Uno

1.7K 143 209
                                    

El disparo retumbó tan fuerte que tuve que retroceder varios pasos.
Las llaves cayeron al suelo, rápidamente las cogí y abrí la caja fuerte que había debajo del escritorio. Con manos temblorosas introduzco la llave y giro la muñeca para finalmente encontrarme con más de mil billetes verdes.
Es curioso como las personas ansiaban poseer tanto dinero, al fin y al cabo era eso, papel.

Apresuradamente meto los billetes en la bolsa, no me queda mucho tiempo.
Me levanto y, miro el cadaver. Era duro pensar que cuando esa noche sus hijos recibieran la noticia su dolor era consecuencia de mis actos pero, supongo que todos debemos mantener nuestro dolor dentro porque si escapa, caes en un pozo sin fondo.

Salgo corriendo del edificio de Cartex, la empresa más famosa de cosméticos.
Esta misión no me había llevado mucho tiempo, al parecer, cualquier hombre rico, casado y con hijos pierde la cabeza por una secretaría que promete las mejores noches de su vida.
Pocas veces acababa así, muerto. Las últimas veces simplemente desaparecía con el dinero, pero cuando la cosa se complica hay que hacer lo que sea para salvarse.

Miro el reloj, eran las 2 de la mañana. Sentada en el bordillo de un callejón oscuro reflexiono y me recuerdo a mi misma porque hago esto.

Recuerdo aquel día de otoño en mi baño, llorando y con un test de embarazo en las manos. El mundo se me vino encima, como a cualquier chica de 19 años la cual se acaba de quedar embarazada.
Recuerdo a mi madre llorar desconsolada, ella solo repetía "vas a destrozarte la vida".

Unos pasos me separan de mis recuerdos.

—Renna, ¿lo has conseguido?— Era Dennis, una de las personas que sí destrozaron mi vida.
Bueno, no era todo culpa de él, de hecho gracias al él seguía viva.
Conocí a Dennis el mismo día que me despidieron de la tienda de ropa en la que trabajaba. Ese día Serena, mi hija, se había levantado vomitando. Lo sé, es injusto pero, a esos ricos les importa una mierda la vida de los pobres.
Estaba sentada en el suelo mientras lloraba, no tenía nada que hacer.

—Oye, tía, ¿estás bien?— Lo miré, un hombre alto, moreno, de unos 25 años, pelo lleno de rastas, tatuajes, piercings...
Como un gatito al que acaban de abandonar, le expliqué todo lo que me había pasado y para mi sorpresa, él podía ayudarme.

—Pásate mañana por el local de al lado de Tonny's— una de las pizzerias más conocidas de Valencia. — y hablamos con mi jefe a ver si podemos ayudarte.—
Llegué a mi casa feliz y agradecida por haberme encontrado con aquel chico pero como mi padre siempre dijo, 'no cantes victoria hasta que no cruces la línea de meta' y esa línea de meta no era la que yo pensaba.

Al día siguiente, me levanté con energía para afrontar mi nuevo trabajo.
Llegué a Tonny's y me fijé en el local que había al lado. Era una casa casi en ruinas, la fachada se caía a pedazos y un olor que me costaba aguantar. No sabia como aquel edificio estaba en una de las calles principales de la ciudad.
Toqué al timbre y una voz profunda contestó,

—Piso cuatro puerta 12, espere a ser llamada.— Entré y me di cuenta de que el ascensor no funcionaba, lógico para un edificio como aquel.
Tras subir los cuatro pisos, Dennis me esperaba en la puerta.

—El señor Díaz te espera.— El misterio me estaba matando así que entré sin rodeos. La puerta se cerró de un portazo y escuché como echaban el cerrojo.
Tragué saliva y me armé de valor. Llegué a una sala, una especie de oficina.
Un señor de mediana edad estaba sentado en un sillón desgastado de color marrón.
Su aspecto no inspiraba confianza, varias arrugas y una cicatriz en el lado izquierdo del cuello.

—Hola, venía aquí por el trabajo. ¿De qué se trataría?— Mi voz dudaba un poco ya que aquella sala estaba llena de personas trajeadas con armas.
Tras mi pregunta, el hombre soltó una carcajada que me molestó bastante.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora