Once

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Me desperté entre unas sábanas blancas.
Nadie estaba al otro lado de la cama, no me sorprendía.
Trato de incorporarme y recordar la noche anterior, la cual cosa fue fácil debido al hecho de que no bebí casi.
Lo primero que recordé fue a Greedy besándose con un desconocido.
El temor de que le sucediese algo parecido a lo de Nyna me provoca un nudo en el estómago por lo que salto de la cama y me dirijo a la otra habitación del hotel.
Greedy duerme plácidamente, su pelo está revuelto y sigue con la ropa del día anterior.

Adoraba la energía que ella desprendía, siempre tan optimista y alegre, todo lo contrario a mi.
Era tan feliz con poco, una noche, amigos y un par de risas.
Su único fallo, o virtud, era su odio hacia la estabilidad por lo que nunca la veríamos con pareja. Tenía pánico al compromiso personal. Ya que estaba felizmente casada con su trabajo de fotógrafa.
Nunca había visitado su casa, aunque sabía dónde estaba ya que ella así me lo había indicado, pero me la imaginaba llena de fotografías de momentos inolvidables para ella por todas las paredes.
También sabia que tenía un perrito llamado Loli, casi tan revoltoso como ella. Greedy me contaba sus trastadas con un brillo en los ojos que indicaba cuánto lo amaba.

Mientras la observo, la puerta del hotel se abre y veo a Sean con dos bolsas color cartón las cuales desprenden un olor imposible de resistir.

—¿Qué es eso? Huele que alimenta.— Digo con una gran sonrisa mientras me acerco a él.

—Nuestro desayuno.

Su teléfono empieza a soñar y se disculpa para después alejarse un poco. Intento meter la oreja pero se me hace imposible cuando sale a la gran terraza.

—¿A qué huele?— Greedy asoma su cabeza despeinada por el marco de la puerta del dormitorio restregando sus manos contras sus adormecidos ojos.

—Ayer desapareciste.— Digo ignorando su pregunta ya que aún desconozco el contenido de la bolsa.

—¿Viste a ese tío? Estaba buenísimo, bueno, y ya no te digo como es en la cama.— Greedy suelta una carcajada cuando le indico que no necesito más información sobre el tema.

Ambas nos acercamos a las bolsas y observamos una gran cantidad de todo tipo de bollería, cruasanes, magdalenas, ensaimadas...
Sean entra al salón resoplando e intentando ocultar su claro gesto de desquicio.

—¿Quién era?— digo intentando entrometerme.

—Gloriana, últimamente está insoportable.— dice casi avergonzado. —Pero bueno, hoy es la reunión por lo que hay que recargar energías.

—¿Sabías que este hotel tiene buffet verdad?— Apunta Greedy mientras se llena la boca de azúcar glas.

—Quería pasear por las calles de Viena, son preciosas.

Ambas le sonreímos.
Pasamos toda la mañana riendo y comiendo hasta que llega el mediodía.

Esta vez, habíamos pedido que nos trajeran la comida a la habitación ya que la reunión era en una hora.
Mi teléfono empieza a sonar interrumpiendo la grata comida que estábamos teniendo.

—¿Dennis?

—¿Porque no contestaste mi mensaje de anoche?

—Estaba...— dudo varios segundos en los que me planteo contarle la verdad o no.—estaba de fiesta, lo siento.

—¿Enserio?— dice bastante molesto.—Bueno, ¿has avanzado algo?

—Sí, ayer tuvimos una conversación más personal,—ignoro el hecho de que sabe de la existencia de mi hija.—y también se que él y Gloriana no están en su mejor momento.

—Vale, genial, te echo de menos.

—Yo también.

—Te quiero.

Cuelga. Ese "te quiero" sonaba raro, no como los de siempre.
No quería ser egocéntrica pero, temía que Dennis pudiese sentir algo por mi ya que lo veía como un hermano mayor.

—Me dijiste que no tenías pareja.— doy un pequeño grito al escuchar la voz grave de Sean tras de mi.
Está apoyado en el marco de la puerta acristalada de la terraza. Llevaba un traje de chaqueta negra y camisa blanca, tan elegante y perfecto.

—Y no tengo.

—Ese "te quiero" ha sonado muy real.— dice frunciendo ligeramente el ceño.

Un momento. ¿Había estado escuchando? Sean se estaba mostrando más accesible que nunca pero cabía la posibilidad de que esta actitud fuera gracias a sus problemas conyugales.

—Deberíamos ir saliendo o no llegaremos a la reunión.— aviso mientras le sonrío de manera arrogante.

Los tres salimos del hotel para dirigirnos al gran edificio de Versace de Viena. Aunque el edificio en Valencia es considerado uno de los más altos de la comunidad autónoma, este duplica su altura, haciendo que resalte entre la alborotada ciudad. Al entrar, la grandeza del edificio aumenta, más de un centenar de personas trajeadas caminan sin rumbo. Un señor alto y delgado se acerca a nosotros para indicarnos el camino hacia la sala de reuniones. Greedy dispara fotos en todas direcciones pero procuro no salir en ninguna, aunque sé que no será fácil. Entramos en un despacho amplio acristalado, hay una mesa amplia y ovalada en el centro donde se encuentran cinco hombre casi iguales que se levantan al vernos entrar.

—Buenos días, señor Ace.— dice uno de los hombres con cara de pocos amigos. En ese edificio todo era tan sombrío y frío que me hacía echar de menos la alegría de mi entorno laboral. La mayoría nos conocíamos y nos llevábamos muy bien por ello cada tarea era más fácil.

Greedy desaparece por la puerta junto a varios hombres que le indican dónde se encuentra los vestidores con las nuevas colecciones.
Mientras tanto, Sean y algunos hombres trajeados comienzan a hablar sobre moda e ingresos. Yo suelto alguna palabra e informo sobre cómo había ido últimamente la economía de la empresa.

Tras varias horas y con un trato cerrado, nos reunimos de nuevo los tres en el hall de aquel gigantesco edificio.

—Estoy harta de hacer fotos, ¿os hace un plan tranquilo?— Varios pelos rubios se salían del perfecto moño que Greedy se había hecho antes de salir del hotel. Se respiraba el cansancio y las ganas de estar solos por lo que no dudamos en aceptar aquel plan.

En cuanto entramos a nuestras habitaciones nos pusimos los trajes de baño tan rápido como pudimos. Ya eran casi las nueve por lo que la ciudad estaba sumergida en una noche cerrada.
Greedy no había podido aguantar y ya se encontraba en la piscina la cual tenía unas vistas espectaculares de Viena.

Sean la miraba con una de sus perfectas sonrisas. Ellos eran amigos de hacía varios años, se conocían del trabajo pero habían quedado alguna vez que otra.

Como una adolescente enloquecida corro hacia Sean hasta darle un gran empujón. Lo que yo no me esperaba es que antes de caer a la piscina, me agarrara del brazo para tirar de mi tras él. Al caer al agua mis músculos se aliviaron por el frescor de la noche.

Una vez mi cabeza salió del agua me encuentro con Sean mirándome de forma seria. Me impone ya que sus ojos y facciones siempre lo han hecho.

—¿Crees que puedes contra mi?— me dice sonriéndome pícaramente. Antes de poder contestar, Sean ya se había abalanzado sobre mi ahogándome sin ningún esfuerzo.

Las risas llenan el ambiente y cierran uno de los mejores viajes de mi vida.
Mañana por la mañana saldríamos hacia Valencia otra vez. No había avanzado mucho en este viaje pero me había hecho escapara de mi infierno personal y, con eso, estaba más que satisfecha.

Obligada a él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora