuno a la hora exacta pero no fue así, el joven aún se perdía muy rápidamente en sus pensamientos por no saber cómo lidiar esa situación entre Camus y el.

- Buenos días Dégel - Saludó Camus dejando dos tazas sobre la mesa, claramente era el café recién hecho porque el vapor se podía ver claramente en ese lugar frío.

- Yo... Lo mismo para ti - Respondió nervioso - Siento despertar muy tarde, mi deber es...

- Aunque no lo creas yo también se preparar cosas, no me lo tomes a mal pero yo siempre disfrutaba estos momentos con mis alumnos, era grato ver a Isaac y a Hyoga saborear con alegría todo lo que les preparaba con cariño.

- Vaya - Dégel se llevó una mano a la cabeza - Jamás me lo hubiera imaginado, realmente yo no tenía que atender a alguien, simplemente era yo mismo en estás tierras heladas y ya. A diferencia tuya, guardas aún esos momentos y vivencias con tus alumnos.

Camus alzó una ceja al escuchar a Dégel, no sabía si el sujeto siempre era muy distraído pero no entendía porque al intentar colocar su mano sobre la silla de madera estas le temblaban ligeramente, aunque poco después no le dió importancia se dio la media vuelta para seguir colocando los demás alimentos para el desayuno mientras Dégel inútilmente tomaba asiento.

Más Allá De La LealtadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora