Girar en el vacio

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De fondo se escuchaba el sonido de la lluvia cayendo en el pavimento mientras el cielo nublado a lo largo retumbaba, fuertes jadeos resonaban en sus oídos pues ya no le quedaba aire para seguir corriendo.

Sentía el corazón en la garganta y su cuerpo colapsar pero aún no era el momento adecuado para rendirse. Tenía que esconderse rápido o su cuerpo terminaría más magullado de lo que ya estaba. Llevaba el cuerpo repleto de heridas abiertas, cortes profundos que dejaban ver la carne necesitada de puntadas, moretones de todos los colores verdes, amarillos, azules, morados y rojos algunos estaban tan hinchados que sobresalían bolas, quemaduras hechas por cigarrillos que dejaban una ligera hendidura en la piel y sangre. Sangre y semen brotaban de su entrada escurriéndose por sus muslos hasta sus pies, el era tan solo un niño de 8 años que había sido profanado de la peor manera por las personas que más quería en la tierra.

El pequeño niño corría con todas sus fuerzas por las oscuras calles sin rumbo alguno, pronto sus padres y hermanos se darían cuenta que no estaba en casa y de su estado físico provocado por sus tres hermanos mayores, quienes tenían 2 años abusando física y mentalmente de él a escondidas de sus padres quienes protegían a toda costa al pequeño, estos se mostraban posesivos y sobre protectores al tener en la familia al único omega. Querían quedarse con él, querían que su hermano pequeño fuera su pareja destinada pero sabían que no era posible al ser de la misma sangre, pensar eso los enfurecía porque ellos no querían ser solo sus hermanos, ellos querían que el pequeño fuera su futura pareja de por vida y fueran felices pero la ira los carcomía por dentro y optaban por abusar de el niño que era imposible tener.

Se escondió en la cochera de la casa más apartada, de aspecto descuidado que encontró, creyó que no estaba habitada, la cochera estaba abierta y todo estaba apagado, ninguna luz que iluminara los alrededores de la casa a comparación de las que lo rodeaban. Forcejeo la cerradura por si tenía suerte de que estuviera abierta pero no, no lo estaba. Optó por esconderse atrás de una estantería, la movió un poco, lo que ocasionó que algunas cosas cayeran y chocaran con el suelo, pero no le importo. Hecho bolita se acurrucó en el hueco que había, abrazándose a sí mismo, titiritando, trataba de conciliar el sueño pero le era imposible pues se encontraba todo mojado y el viento hacía su cuerpo más frío como hielo. Con sus manos frotaba sus bracitos para darse algo de calor sin tener mucho éxito, hiperventilaba tratando de recuperar el aire que perdió al estar corriendo durante horas, la vista se le comenzó a nublar mientras sentía como su cuerpo empezaba a hormiguear, exhausto, soltó un último suspiro para caer completamente dormido.

Lo despertaron unos cálidos y grandes brazos, trató de forcejear pero no tenía la energía ni la fuerza para siquiera abrir los ojos, la tranquilidad de aquella persona lo hacía sentir se seguro entre sus brazos. Lo llevo dentro de aquella casa y lo sentó en el sillón que había. El pequeño seguía hecho bolita mientras temblaba y sufría espasmos recurrentes en todo el cuerpo. Pasaron unos minutos y el niño ya tenía consciencia de si, de lo que estaba pasando, estaba en un estado de alerta, a la defensiva y con mucho miedo. Lentamente abrió los ojos, encontrándose sentado justo frente a él algo que nunca quería volver a ver, un alfa.

Hey...Hola.— Las comisuras de sus labios se elevaron formando una ligera sonrisa —¿De dónde viniste?— sus ojos se achinaron sonriendo más.

AREM
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