Cuatro

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Los primeros rayos de sol hacen que me despierte. Mis ojos, poco acostumbrados a la luz intentan buscar el móvil que se encuentra en la mesita de noche.
Observo la pantalla para ser consciente de la hora. Me quedaba aún una hora para ir a trabajar. Aún recordaba el encuentro que tuve con Sean. Se me hizo raro que no me recordara, tenía mujer, estaba claro pero, de alguna manera debía hacer que me viera a mi por delante de ella.

Después de varios minutos remoloneando en la cama decido levantarme. Una vez he desayunado y me he vestido, llevo a Serena al colegio. No suelo ser yo la que acude a la escuela debido a... bueno, ya sabéis. Por ello, cuando me presento, siento las miradas de los otros padres acechándome.

Vuelvo a casa y cuando me siento en el sofá recibo un mensaje. Es Dennis.

"Pon la tele. YA."

Al ver la intensidad del mensaje enciendo el televisor sin pensarlo y antes de fijarme en el canal en el que estaba vi la noticia.

"Han hallado el cuerpo sin vida de Handel Cartex, propietario de la empresa de cosméticos Cartex. La policía sigue el patrón de asesinatos que últimamente está siendo frecuente."

Nunca había visto una noticia sobre mis casos porque nunca antes había sido tan grande la cantidad de dinero que me había llevado.

"Estamos aquí con Silvana Tarson, mujer del fallecido.
—Es tan duro saber que no va a volver...—"

Las lágrimas de aquella mujer me afectaron bastante pero debía seguir con mi vida.
Volví a aquel edificio y está vez, subí a mi oficina asignada.
Todo era increíble. La mesa, las estanterías... pero sobre todo, las vistas, aquellas vistas dejaban sin aire.

—Señorita Sierra, aquí tienes tu primer proyecto.— Calvin me sacó de ese momento de paz interior. Ahí estaba. Un hombre flacucho, pelo color ceniza  engominado a la perfección. Su cabello iba a juego con sus ojos grises que se empequeñecían a causa de las enormes gafas que tenía. Aquel hombrecillo no me daba buenas vibraciones. Era el típico secretario que le lame el trasero al jefe y que hace lo que sea para ser el mejor. Espero que no sea necesario quitarlo de en medio.

—Quería decirte que este primer trabajo es decisivo ya que como eres nueva aquí... Si te soy sincero, yo no pensaba que estabas cualificada pero el señor Ace me dijo que un amigo suyo le había hablado muy bien de ti.— Maldito descarado. Sabia que iba a ser un problema. Por como había dicho la última parte de la frase, debía tener el síndrome de asperger o algún problema de incontinencia verbal.

—¿Perdona?— Levanté la ceja para intimidarlo y funcionó, antes de que articulara palabra, se había marchado.

Suspiré y examiné los papeles que había dejado sobre mi mesa.
El proyecto trataba de mejorar los ingresos de la empresa y debía comparar las diferentes empresas de textil para finalmente elegir la más adecuada para nuestra marca.

Estuve varias horas trabajando en el proyecto y me acabó entreteniendo, tanto que había olvidado recoger a mi hija del colegio pero para cuando iba a llamar a mi madre, ella ya me había dejado un mensaje.

"Ya la he recogido yo. De verdad, Renna, algún día de estos yo ya no..."

Apagué el móvil antes de acabar el mensaje. Sabia que era una de sus muchas charlas sobre la responsabilidad. Perdona mamá, pero me estaba haciendo cargo de otros asuntos.

Acabando ya el trabajo, observé que habían varias cifras incorrectas y, para asegurarme del error, me dirigí a la oficina de Sean, que se encontraba a sólo unos metros.

Mis nudillos chocaron varias veces con la puerta de madera de roble en forma de aviso antes de girar el pomo de la puerta y encontrarme una escena que me dejó helada.

Había papeles por todos sitios, varias botellas de alcohol y olía a tabaco.
Pero, lo que me dejó sin palabras fue ver a un Sean muy diferente al que conocí, al que, con una sonrisa, me daba la bienvenida.
El Sean que yo conocí imponía con solo mirarle, tenía un aire animal y era realmente seductor.
Sin embargo, el Sean que veía estaba destrozado. Su mirada penetrante se había apagado y a modo de tatuaje se encontraban unas marcadas ojeras. El color de sus ojos se había tornado rojo, ese rojo que se instaura cuando llevas toda la noche llorando.
Su pelo estaba despeinado y su camisa blanca tenía varias manchas.

—Yo... em... solo quería— No podía hablar. Aquella escena me había dejado sin palabras. —Solo venía porque había visto un error en... — No pude acabar aquella frase debido a que Sean rompió a llorar.

¿Qué se supone que debes hacer cuando tu jefe se pone a llorar?

—Señor Ace, ¿estás bien? ¿llamo a alguien?— dije sin saber muy bien que hacer.

—No se... si lo has visto en las noticias pero, un amigo mío ha sido asesinado.— En aquel momento se me cayó el mundo. Ver que aquella persona estaba realmente hundida por mis actos fue devastador.
Sin pensarlo, me acerqué a él y lo abracé.

En ese momento no fingía, fue un abrazo sincero, de esos que dicen "oye, estoy aquí, ¿vale?", y los dos lo sentimos. Mientras apretaba su cuerpo contra el mío, una lágrima corrió por mi mejilla para acabar convirtiéndose en una pequeña mancha más en la camisa de Sean.

Mientras nuestro cuerpos seguían enganchados al calor que desprendían, la puerta se abrió y por consecuente rompió aquel momento mágico.
Aquel abrazo me había recordado a los muchos que había tenido con Mikel.

—Oye, Ren, yo te quiero, de verdad.— Todas estas bonitas frases tienen un "pero" escondido.
—pero, estamos en la edad de divertirnos, vivir la vida, emborracharnos, follar...—Solté una carcajada sarcástica y entorne los ojos.

—Claro pero, si follas sin protección porque, "por una vez no pasa nada" una se puede quedar embarazada. ¿Sabes como va eso o te lo tengo que explicar?— La rabia se instaló en mi para no dejar paso a un mar de lágrimas.

—Lo se, fue un error pero yo no te obligo a tenerlo y si lo tienes, es bajo tu responsabilidad.— Su expresión era tan indiferente que no pude controlar mi mano que colisionó en su mejilla.

—Vamos, que me estás dejando.— sentencie.

—Renna, contigo todo es difícil. Solo aborta y ya.— Aquella frase hizo que todo lo que sentía hacia él se esfumara como un soplo de aire.

—Vete. Vete porque si no, no podré controlar mi mano mucho más tiempo.— Me dolía la frente de tanto apretar mis cejas y mi mirada era tan clara e intensa que se marchó. Pero esta vez, para siempre.

La nuestra era una relación tóxica. Como muchas de las relaciones de los jóvenes. Rompíamos y volvíamos cada cuatro días. Siempre eran los celos, por su parte y por la mía, luego nos reconciliábamos con una noche salvaje y vuelta a empezar. Eso acabó consumiéndonos.

Borrando aquellos recuerdos de mi memoria volví a la realidad. Calvin se hallaba en la puerta atónito.
Sean apartó mi cuerpo del suyo y por extraño que parezca, me sentí vulnerable y desprotegida.

—Pero, qué... ¿qué es todo esto?— Sus ojos grises se salían de sus órbitas y sabiendo en el estado en el que se encontraba Sean, decidí echarlo sutilmente de allí.

—Calvin, yo me encargo.— dije tras hacerle varias señas para que se marchara.

Mientras ayudaba a Sean a recoger su oficina, me olvidé de mi trabajo, de Díaz y de todos. Éramos él y yo, y eso me asustó. Me justifiqué pensando que era porque había sido yo la única culpable de aquel sufrimiento.

—Tengo ropa aquí voy, voy a cambiarme.— Se aclaró la voz para darme a entender que debía girarme.

Mientras él se quitaba la camisa y los vaqueros, se mostraba su figura trabajada tras de mi.

—Sierra, esto que has hecho hoy— su voz se entrecortaba, pocas veces había visto a alguien tan vulnerable. —ha significado mucho para mi, de veras.

Y en ese momento, casi sin darme cuenta mis labios habían formado una gran y sincera sonrisa.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora