Diez

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El viaje duraría cinco días, iríamos un martes y volveríamos el sábado por la noche.

A mi madre le había parecido bien porque aún que significara seguir cuidando a tiempo completo de Serena, se alegraba de que tuviera un buen trabajo.

Serena seguía enfadada. Temía que su personalidad cambiara permanentemente y ya no volviera a ser la misma.

La noche anterior revisé por completo el móvil de Sean y nada, nada que pudiera ayudarme con la clave de la caja. Decidí que al volver del viaje se lo devolvería.

Tras cerrar mi maleta, una llamada ilumina mi teléfono.

—Renna, esta es tu oportunidad, intenta sacar toda la información que puedas. Dudo que tenga la clave apuntada en algún lugar así que debes engatusarlo para que te la diga.

—Sí, Dennis, se lo que debo de hacer, no fallaré.

Ambos alargamos el silencio unos segundos esperando alguna palabra del otro.

—Cuando vuelvas, quedaremos alguna tarde como las de antes.

Sonrió ante la idea y me despido.
Realmente no se que papel hacía Dennis en la banda de Díaz. Tampoco sabía si había más chicas atrapadas como yo. Pese a haber estado varios meses con ellos solo sabía lo que ellos querían que supiese, sin embargo, ellos lo sabían todo de mi.

Greedy me envía un mensaje alertándome de que me espera en mi puerta.

—Ten cuidado y trabaja mucho.— dice mi madre mientras me abraza aliviada.

Cuando nuestros cuerpos se despegan, mi mirada se fija en la puerta cerrada de la habitación de Serena.

—Se le pasará.— intenta tranquilizarme sin éxito.

Abro la puerta y veo a Greedy radiante. Lleva dos coletas que caen por sus hombros junto con unos vaqueros negros y un croptop lila.
Coge mi maleta con ímpetu y la carga en el maletero de un descapotable negro mate donde ya nos espera Sean con su impecable sonrisa.

El viento golpea nuestras caras mientras recorremos los poco kilómetros que nos separan del aeropuerto. Mientras las canciones de verano antiguas se oyen por toda la carretera, Greedy se arrodilla en el asiento mientras suelta un grito de libertad. Deja que el aire le atraviese y me ánimo a imitarla.

Sean suelta una carcajada ante nuestra locura.
Este va a ser un gran viaje.

Nos esperaban dos horas y cuarto de vuelo así que Greedy decidió poner una película pero cuando me di cuenta ya no estaba viéndola.

Una leves turbulencias hacen que abra los ojos y sin moverme ni un centímetro me doy cuenta de la posición en la que estoy.
Mi cabeza reposa en el hombre de Sean mientras que una fina manta, que no estaba  antes de dormirme, cubre mi cuerpo encogido.

Muevo mi cabeza lentamente.

—Perdón. Yo. Ehm.

—Tranqui, no me molesta.— le miro aliviada de que no fuera incómodo para él.—Estabas muy mona durmiendo.—suelta sin apenas mirarme mientras yo me enrojezco.

Paso las siguientes horas fingiendo estar dormida para dejar mi cabeza pegada a su hombro. La calidez que sentía en mi rostro era comparable a cuando, de pequeña, me sentaba junto al fuego mientras esperaba mis regalos de Navidad.

Una vez hemos llegado a Viena, Sean busca en su nuevo móvil, por el cual estaba sorprendida por lo rápido que había buscado otro, la ubicación de nuestro gran hotel.
No podía ser menos, hotel de lujo, última planta, un increíble ático con dos habitaciones, baño con jacuzzi e incluso nuestra propia piscina en las alturas.

Era un ambiente demasiado romántico para tres amigos, aunque a mi me venía como anillo al dedo.

Esa tarde nos la pasamos organizando las cosas de trabajo ya que la reunión era el día siguiente.
Pero, por la noche, se desató la locura.

Greedy había buscado locales cercanos donde se organizaran fiestas nocturnas.
Sean no estaba muy a favor de la idea pero entre las dos pudimos convencerlo.

Me puse un vestido rojo corto, como a mi me gustaban, y recogí mi cabello negro en una coleta muy alta.
De mis orejas caían dos aros dorados que combinaban muy bien con el rojo del vestido y de mis labios.

Greedy no se quedaba atrás. Un mono verde con escote en pico que le quedaba como un guante.

Sean había optado por una camisa y pantalones negros.

El ambiente embotellado y el aroma a alcohol y humanidad nos golpeó cuando entramos al primer pub. Nos costaba seguir al de delante por toda la muchedumbre que bailaba pegados.
Una vez en la barra, nuestra ronda de chupitos empezó. No quería beber mucho ya que debía recordar todo aquello que pudiese sacar de Sean.
En las oscuridad, mi cara se ilumina con un mensaje de Dennis el cual ignoro.

(...)

Tres cubatas más tarde, Greedy ya se había separado de nosotros tras encontrar un joven atractivo que la invitaba a unos tragos.

Observo como Sean se desabrocha el segundo botón de la camisa mostrando agobio.

—¿Quieres que salgamos un rato?— Grito para que mi voz sobresalte sobre la música. Sin éxito.

—¿Qué?

Acerco mi cara a su oreja sin poder evitar oler su perfume de hombre. Mi vista se clava en su cuello y me centro en las palabras.

Sean acepta mi propuesta y se levanta guiándome por los estrechos pasillos de gente.
Se dificulta la tarea de seguirle cuando varios hombre borrachos empiezan conversaciones conmigo sin obtener respuesta de mi parte.

Sean se gira y agarra mi brazo, tirando de mi hasta sacarnos de aquel sitio.

—Joder, necesitaba aire fresco.— Dice con una sonrisa desenfadada.

Intento pensar en algo para sonsacarle información pero él se me adelanta.

—Antes, cuando te llegó un mensaje, no pude evitar mirar tu móvil, no se porque lo hice— Dice nervioso y avergonzado por su acción.—vi tu fondo de pantalla, ¿esa niña es tu hermana?

Mierda. Olvide cambiar el fondo de pantalla de mi teléfono.
Tenía dos opciones, mentirle, como siempre. Esa era la correcta pero, como si estuviera obligada, le conté mi historia, bueno, solo la parte de Mikel, mi padre y Serena.

Esos minutos en los que relataba esta triste historia su expresión se mantuvo seria y contundente.

—...entonces mi padre me...me— dudé varios segundos sobre terminar esa frase o no.

—Sierra, puedes contármelo, confía en mi.— dice mientras apoya su mano sobre la mía. Como para negarme.

—Me pegó.— por su rostro, no era lo que él esperaba.

Pasó su brazo sobre mis hombros y hizo presión para hacer que mi cuerpo recayese sobre el suyo.

—Bueno, basta de dramas. ¿Qué tal tu vida?

—Gloriana y yo no estamos bien.— justo lo que quería oír.—El problema es que no me imagino una vida sin ella y si me deja...no sabría qué hacer.

Aquellas últimas palabras me hicieron temer de verdad, la posibilidad de no ser libre nunca estaba ahí, y Sean me la acababa de mostrar.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora