—Pero, ¿qué haces aquí?
Trago saliva mientras que el nudo de mi garganta aprieta tanto que casi no puedo respirar. Me mira con sus preciosos ojos buscando una respuesta en los míos. Mientras el silencio nos acompaña , intento buscar una excusa razonable para salir de aquella incomoda situación.
—Eh, buscaba el baño.— genial, Renna, típica excusa poco creíble. Sean parece creérselo ya que se ríe inocentemente y con su mano me indica que lo acompañe.
Suspiro y, antes de salir del dormitorio vuelvo a examinar rápidamente la habitación con la mirada. Un lado de la sábana está levemente levantado. Una caja metálica asoma entre las sombras. Sonrío por el golpe de suerte que acaba de tener y acompaño a Sean.
—Está aquí.
Le agradezco la mini guía por su gigantesca casa y me regala una mirada sincera para luego volver a mostrar sus blancos dientes.
—Oye, siento lo que te ha dicho mi mujer, no sé qué le pasa.— su rostro muestra tanta honestidad que parece inmerso en una gran tristeza. Durante unos segundos nuestros ojos impactan en el de los otros. En aquellos pocos segundos, la idea de escapar de aquella jaula invisible se apoderaba de mi pero, en cuanto Sean se aclara la garganta borro esos pensamientos de mi cabeza.
Centro mis pensamientos en lo esencial. Debía dar un paso más y, el momento era idóneo. Acerco lentamente mi rostro al suyo cortando cada vez más los centímetros que las separaban. Cierro los ojos para dejarme llevar pero, para mi desgracia, sus manos se posan en mis hombros haciendo de barrera. Abro mis ojos de golpe y veo su rostro incómodo. Me mira con compasión.
Noto como, poco a poco, las gotas de sudor cargadas de vergüenza bajan por mi frente. Pierdo mi mirada en otro sitio que no sean sus ojos.—Sierra...yo.
Antes de que acabe aquella frase de rechazo me encierro en el baño, haciendo la situación aún más vergonzosa. Bajo mi mirada hacia mis manos para ver como estas tiemblan. Dejo caer todo mi peso en la puerta y suelto un suspiro para intentar calmarme. ¿Cómo se supone que iba a bajar ahora al comedor? La había cagado. Esta misión iba a ser más trabajosa, tendría que ganarme a Sean paso a paso. Aún que su mujer era un demonio disfrazado de modelo perfecta, él estaba completamente enamorado. Bueno, por lo menos había encontrado la caja.
Saco mi móvil para buscar con los dedos aún temblorosos el número de Dennis.
Como siempre, en menos de un segundo coge la llamada.—Renna, dime que sabes dónde está.
—Sí, está en su casa. Mierda, está siendo más difícil de lo que creía. ¿Cómo voy a colarme en su casa para robarle?
—Bueno, solo llevas una semana. Aún hay tiempo.— dice intentando tranquilizarme.
Me despido de mi amigo y tiro de la cadena para que por lo menos, pareciera que en algún momento había querido ir al baño.
Una vez fuera y, tras comprobar que no había nadie, corro de nuevo hacia el dormitorio y me arrodillo rápidamente. Levanto la sábana que cuelga de la cama para encontrarme con la brillante caja."Un código de seis números" pienso fastidiosa al ver que era bastante largo.
Sin perder el tiempo, bajo la sábana y ando rápidamente hacia las escaleras.
Antes de bajar, perfecciono mi melena negra y respiro hondo.
El sonido de mis tacones chocando contra los tablones de la escalera alerta al grupo de que había vuelto.Greedy y los gemelos me miran con una sonrisa de alivio. Había encontrado personas que de verdad me querían, bueno, por lo menos querían a Sierra. Gloriana me mira indiferente. Seguramente su marido le habría dicho que parara de hacer comentarios ofensivos.
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Obligada a él
RomanceRenna Noun, madre soltera con veintitrés años, una chica que casi sin darse cuenta, se mete en el sitio equivocado. "Haz que se enamoren y luego róbales el dinero" Aquella frase era fácil para ella, siempre lo ha sido, hasta que se encuentra con él...