Ainsi bas la vida

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—Hola.— su mirada era despectiva o así fue como lo sintió Andy, quien debía mantener la vista en alto para verlo. Su 1,33 cm no le daban mucha ventaja con el 1,55 cm del otro chico.

En cambio en la cabeza de Yusak sus neuronas trabajaban a mil por hora, no podía hablar bien o cómo él quería, ni tampoco sabía qué decirle. Tenerlo de frente le causó un revoloteo en su corazón, Andy había cambiado notablemente, estaba irreconocible, si lo comparara desde la primera vez que lo vió, causándole un sin fin de pensamientos y sensaciones que nunca en su corta vida había experimentado.

Ese simple saludo apenas si pudo escupirlo de su boca de lo impresionado que estaba, era obvio que Andy era precioso pero no tanto como lo imaginaba, sus facciones parecían talladas con fina delicadeza, fascinando a cualquiera que lo viera, rostro angelical y un cuerpo deseable, apetecible, glorioso fue lo único que tuvo que ver para caer rendido a sus pies junto con un flechazo en el corazón.

Por su parte Andy no le respondió el saludo, pues, recordaba poco de él y se sentía inseguro por la agresividad con la cual lo trató años anteriores. Pero, recordaba que había jurado protegerlo, así que no le daba tanto miedo, sin embargo, la sensación de miedo e intranquilidad no se fue.

—¿Recuerdas a Yusak, dulzura?— este no digo nada.

—Que te parece si vas a jugar un rato con el y nos dejan un rato a solas, tenemos que hablar cosas de adultos.— le decía acariciando sus mejillas regordetas. Andy volvió a asentir.

Tomó la mano sudorosa de Yusak quien seguía mirándolo con repudio desde la perspectiva de Andy, dirigiéndolo hasta llegar a su cuarto en donde encendió el televisor viendo caricaturas.

—Pffttff. Que estupido.— murmuró no siendo tan bajo logrando que Andy lo escuchara, cosa que este ignoró completamente.

No le quitaba la mirada de encima, quizás así le pondría una poca de atención, tal vez si conseguía molestarlo podría hacer que el otro mostrara un poco de interés en el... Una sonrisa ladina se dibujó en las comisuras de sus labios, mientras pensaba, pasó la mirada por todo el cuarto observando cada cosa que había dentro. Las sábanas eran blancas al igual que las paredes y las almohadas. La base de la cama estaba conformada por piezas de madera vieja que parecían que iban a caerse en cualquier momento, el piso estaba cubierto por alfombra colorida llena de figurillas con tonalidades azuladas, que se expandía debajo de la cama alrededor de si.
Sobre el techo había una especie de cortina trasparentosa color blanco que hacía juego con aquella antigua cama y su entorno.

Harto de esperar ser el centro de atención del menor se dispuso a molestarlo, cargado de malicia, se acercó sigilosamente hacia el, tomando el control remoto escondiéndolo tras de sí. Dió tres pasos hacia atrás sentándose en el colchón y apagó el pequeño televisor que se encontraba frente a ellos.

—¿Eh?— estaba desconcertado. —¿Qué pasó?— se levantó de su sitio y revisó la condición de la tele dándole unos cuantos golpeteos detrás para "arreglarla", era una manía de Ben hacerle eso a las cosas para que volvieran a ser funcionales, cosa que si funcionaba e Andy imitaba. Buscó el control del aparato pero no lo encontró por ningún lado, percatándose de la postura sospechosa que tenía Yusak. —Devuélvemelo.— dijo frío.

—¿De qué hablas, tonto?—

—Devuélvemelo.— repitió con firmeza. Yusak se encontraba totalmente divertido al ser dueño de la atención del chico.

_¿Y si no quiero?— sonrío con maldad cruzándose de brazos. —¿Qué?—

Andy apretó sus puñitos con fuerza. No iba a pelearse con el, existía mucha desventaja y diferencia de poder. —Ash.— resopló molesto dándose la vuelta yendo por unas cuantas hojas blancas que guardaba dentro de un cajón que sostenía el televisor.

El jardín de las delicias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora