No digas nada, todavía no

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Entre tanto bullicio por parte de Ben y sus disputas con la madre de familia y el personal de la institución, Tolderck era el encargado del cuidado de Andy, el cual mantenía su distancia y un comportamiento algo temeroso pero curioso a la vez.

Agachó la miraba encontrándose con unas enormes orbes negras destellantes que lo observaban seriamente generándole inquietud en su sistema.

—¿Qué?— habló el alfa.

—¿Eres amigo de Ben?— curioseó.

—No.—

—¿Entonces cómo me encontraste?—

—Unos amigos y yo vimos la desesperación de tu padre y decidimos ayudarle.— ni siquiera le dirigía la mirada, únicamente veía al frente darle importancia al chiquillo.

Río bajito. —Él no es mi papá.— procedió a ignorarlo de nuevo.

Se sentó en la banca en donde Ben había estado, abierto de piernas abarcando casi todo el espacio de la banca extendiendo su cuerpo por ella. El pequeñín se acomodó en la orilla libre estando apretado, sus piecillos no tocaban el suelo así que los movía de un lado al otro, enfrente y atrás.

—Oye.— Andy seguía observándolo fijamente.

—¿Si?— respondió sin mirarle.

—¿Qué se siente tener amigos?— una pregunta tan inocente finalmente hizo reaccionar al moreno.

—¿No tienes amigos?— negó con la cabeza. El alfa lo miró por primera vez.

—Por eso te pregunto...— giró su cabeza por la vergüenza. Se había arrepentido de haber hecho esa pregunta.

—Bien, se siente bien.—

—¿Cómo bien?—

—Mmm...no lo sé, cuando tengas uno vas a saber a lo que me refiero.— No hablaron durante un rato degustando el silencio, el crujir de los árboles y el sonido del viento que soplaba y arrastraba hojas a su paso.

—Oye.— interrumpió el silencio.

—¿Mm?—

—¿Quieres ser mi amigo?—

—No.—

—¿Por qué no?— aguantó con fuerza sus ganas de llorar.

—No quiero serlo.—

—Entiendo...— se encogió de hombros soltando un suspiro. Se levantó de la banca yendo con una idea en mente.

—¿A donde vas? Tu pap...B..— no recordaba el nombre. —Ben me dijo que te cuidara.—

El chico lo ignoró alejándose rápidamente, el de cabello negro estaba desconcertado, no sabía si perseguirlo o quedarse ahí, optó por darle un poco de espacio al niño y si tardaba mucho iría a buscarlo.

Andy corría en busca de algo, nada podía distraerlo, estaba empeñado en encontrarlo. Entró en la cancha de fútbol, rebuscaba entre cada hoja del pasto pero no podía dar con aquello que quería. Tanteaba todo hasta que se dio cuenta que el pasto era sintético.

Desilusionado camino arrastrando sus pies con desgano, el campo de fútbol y el de atletismo estaban pegados pues el de atletismo era todo el contorno del campo de fútbol. Topándose por casualidad lo que buscaba, dos pequeñas flores de pétalos blancos y su centro amarillo, delicadas pero muy lindas.

Raspó la tierra escarbando con sus manos hasta llegar a las raíces, su cara estaba húmeda con gotas de sudor que la humectaban, lo limpió con sus manos llenas de lodo, dejando manchas café en su rostro.

El jardín de las delicias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora