Emboscada en el calabozo

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El frío calabozo en el que el ex maestro de Qing Jing habitaba estaba frío y oscuro, más lúgubre que nunca.

La sangre se esparció por todo el suelo. No era de extrañar que se despertara la envidia de las miles de concubinas y fuera descargada sobre el ex maestro de su señor, quien era visitado frecuentemente.

Ellas creían que eran muy audaces y su plan era perfecto, simplemente olvidando que el temperamento de su señor era realmente difícil de entender.

La sangre en el suelo no era solo de Shen QingQiu.

—¡Mi señor! —gritaron algunas concubinas que seguían ilesas —¡Por favor, no sea impulsivo!

—¿Impulsivo? —el hombre de tunicas negras ladeó su hermoso rostro en la oscuridad.

En su mano, una bola de energía demoníaca ondeó hasta llenar de luz el calabozo.

Rápidamente, una concubina se arrodilló ante él.
—¡Nosotras no fuimos las únicas! ¡También estaba esa demonio Sha Hualing!

—¡Sí, ella nos dió el espíritu roba almas! Ella también debe ser sancionada...

Los ojos rojos del hombre esbelto frente a ellas brillaban con una pizca de claridad.

Pero, Luo BingHe, a esas alturas, no sabía nada sobre compasión.

El fuego ifestó los cuerpos de porcelanas de las concubinas, quemando sus caros vestidos y bonitas facciones.

Luo BingHe caminó al cuerpo inerte en el suelo.

—¿Un espíritu roba almas? Es japonés ¿Por qué se tomaría tantas molestias?

La criatura devora almas ya había sido asesinada desde que puso un pie en el calabozo. Desgarró el largo cuello del monstruo, sin embargo, nada salió de allí.

Con el seño fruncido, transformó en ceñidas al monstruo.

—¿Sigues durmiendo?
Tomó del sucio cabello del hombre y lo levantó hasta ver su rostro.

—Levántate.

El hombre no le respondió.

El agarre se volvió fiero y sin ningún tipo de delicadeza. Sus labios se crisparon del disgusto.

—¿Shen QingQiu, Ya terminaste de fingir?

Sus ojos estaban pacíficamente cerrados, como si estuviera descansando. Inmunes a cualquier provocación.

Solo cuando levantó la mandíbula del hombre fue que Luo BingHe lo comprendió.

Sin respiración.

El Rey Demonio sintió como si lo hubiera partido un rayo. Incapaz de procesar lo ocurrido, abrumado. Él sonrió.

—Bastardo, no mientas. He mantenido tu repugnante cuerpo con vida hasta hoy ¿vas a dejarte vencer por unas estupidas concubinas envidiosas? ¿Qué clase de muerte indigna es esa?

Pero los malditos labios que solían despreciarlo con una sonrisa cínica no se movían.

Sin respiración, y sin un alma. Shen QingQiu había muerto.

—Shen Jiu, escúchame bien. Si no respondes ahora mismo, voy a...

¿Hacer qué? ¿Que más podría hacer él? Ya había destruido su reputación, matado a la única persona que Shen QingQiu respetaba, y masacrado su secta.

¿Había algo más qué destruir?

—¿Qi Ge...?

Un repentino sollozo lo despertó de su aturdimiento.

Al girar su cabeza, detrás del monstruo, pudo divisar algo brillante. Carecía de cuerpo, pero basándose en su silueta, no podía tener más de cuatro años.

Esa expresión, como la de un gato huraño, lo golpeó como agua fría ¿Quien más podría tener el descaro de poner esa cara al encontrarse frente a frente con él? ¿Como no podría reconocer ese seño fruncido?

No era que su alma se hubiera escapado al ciclo de reencarnación o que se hubiera disipado.

Simplemente, había sido dañada a tal punto de convertirse en un alma incompleta.

El pequeño villano escoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora