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Capítulo 17.

Rubí.

Papá se sentía muy maluco y se fue, me dijo que cerrara el restaurante, pero no quise y me quede con Elizabeth.

Estaba en la cocina terminando de limpiar, Elizabeth estaba limpiando las mesas y ya cerraríamos, eran las 7:30pm.

El restaurante estuvo algo lleno, pero Elizabeth y yo nos la ingeniamos, para poder trabajar las dos nada más.

Eché un gran suspiro al ver que ya había terminado con todo.

Salí de la cocina y me quite el delantal, vi a Elizabeth sentada en una silla y yo me acerqué a ella.

—Ve, ¿nos vamos ya?—le pregunté

—Pues si vos querés seguir trabajando...—empezó a cansar y yo me reí—Vámonos.

—Hacele.

Cogí mis llaves del restaurante y nos salimos, bajamos las rejas y empezamos a cerrar, luego empezamos a caminar hasta la casa de Elizabeth.

—¿Y vos por qué querés salir?—me preguntó Elizabeth y puse los ojos en blanco

—Una invitación.

—¿Sí? ¿Quien?

—Ve, es sorpresa, Eli.

—Ya.

—¡Después te vas a dar cuenta!

—Ajá.

Seguimos nuestro camino y cómo en 20 minutos ya habíamos llegado, suspiré al ver que Eli estaba abriendo la puerta y entramos.

—¡MAMÁ, YA LLEGUÉ!—grito Eli informándole a doña Ligia

Cerré la puerta y caminamos hasta la cocina, vimos que no estaba ahí y nos dirigimos hacía el cuarto de trabaja de doña Ligia.

Ahí ella hacía todos sus vestuarios y tenía varios maniquíes con vestidos y ropa que ella misma había diseñado.

A Elizabeth le gusta más el maquillaje y cómo cuidar la piel, de pequeña siempre quiso tener una colección y poder sacar su propio maquillaje. Aunque también le atraía la moda, le encantaban los bolsos y los tacones, era fan de eso. Creo que le gustaría tener un cuarto lleno a bolsos y tacones.

Vimos a doña Ligia dibujando y sonreímos, era una guerrera.

—¿Un diseño, doña Ligia?—le pregunté entrando al cuarto

—Sí, señorita.—me contestó con una gran sonrisa

Tenía armarios de sus diseños, telas y muchísimas cosas más. Había luchado muchísimo para poder tener una máquina de coser y todo lo que había conseguido, Elizabeth se sentía muy orgullosa de ella y no era para más, la sacó adelante sin la ayuda de absolutamente nadie.

—Mamá hoy saldremos.—le informó Eli a doña Ligia

—¿Si? Justo estaba terminando de hacer unos vestidos hermosos, se los iba a dar mañana, pero si hoy salen, ¿por qué no se lo ponen?—nos dijo y ambas sonreímos

—¡Sos la mejor!—le dijo Eli emocionada—¿Donde están?

—En el tercer armario, Eli.—contestó doña Ligia agarrando unos lápices de pintar para empezar a colorear el vestido que estaba dibujando

—¿Lila? ¿Es un vestido de quince?—le pregunté acercándome

Era muy hermoso el vestido, parecía de princesa y vi que le había adornado muchísimas cosas.

Lágrimas con sabor a muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora