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Capítulo 22.

Camille.

—Entonces, ¿Tú y Alan ya no tienen nada?—pregunté nuevamente

—No, Cami, no tenemos nada, lo nuestro murió hace muchísimo tiempo.—contestó Adelaide muy serena mientras se terminaba de secar el pelo

—Peut être pas...

Traducción: Puede que no...

Estas equivocada, Cami, lo nuestro no puede ser...—dijo resignada

Se sentó a la par mía y me acarició el pelo. Adelaide y yo fuimos y somos muy amigas, cuando crecimos cada uno tomó su camino, pero no dejamos de comunicarnos.

—Estás demasiado linda, Camille.—me sonrío y yo también lo hice

—¡Tú también, solo mírate!

—Lo que hace el despecho...—dijo y nos empezamos a reír—Pero más bien cuéntame algo, ¿Tienes novio?

Me moví muy nerviosa y vi que Adelaide lo notó y enarcó una ceja, se cruzó de brazos y esperó mi respuesta.

—¿Novio? ¡No, claro que no!

—Ajá, te diré algo, Camille. Vas a ser muy feliz, demasiado feliz, pero tendrás que pasar por mil pruebas y tendrás que ser muy fuerte.—me dijo y me sostuvo las manos

—¿Cómo lo s...—estuve a punto de preguntar una pendejada pero me acordé de que era clarividente y podía adivinar cosas del futuro

—Es muy borroso todo, solo veo eso, pero aún así no te confíes de nadie, Camille.—me dio un beso en la frente y luego sonrío

Vi que bostezó y me acordé que quería descansar, me paré de la cama y sonreí.

—Muchas gracias por darme ese dato, Adelaide. ¡Nos vemos ahora, que descanses!—le dije y salí del cuarto, le cerré la puerta y caminé hasta mi cuarto

En cuanto entré, la cerré y me senté en el sofá. Sebastián y yo pasamos una noche increíble, bailamos y bebimos, nos divertimos muchísimo.

Sebastián era un chico muy divertido e interesante, me ponía nerviosa con solo decirme algo y eso me encantaba. Baila muy bien y es iniciativo, eso también me gusta mucho.

Suspiré y sonreí. Agarré mi teléfono y abrí la pantalla, busqué el número de Sebastián y le marqué. Me contestó al primer pitido y yo me reí.

¿Que tal, Sebastián?— le pregunté sonriente

—Todo bien ¿y vos? ¿Cómo estás?

—Muy bien, Sebastián.

—Ve, me alegro muchísimo oís.

—Sí...oye, quiero hacerte una invitación.

—¿Vos?

—Sí, yo. Hoy iré al bar nuevamente, ¿Quieres ir? ¡Te prometo que ya después saldremos a otro lugar!— escuché que se empezó a reír y yo me mordí el labio inferior nerviosa

De cabeza, ¿Por allá a qué hora?— me preguntó y yo intenté no gritar de la emoción

Como a las 8:30pm estaré llegando.

—¡Hágale pues!

—Si quieres llevas a Rubí y a Elizabeth, allá estarán mis hermanos.

—¡Hágale, yo les digo!

—Bueno, nos vemos allá. ¡Bye!— me despedí y él también, le colgué y empecé a saltar como una niña

Lágrimas con sabor a muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora