Seis

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Aturdida, mis ojos se van acostumbrando a la luz del día.
Una vez despierta, analizo el lugar. Me encuentro en el edifico donde empezó todo, todo este infierno.

Una figura masculina se posa ante mi y cuando consigo ver claramente su rostro respiro aliviada.
El hecho de haber sido secuestrada no me impresionó mucho ya que, desde que acepté el dichoso trabajo, nunca había estado a salvo.
La mirada de Dennis estaba fija en el suelo.

—¿Se puede saber porque demonios me habéis secuestrado?— aunque los ojos de Dennis no buscaban los míos me dirigía a él.
Como ya había mencionado anteriormente, Dennis era como un hermano mayor pero, cuando Díaz le ordenaba algo, por muy duro que fuera, sucumbía bajo sus órdenes.

En alguna de las muchas tardes que Dennis y yo compartimos, me contó que le debía mucho, concretamente la vida. Cuando la madre de Dennis murió y su padre fue encarcelado, no tenía a donde ir y, como su héroe, Díaz lo acogió.
Estoy segura de que si Díaz le ordenara que me asesinase, lo haría sin reprochar porque era peor lo que este pudiera hacerle que la pérdida de un ser querido.

—Dennis me dijo que no encontraste la caja fuerte.

—Te prometo que registré cada centímetro de la oficina y no estaba.— volví a explicar.

—Nunca habías tardado tanto. Ya llevas casi una semana con esta misión y casi no has avanzado nada.

—No es tan fácil, joder.— la ira iba cobrando forma dentro de mi ser y si esta salía de mi, no iba a ser bueno para nadie.

—Vamos, Renna, tiene que estar.— Dennis me miró casi suplicante, como si yo misma la tuviera escondida en mi casa. Harta de la situación me rendí y acepté volver a buscar.

—Tienes una semana más, si no, Serena sufrirá las consecuencias.—tardó unos segundos en analizar aquella frase y buscó su mirada para que sepa lo repugnante que es para mi.

—Toca a mi hija y te mato.— la seriedad y firmeza con la que dije esas palabras me asustó hasta a mi. Pero Díaz no se lo tomó igual y soltó una carcajada en respuesta.

Siempre intenté imaginar si Díaz tenía familia. Una mujer que al llegar a casa lo reciba con un abrazo sincero que tanto escaseaban hoy en día, una hija que lo admirara... Todo aquello parecía imposible pero nadie era intocable y, tarde o temprano descubriría su debilidad y la aplastaría como él hizo conmigo.

—Vete a casa y ponte a pensar donde puede estar la maldita caja.

Salí del edificio con un aspecto deplorable. La resaca comenzó a ser notable, entre eso y el maquillaje corrido, parecía una sin techo. Entonces recuerdo que no había aparecido en toda la noche por casa y ya imaginaba las palabras de mi madre.

"Deja de ser tan irresponsable"

"Algún día yo no estaré y, entonces, ¿qué harás con Serena?"

Y cuando llego a casa, aquellas frases se convierten en realidad.

(...)

Tras una noche agobiante pensando en donde estaría la dichosa caja, volví a mi trabajo con esperanzas de avanzar un poco en la misión.
Debía profundizar más con Sean, que me viera como algo más que una simple trabajadora más. Ya iba a finalizar la primera semana y solo había conseguido un abrazo.
Recorro el camino que tenía más que aprendido.
Cuando llego a mi oficina, fijo mi vista en unos papeles que descansan encima de mi mesa. Es el último trabajo que realicé antes de encontrarme con un Sena hundido. Descubro un post-it amarillo pegado en la primera hoja,

"Bien hecho, Sierra :)"

Aquellas palabras me provocaron una sonrisa tonta, cuando varios golpecitos en mi puerta llaman mi atención.
Se halla recostado en el marco de la puerta de roble. Con una camisa desenfadada con varios botones desatados que incitan a la imaginación...
Los pequeños mechones rebeldes que caen sobre su frente lo hacen más jovial. Antes de poder decir nada, esos ojos pardos tan atrayentes ya habían atrapado.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora