Me levanto sin saber cómo llegué a mi cama. Es martes y debo ir a trabajar pero siento que si no arreglo antes mi vida personal no podré seguir adelante con el resto.
Ya me deshice del teléfono de Sean tras decidir que no me daría ninguna información más relevante. Recapacite sobre la noche anterior, había sido muy extraño e íntimo a la vez pero no hubo beso, no hubo nada.
Salgo a la cocina esperando encontrarme con alguna de las dos personas que vivían conmigo en esta casa pero ni rastro. Había otra nota en la nevera, mi madre había vuelto a salir para hacer un recado. Sus salidas se estaban haciendo mas habituales de lo normal, ¿estaría saliendo con alguien? No creo, mi madre dejó de creer en el amor el día que su marido la abandonó. Un día me confesó que le sería fiel hasta la muerte, como le prometió el día de su boda.
Serena entra en la cocina sin hacer ruido pero diciendo a gritos que no estaba bien.—Serena, vamos a hablar.— me mira sin un ápice de voluntad en aquello que le había propuesto.
Se sienta en un taburete de la pequeña isla de la cocina y apoya su cabecita encima de sus manos haciendo actos de estar escuchándome.
—Si no te he contado nada sobre tu padre ha sido porque cuando se marchó decidí que para nosotras él ya no existía. Serena, se fue sin pensarlo.— pauso porque me duele, me quema. Empiezo a pensar que jamás olvidaré a Mikel y eso me mata por dentro.
Serena no había, no pestañea y hasta parece que no respira.
—¿El hombre que me recogió del cole es tu nuevo novio?— no puedo evitar reírme ante su inocencia. Sabía que al final acabaría perdonándome porque todo lo había hecho por y para ella.
—No, de momento no.— me fastidiaba que ellos dos se conocieran. Era una parte muy personal mía y a la hora de huir sabía que Serena se seguiría acordando de aquel hombre que fue a por ella al cole.
(...)
Pasé otro día tranquilo en las oficinas, estuve trabajando junto a los gemelos, Keny y Mars ya que ellos tenían que hacer junto a mi las cuentas de sus diseños. Me llevaba muy bien con ellos, teníamos un humor parecido y siempre discutían de forma muy cómica entre ellos. Greedy se nos unió poco después para enseñarnos sus últimas fotos mientras sonreía orgullosa.
Greedy y yo ya éramos muy amigas. Congeniábamos muy bien y nos contábamos todo. Como le había contado lo que pasó la noche anterior con Sean. Ella vio por dónde iban los tiros y cuando se percató de cómo lo contaba con cierta emoción me detuvo.—Sierra, es tu jefe, trabajas para él, tiene mujer, ¿quieres más señales de que eso es imposible?
—Gred, él no me gusta, solo somos amigos y nada más.— me mira como cuando una buena amiga sabe que estás loca por un chico del cual solo dices que es tu colega.
—Lo único que no quiero es que te hagan daño, Gloriana es una arpía pero también es la mujer de la que Sean está enamorado, tenlo presente.— Aquel golpe de realidad no me hacía nada de falta en aquellos momentos. Por eso cuando Sean llamó a mi número a las doce de la noche dude casi treinta segundos en si coger la llamada o no.
Le doy al botón verde para escuchar simplemente una respiración algo agitada pero controlada.
—Sierra, ¿y si nos perdemos?
Entendí aquella propuesta y supe que ya no éramos solo amigos, o yo no iba a permitir que aquello quedara así. Me recogió en su mercedes negro quince minutos después. Llevaba una sudadera de Lacoste negra junto con un pantalón de chandal de la misma marca. Me miraba confuso, como si no supiera bien lo que hacía pero yo tampoco.
Condujo en silencio una media hora hasta llegar a una playa que debido a las horas y a la estación en la que estábamos estaba desierta. Pasamos unos minutos callados y lo curioso es que ese silencio no me incomodaba, era como si estuviéramos hablando pero con nuestras respiraciones.Decido romper aquel concurso de silencio y mirarle directamente a sus ojos.
—¿Que ha pasado?
—No sé que está pasando, no mejora mi situación con Gloriana, creo que la estoy perdiendo.— esas últimas palabras se le atragantan. Sujeta su cara con sus manos y ahoga un sollozo. Me quedo paralizada sin saber que hacer pero me acabo levantando y ofreciéndole mi mano para que me acompañe.
Paseamos por la orilla sin intercambiar muchas palabras, solo necesitamos nuestra presencia.
El ambiente se relaja cuando hago un par de bromas para volver a ver aquella sonrisa que tanto me alivia. Una de mis últimas bromas da pie a poder meterme con él a lo que responde poniéndome la zancadilla. Caigo a la arena mojada empapándome entera. Se me congela el cuerpo, estamos en Otoño y el agua está a menos de trece grados. Lo miro furiosa y cuando me tiene la mano tiro de ella con todas mis fuerzas hasta que lo derribo. Sean tiene la mala suerte de ser engullido por una pequeña ola que muere en la orilla. Está empapado también y la ropa se le pega al cuerpo. Tiembla de frío pero no puede retener una carcajada. Corre hacia mi hasta alcanzarme y sujetar todo mi cuerpo sobre su hombro. Grito como una niña pequeña y él se adentra sin importar el frío glaciar que estamos sintiendo en nuestros cuerpos.Un par de minutos después de estar peleándonos decidimos parar. Nos miramos, el agua nos llega a mi por la cintura y a él un poco más arriba de las rodillas. Respiramos muy agitados y sonreímos. Sonreímos porque a pesar de la temperatura nosotros ya no tenemos frío. Al contrario, mi pecho arde de calor y es ahí cuando decido que estamos hechos para perdernos el uno en el otro. Corro borrando los pocos metros que nos separan para acabar juntando mis labios a los suyos. Ambos saben a sal. Temo por que me rechace pero agarra mi cabeza con miedo. Paramos, nos miramos, dudamos pero es él el que esta vez tira de mis caderas para acercarme a él. Hacía tiempo que no besaba a alguien que me hiciera vibrar el corazón. Sus dedos se clavan en mi piel haciendo que sienta más calor ahí abajo. Lo deseo pero aquí no puedo quitarle la ropa si quiero que no le dé una hipotermia. De hecho, la poca luz de la luna me hace avistar que sus labios son más morados que rosas. Volvemos a parar y lo miro. Mis ojos no saben que decirle ahora pero él parece no querer pensar, vuelve a juntarme para que esta vez sus labios acaben en mi cuello y a mi se me escape un gemido de placer. Placer y ardor en el corazón, porque Sean me gusta, pero eso no puede ser, lo tendré que traicionar. Lo separo bruscamente y me mira desconcertado. Su mirada es más parecida a la de un lobo enfurecido que a la suya propia. Está perdido en la lujuria. Vuelve a si mismo pero yo ya he echado a correr dirección a la playa.
—¡Sierra!
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Obligada a él
RomanceRenna Noun, madre soltera con veintitrés años, una chica que casi sin darse cuenta, se mete en el sitio equivocado. "Haz que se enamoren y luego róbales el dinero" Aquella frase era fácil para ella, siempre lo ha sido, hasta que se encuentra con él...