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Capítulo 10.

Rubí.

Atiendo a varios clientes y veo que Ligia y Elizabeth toman asiento en una mesa de dos y yo sonrío. Me acerco a ellas y veo que Ligia me sonríe.

—Ve, ¿Vos cómo estás, Rubí?—me pregunta Ligia sonriente

—Muy bien doña Ligia, ¿y ustedes?

—Muy bien.—sonríe Eli—Ve, queríamos dos bandejas paisas

—¿Celebramos algo?—les preguntó sonriente

—¡Sí! Hoy a mamá la contrataron para diseñar varios vestidos para unas gomelas ahí...—dice Elizabeth emocionada y yo sonrío

—¡Que bien! ¡Dios mío, que felicidad!—digo aplaudiendo—¡Doña Ligia, usted se merece un regalo y la casa invita el almuerzo!

—Ve, ¿En serio?—pregunta Ligia

—¡Que si, doña Ligia!—les digo—¡Ya vengo!

Me alejo de la mesa y camino hasta la cocina, veo a mi papá cocinando y a varios, veo a Sebastián agarrando las bandejas para ir a dejar a las mesas y me acerco a papá.

—Dos bandejas paisas para Eli y doña Ligia.

—¡DOS BANDEJAS PAISAS A LA ORDEN!—grita mi papá para que escuchen los cocineros

—Seguiré atendiendo las mesas—le digo palmeándole el hombro

—¿Ahora puedes venir ayudar?—me pregunta y yo asiento—Hoy está muy lleno.

Y la verdad es que sí, está demasiado lleno. Siempre los fines de semana se llenan muchísimo y más hoy Domingo.

Saco de mi bolsillo mi cel y llamo a Gema, después de casi 6 pitidos me contesta.

¿Hola?— dice extrañada

Ve, ¿Estás ocupada?— le pregunto

Pues ocupada, ocupada no per....— dice y no la dejo terminar

¿Vos crees que podés venir acá a ayudarnos?— le pregunto

Va pa esa, pero dame 20 minutos que tengo que bañarme y cambiarme.

Hacele.— le digo y le cuelgo

Al colgar metí mi cel en mi bolsillo y volví a atender, habían como 15 mesas ocupadas y muchísima gente. Suspiré y me metí a la cocina, vi a mi papá un poco encañengado y le empecé ayudar.

—¿Ya salió la orden de Eli y doña Ligia?—preguntó Sebastián en la entrada de la cocina

—¿Las dos bandejas paisas?—preguntó un cocinero

—¡Sí!

—¡Ya van a salir pa pintura!

—Hacele, yo voy a ir atender otra mesa.—dijo Sebastián y salió volado

Seguí ayudándole a mi papá y vi a Gema entrar. Se nos acercó y nos dio un beso en la mejilla a cada uno, se puso y delantal de mesero y agarro mi libreta y un lapicero.

—Hay dos mesas sin atender—le dije y ella asintió, también salió de volada a atender

Y así se nos fue todo el día, atendiendo y atendiendo. Por fin tomé asiento en una mesa y me empecé a tomarme una manzana postobon.

Vi que Sebastián también se sentó y Gema igual. Papá salió y le pagó a los dos cocineros más, la verdad es que a veces no ganábamos muchísimo y no nos alcazaba para tener muchísimos meseros y cocineros. Entonces solo de meseros estaba Sebastián y yo, y a veces Gema, también a veces nos tocaba meternos a la cocina y a papá salir a atender.

Lágrimas con sabor a muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora