Siete

364 64 148
                                    

El resplandor de las llamas me alerta de que pronto tendré que irme de allí. Fijo mis ojos en el movimiento del fuego. Las llamas bailan al compás del aire que las ayudaba a crecer. Se empezaba a notar el calor sobre acogedor y, en cuanto oigo un grito desgarrador, sé que es la hora de irse.

Camino sin prisa mientras una sonrisa se dibuja en mi cara. Mientras volvía a casa, pensaba en lo que, horas antes, había escrito en aquella carta que había arrojado en el buzón.

"Sé lo que le hiciste a Nyna Brown y tengo pruebas. Tienes veinticuatro horas para largarte de la ciudad. Dile algo a alguien y estás muerto."

No habían pruebas. Pero la mejor forma de asustar a alguien que ha hecho algo mal, es haciéndole creer que lo puedes destruir con una simple llamada a la policía.
Faltan pocos minutos para llegar a casa y mientras caminaba, tecleaba el número de mi amiga.

—Hecho.— digo con un aire de satisfacción.

—¿Qué? Renna, dime por favor que no has hecho ninguna locura.— en su voz aún quedaban restos de dolor y tristeza. Seguramente aquella noche la habría pasado lamentándose y torturándose con sus propios pensamientos. Muchos pensarán que lo que acababa de hacer era un acto de locura pero, yo prefería llamarlo justicia. Nyna tenía razón, nadie la creería y menos sin pruebas pero la rabia me comía por dentro y fue suficiente para impulsarme a hacer aquello.

—Nyna, no vas a tener que preocuparte más por ese capullo.

—Ni aún que muriese podría olvidarlo.— aquella frase me hizo entender que una parte de mi amiga se había partido en mil pedazos. Me dolía saber que si me hubiera quedado todo hubiese sido diferente. — De todas formas, necesito estar unos días sola.

—¿Segura?

Afirma y cuelga. Aquella llamada me había sabido a despedida. Nyna no volvería a ser la misma pero ahora, no podía hacer más.

Las sirenas de los camiones de bomberos retumbaban cuando ya abría la puerta de mi casa.
Me desplomo en la cama intentando desconectar por unos segundos.
Algo golpea la ventana y, al no obtener respuesta de mi parte, vuelve a ser golpeada.
Miro a través de ella para encontrar un rostro conocido.
Empujó la ventana hacia arriba y una brisa fría acaricia mis mejillas dándome una libertad inexplicable.

—¿Dennis, pasa algo?

Niega varias veces y espera a que le ayude a entrar por mi ventana.

—Te echaba de menos.— aquellas cuatro palabras hacían sentirme especial. Sus ojos verdes me miraban sinceros buscando un "yo también".
Abrumada por los sucesos recientes ignoro la petición de su mirada.

—He tenido una semana de mierda. Ni se donde está la caja, ni sé cómo hacer que Sean se fije en mi.— confieso cansada.

—No será muy difícil que se fije en ti, créeme.— dice ignorando mi mal humor. Realmente no sabia mucho sobre él. Pese a que nos conocíamos desde hacía varios meses no tenía la mínima idea de en qué cama dormía por las noches, con quien pasaba las fiestas, si tenía pareja... Era curioso como creemos conocer a alguien por el simple hecho de pasar tiempo con esa persona. Pero cada uno decidía que parte mostrar a los demás.

Hablo sobre la petición de Sean, como me brillaron los ojos cada vez que Greedy, la fotógrafa, me decía "genial" en cada foto y de lo bien que me sentaron aquellas horas.

—¿Has dicho que te han hecho fotos?— asiento desconcertada al ver su expresión seria.
—Debes destruirlas, cuando ya tengas el dinero, no puede quedar evidencia.

Me dolía tener que hacerlo pero no podía olvidar la principal razón por la que estaba allí. Así que varios minutos después conversando sobre temas sin importancia con Dennis, decido ir a las oficinas para deshacerme de aquellas fotografías.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora